sábado, marzo 31, 2007

La cultura en México sigue descansando en Paz

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Hoy se cumple un aniversario más del natalicio del único premio Nobel de Literatura mexicano, uno de los más grandes e influyentes poetas e intelectuales de nuestro tiempo: Octavio Paz.

A algunas personas podrán no gustarles sus posiciones politicas o sus métodos para dominar los espacios de poder cultural en nuestro pais (como bien lo documenta Armando González Torres en su libro Las guerras culturales de Octavio Paz, editado por Colibrí en 2002), pero lo que resulta innegable es su estatura como poeta.

No obstante, parece que la influencia de su poder ha trascendido su desaparición física. Hace un par de días, Brahim Zeta, amigo periodista de Puebla, contó que en el programa Movimiento Perpetuo que conduce Óscar López en Radio BUAP, el escritor Federico Vite habló sobre su novela Fisuras en el continente literario, publicada por el Fondo Editorial Tierra Adentro con el número 321 de la colección.

Uno de los protagonistas de la novela es precisamente Octavio Paz, quien en la ficción es secuestrado para escribirle una novela a un judicial (como se sabe, Paz nunca escribió narrativa). Las palabras que dice el personaje Paz ficticio en diálogos con judiciales y gente de esa ralea, están armados con palabras originales del Paz real en otras circunstancias.

La cosa es que el libro de Vite es prácticamente inencontrable. Existe en el catálogo, existe en los 50 ejemplares que le dieron al autor, existe en la coedición, que hizo la Fundación para las Letras Mexicanas para su publicación. De hecho, yo me enteré de ella a través del blog de Bernardo Ruiz. Desde entonces la he estado buscando en las librerías comerciales y de EDUCAL, pero siempre me dicen que no les ha llegado.
Pero ahora resulta que la edición de la novela está agotada. Cuando Vite preguntó la razón a Fernando Fernández, funcionario de Conaculta encargado de Tierra Adentro, éste le respondió que "alguien" había comprado toda la edición.

¿Alguien? ¿Quién? ¿Quién tendría interés en desaparecer de las librerías la novela de Federico Vite? Nadie sabe, nadie supo.

Supuestamente fue precisamente la antigua Fundación Octavio Paz la que impulsó la publicación de la novela (de la cual el autor se enteró tres meses después y por ello no pudo corregir algunas cosas). Vite dijo en la entrevista que le contaron que el crítico literario Christopher Domínguez Michael estaba muy molesto por la novela.

Fernández y la gente de la Fundación le pidieron tiempo para averiguar qué pasó. Al parecer nínguna de las instancias que hicieron la publicación está dispuesta a hacer una reimpresión o segunda edición, ahora sí, cuidada por el autor.

Si los reporteros culturales de este país verdaderamente hicieran bien su trabajo, ya estarían investigando esto. De hecho, se supone que la novela será presentada hoy en Xalapa.

Yo nunca traté a Paz, ni siquiera le pedí que me autografiara una obra suya, acaso lo llegué a ver en persona, en alguna presentación de un libro, antes de que le dieran el Nobel.

Pero sí lo vi innumerables veces en televisión (creo que es el poeta mexicano que más veces ha aparecido en la tele de nuestro país) y siempre me llamaron la atención sus ademanes, la forma en que movía los dedos para remarcar sus palabras, como si quisiera darles vuelta, tocarlas, dominarlas y hacer que dijeran lo que él verdaderamente quería decir.

Recuerdo que en alguna ocasión, el maestro José de la Colina ("maestro lo será usted", reviraba porque no le gustaba que le dijeran así) nos dijo que de lo único que él podía jactarse en la vida era de haber sido amigo ("verdadero amigo", recalcó) de dos genios: Luis Buñuel y Octavio Paz.

Pero aclaró: "Octavio era un excelente poeta, pero era muy mala persona". Y nos contó algunos episodios que lo llevaron a tan tajante juicio.

Ya más de cotorreo, le pregunté: "Oiga, ¿y es cierto que Paz era gay?".

Muy serio, me respondió: "Pues yo no sé, pero sí puedo asegurar que los besos que nos dábamos eran muy viriles". Y estalló en una carcajada.

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martes, marzo 27, 2007

We got a winner!!!

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Pues sí, sucedió lo que parecía imposible: Adita Pantoja supo que la mujer de la foto es nada más y nada menos que la mismísima escritora francesa Simone de Beauvoir tomada por el fotógrafo norteamericano Art Shay , en Chicago, Ill., en 1954.

El premio sorpresa es un ejemplar del libro Sartre y Beauvoir: La historia de una pareja, de Hazel Rowley (Editorial Lumen), que será entregado en una cena romántica con este tundeteclas en fecha y lugar por definir.

Felicidades a la ganadora. ¡Suertudota!

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Rápida (y no tan breve) crónica de Manzanillo

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El Mosquito esperando ser dinamitado

No acostumbro la crónica de viajes, pero por esta vez haré una excepción. Me salió algo extensa; alguna de las cuatro lectoras de este blog (sí, Araceli, tú, no te hagas) dice que no lee mis posts cuando son muy largos, quesque le aburren. Espero que éste no. Ahí les va.

Aterrizamos en Manzanillo el miércoles por la tarde vía Magnicharters (me tocó, de pura suerte, en primera clase, porque llegué como dos horas antes al aeropuerto). Me dio tiempo para almorzar en el Wings y no quedarme con hambre por culpa del minisandwich y el traguito de vodka que dieron durante el vuelo.

