
Ni princesas ni esclavas: el elenco estelar de
Esposas desesperadas por el sexo en la ciudad pero decentes.
Ah, no, perdón: Sexo y Otros Secretos.
Pues resulta que hace ya como dos meses Televisa lanzó un conjunto de nuevas series “originales”; es decir, por lo menos en cuanto a que están hechas en el país por actores, directores y productores mexicanos, aunque las ideas no necesariamente sean muy originales que digamos.
No es mi interés hacer reseña detallada de todas ellas (además, no crean que me la paso nomás viendo la tele, he visto dos ó tres episodios y ya con eso me basta para hacerme una idea, además, si quieren ver todos los capítulos pueden ir a este sitio), pero sí aludiré a aspectos de cada una.
En principio, es necesario señalar que el principal problema de Televisa no es la falta de talento ni de dinero. Su principal problema radica en la absoluta falta de respeto a un aspecto fundamental en la industria del entretenimiento: a las ideas y a la inteligencia. En efecto, en Televisa (de TV Azteca mejor ni hablar), empezando por su dueño, no entienden que la base de cualquier programa exitoso radica en contar en principio con un buen equipo de escritores.
Está documentado que las mejores series que ha hecho Televisa en sus más de 50 años de existencia provienen de un puñado de plumas: Roberto Gómez Bolaños, Mauricio Kleiff, César González “El Pollo” y Manuel Rodríguez Ajenjo, principalmente, a los que todavía siguen explotando bien y bonito, en bodriazos como La Parodia y La Hora de la Papa (¡horror!).
Kleiff, por ejemplo, fue el guionista de El Show de Los Polivoces, el programa de la mejor pareja cómica que ha existido en la televisión mexicana, creadores de verdaderos personajes prototípicos, tomados de la realidad cotidiana de nuestro país, como Don Laureano y Doña Paz, los Hermanos Lelos, Juan Garrison y el Agallón Mafafas, Chano y Chon, El Mostachón y el Washanwear, Gordolfo Gelatino y Doña Naborita, Armándaro Valle de Bravo y la Policía Siempre en Vigilia, Andobas y don Teofilito, y tantos otros. Muchos de esos personajes todavía se los siguen fusilando los llamados “cómicos” de hoy.
Por su parte, Rodríguez Ajenjo escribía para Ensalada de Locos, donde aparecían Manuel “El Loco Valdés”, Alejandro Suárez, Héctor Lechuga y a veces “Chabelo” en plan gandalla, no apto para niños.
En fin, pero eso fue hace más de 30 años. Hoy la industria de la televisión ha cambiado muchísimo y es casi imposible que una sola persona, por más talentosa que sea, mantenga siempre el nivel de genialidad para escribir guiones originales y frescos. Tarde o temprano la calidad termina por decaer.
En la actualidad, el único que más o menos ha sabido hacer las cosas bien es Eugenio Derbez, y no porque sea precisamente un genio, sino porque se ha sabido rodear de un grupo de escritores y guionistas que trabajan como debe ser, con respeto a las ideas y a la inteligencia (Digo, tampoco es para tanto, pero se salva por lo menos por tratar de hacer algo diferente).
Se supone que Televisa quiere competir en el ya de por sí competido mercado de las series, donde los gringos parten el queso desde hace décadas. Primero, habría que decir que los Estados Unidos de América han conseguido la supremacía mundial por tres vías: la militar, la económica y la ideológica, y ésta última está formada por un verdadero monstruo de tres cabezas: la industria del entretenimiento. Sus cabezas son el cine, la televisión y la música. Nadie mejor que ellos para hacer películas, series de televisión y canciones populares. El inconciente de casi toda la humanidad está retacado de imágenes, ideas y melodías provenientes de la industria norteamericana del entretenimiento.
¿Cómo lo han logrado? Para nada más concentrarnos en la televisión, diremos que, además de innovar, explorar, probar y arriesgar constantemente con contenidos y formatos, los gringos saben que lo principal son las ideas, y que las ideas provienen de los hombres, y que las mejores ideas provienen de las personas talentosas, y que para tener a las personas más talentosas hay que pagarles bien por su trabajo.
Es cierto: en la mayoría de los casos, lo más importante es la idea primigenia, esa idea genial que nadie había vislumbrado antes, pero una vez que la idea aterriza y cuaja en un concepto viable, el siguiente paso es reunir a las personas más capacitadas para que lo desarrollen y lo hagan crecer y avanzar. Esos son los guionistas y los escritores.
El equipo de escritores de la temporada 13 de Los Simpson
Tomemos el ejemplo de la serie de televisión que más ha durado, Los Simpson. En la escritura de los capítulos de cada temporada participan 16 guionistas, desde luego, supervisados por el creador de la serie, Matt Groening, y dirigidos por un guionista en jefe. Cada guionista se hace cargo de un personaje y de desarrollar sus líneas de diálogo, que tienen que ser brillantes, ocurrentes y congruentes con la personalidad del mismo. Cada capítulo se lleva seis meses en ser producido, desde la idea inicial hasta que aparece en pantalla.
¿Cómo funciona en México? Aquí, una telenovela, por ejemplo la escribe una persona, a veces otra edita los diálogos. Y ya. No hay trabajo en equipo de ningún tipo. Si acaso, cuando ya se es un guionista con algo de renombre, se contratan “negros literarios” que desarrollan los guiones a partir del argumento dado por el guionista principal, pero frecuentemente son pagados éste, no se trata de un equipo contratado por la empresa o el productor.
Pero ahora ya ni eso. De un tiempo a esta parte, Televisa y TV Azteca se han dedicado a comprar franquicias de programas creados en otros países, sobre todo de Estados Unidos, Argentina y Colombia. Desde los infumables “reality shows” hasta series y telenovelas completas, como los populares Rebelde y La Fea Más Bella. Este último es un fenómeno digno de estudio, ya que hay Bettys feas en casi todo el mundo. En Estados Unidos, Salma Hayek compró los derechos y produjo la versión gringa que ha sido un exitazo.
En México se ha dado el bochornoso caso de que se refritea el refrito. Primero se transmitió la telenovela original colombiana Café con aroma de mujer, luego TV Azteca hizo su propia versión, pero respetando la premisa original, Cuando seas mía, y ahora Televisa hizo su propia versión, Destilando amor, con cambios tan burdos como nombrar a la protagonista Gaviota en lugar de Paloma (el chiste es que sean aves, ¿no?) y no se dedican al café sino al tequila (para que se vea bien mexicano). TV Azteca no se ha quedado atrás y ahora se dispone a estrenar su versión vernácula ¡de nada menos que The Nanny! Yo quisiera ver cómo le van a hacer para adaptar los chistes sobre la condición judía de la nana Fine de la versión original, que son como el 40 por ciento de cada capítulo.
Usted, amable lector, que ha seguido hasta aquí este kilométrico post, ¿empieza a detectar cierto déficit de creatividad e imaginación en la so called “principal televisora de habla hispana”?
En el caso de las nuevas series de Televisa, de acuerdo con las fichas técnicas de cada una, el equipo más grande de guionistas lo tiene 13 Miedos: siete escritores. Y no creo que los siete participen en todos los capítulos, porque precisamente la serie está hecha por siete directores distintos. Es decir, cada director debe tener su guionista de cabecera. A lo mejor por eso mismo se salva y está un poco (dije un poco, tampoco crean que es una chingonería) por encima de las demás, ya que trata de retomar la idea de Hora Marcada, la serie donde hicieron sus pininos Guillermo del Toro y Alfonso Cuarón.
Un caso patético es el de Adal Ramones, con ¿Y ahora qué hago?, de la cual tuvo la idea original, la escribe, la actúa, la produce y la dirige. Y así le ha quedado su serie: insufrible, porque además supuestamente está basada ¡en sus propias experiencias como estrella de la televisión! O sea, ¿así o más Narciso, we?
Otro caso aún más patético es el de El Pantera, dizque basado en la legendaria historieta (que es como se dice en español y no “comic”) creada por Daniel Muñoz. Producido por los De Anda, especialistas en churros fílmicos de los 70, el concepto original de esta especie de James Bond totonaca ha sido totalmente tergiversado y despojado de su aura desmadrosa, cabulera e irreverente para tratar de convertirlo en una especie de vengador anónimo dizque karateca y con cara de puñal metrosexual. Los diálogos son solemnes y sin sentido y las actuaciones pésimas.
Eso sí: los encuadres son muy cinematográficos, con planos abiertos del remodelado Centro Histórico, y la aparición nutrida de pieles buenísimas, importadas todas ellas (hasta la ex Miss Universo, Alicia Machado, aparece en el papel de pirujona). Es decir, se ve que quienes decidieron producir la serie ni siquiera leyeron la historieta original, o simple y sencillamente no le captaron el chiste, porque la onda popular, alburera e insolente no es lo suyo. Pero eso tampoco les da el derecho de perpetrar un bodriazo infumable, ofensivo para todos aquellos que fuimos fieles lectores de las aventuras de Gervasio Robles y El Gorda con Chile.
La otra serie es Sexo y Otros Secretos ("o sea, S.O.S., ¿can you dig it?, ¡somos lo máximo de creativos, we; no mames!"), que, bueno, trata de fusionar Sex and The City y Desperate Housewives, y adaptarla a la subcultura del corredor Polanco-Roma-Condesa-Coyoacán. Es decir, "somos cuarentonas calenturientas, medio furcias, pero decentes y con los valores de la Gran Familia Mexicana (GFM)".
Imagínense que una de las guionistas es Martha Carillo, una de las conductoras más ñoñas que ha dado la televisión (que ya es mucho decir). A pesar de la dirección de Benjamín Cann (que hizo esa fenomenal película que derrumba precisamente el mito de la GFM, Crónica de un desayuno; por lo que sería bueno indagar cómo fue que terminó dirigiendo esta serie, y aún antes los episodios de Mujer, casos de la vida real, de Silvia Pinal), y la presencia de Susana Zabaleta en su gustado papel de Susana Zabaleta (o sea, de putona insaciable y cínica) y la sobrevalorada Claudia Ramírez, la serie es de una gazmoñería inaguantable.
Es conveniente reconocer los aciertos: muy buena producción y factura, sobre todo porque decidieron utilizar directores de cine, en busca de una estética de mayor calidad visual. También es destacable el hecho de que se pueda disponer de los capítulos en Internet y se puedan bajar y coleccionar.
Para finalizar, reitero que el principal problema de Televisa es la falta de respeto a las ideas y a la inteligencia. No se trata de repetir lo que ya se ha hecho (como en el caso de las sitcoms de Ortiz de Pinedo, con su dudosa comicidad), ni de “adaptar” ideas creadas para otras idiosincrasias. Se trata de salir a la calle y observar. Todas las situaciones y todas las personas pueden ser el germen para una buena idea de programa, desde un pordiosero hasta una niña bien, desde un periodiquero hasta un diputado. Lo importante es recurrir a quienes saben tener ideas desarrollarlas y plasmarlas en un guión. Y pagarles bien. Ese es el primer paso. Si no se da o se da mal, las cosas nunca van a cuajar como debieran. Los empresarios televisivos, como casi toda la clase empresarial de este país, tiene que entender que la creatividad nunca será una mala inversión.
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