Me estaban esperando dos muchachos (uno de ellos el presidente) del flamante Instituto de la Juventud de Manzanillo, que le hicieron el paro al también flamante Director del Instituto de Cultura del municipio, Avelino Gómez, para recibirme y llevarme al hotel. Aproveché el largo trayecto del aeropuerto al centro para saciar un poco mi curiosidad y admirar el heterogéneo paisaje de la localidad. Me pasearon y enseñaron buena parte del puerto, donde todo queda lejos, ya que está extendido a lo largo de la costa.

Al llegar al centro lo primero que se avizora es una estructura gigantesca de color azul, que quiere semejar a un pez vela. Con temor de acertar, pregunté: “¿Es de Sebastian, verdad?” Sí, inconfundible su “estilo escultórico”. A los lugareños no les gusta el adefesio, al que con justicia bautizaron como “el mosco del paludismo”. Me contaron que con la anterior administración hubo un problema aún no aclarado de desvío de recursos por la construcción de la escultura. Poco después les propuse que armáramos una organización clandestina dedicada a dinamitar todas las mamarrachadas monumentales con las que Sebastian se ha encargado de afear el paisaje urbano de México. Nadie secundó mi idea, parecían resignados a vivir con esta monserga que les echa a perder la vista a su hermosa bahía.

Apenas llegué a la habitación del Hotel Colonial (tan colonial que no tiene elevador, ni contactos trifásicos, ni red inalámbrica para Internet, ni control remoto para la tele, ni botellas de agua en las habitaciones, pero en donde me dicen que Alberto Isaac filmó una película sobre el famoso episodio de Chinto El Violento), y a las cuatro en punto sonó el teléfono. Era Avelino, quien ya me esperaba abajo para ir a la sesión del taller de cuento. “¿Qué? Si fumas, aprende a controlarla”, tuve ganas de decirle, pero lo consideré imprudente si todavía ni lo conocía en persona. Resulta que el buen Alberto Chimal no pudo llegar ese día sino hasta el siguiente porque andaba en Oaxaca, así que decidieron que lo sustituyera en esa primera clase. Menos mal que me avisaron con la debida anticipación, porque yo nada más traía preparada la ponencia de la noche. Pero como yo nunca me rajo y soy un inconciente, acepté sin hacerla mucho de tos.

No obstante, no es que sea un irresponsable, pero no tenía N.P.I.S.A. (ni peregrina idea sobre el asunto) de cómo se le hace para nomás empezar un taller que luego va a concluir otro, así que apliqué el viejo truco de ganar tiempo con las presentaciones. De esta manera, mientras ponía cara de muy interesado, pude ordenar mis ideas y salir avante. Creo que los asistentes al taller ni se dieron cuenta de mi pánico escénico y la sesión fue provechosa. Por lo menos, de lo que sí estoy seguro es que se rieron mucho con mis comentarios sobre el hecho de que a las musas hay que esperarlas trabajando, para que te susurren al oído: “Escribe esto, pendejo”.

Como participante del encuentro estuvo Gabriela Alegría, conocida en el bajo mundo de la blogósfera como su Alteza Princesa Gato. Le dije: “Ah, con que tú eres la famosa Gabriela Alegría”, y como que se sorprendió de que alguien la conociera por el blog. En persona me la imaginaba algo así como una chavita desmadrosa, pero resulta que es un mujerón, altota, de tez muy blanca, mirada y sonrisa dulce, y ya toda una señora casada, estudiante del diplomado de SOGEM y becaria del FECA local. Está trabajando en un libro de cuentos sobre personajes en un manicomio. El cuento de "Eunice", que fue el que le oí leer, es buenísimo. Ya ven: no hay que dejarse llevar por todo lo que lee uno en los blogs.

A las ocho de la noche estaba programada una charla sobre narrativa contemporánea, al alimón con la maestra y escritora Guillermina Cuevas, con quien tuve la oportunidad de platicar largo y tendido durante toda mi estancia. Intercambiamos libros, vivencias y cotorreamos de lo lindo. Ella me dio un ejemplar del famoso diccionario bilingüe de Mary Grottos and lovers (que ya reseñaré en otro post), y me prometió que me enviará ejemplares de otros de sus libros.

Con todo el ajetreo, no me había dado tiempo de comer y fuimos a cenar. Yo me atasqué con chilaquiles y un filetote de pescado empanizado. Por el calor y la cena ligera, no pude dormir bien. Tuve sueños raros y a las seis ya no pude pegar ojo. Bajé a desayunar y de inmediato nos fuimos al CET del Mar, donde leímos cuentos y obtuvimos una respuesta algo tibia por parte de los estudiantes. Regresamos al centro y Avelino me pidió que tallereara individualmente con algunos de los alumnos. Me senté en las mesas del Chantilly, con vista al malecón, con Alfredo Hermosillo, filósofo y traductor del ruso, recién desempacado de las gélidas estepas rusas. Está iniciando una serie de textos muy buenos, titulados “Teoría de Budapest”, que son una especie de crónicas apócrifas sobre autores, obras y episodios de su estancia en Rusia.

Desde que llegué me habían informado que ineludiblemente tenía que visitar dos lugares: el Tiburón Blanco (un antrazo de mala muerte, con historias escalofriantes de marineros acuchillados y prostitutas decadentes, que finalmente ya no pudimos conocer) y el antro donde presentara su espectáculo Sherezai (no sé si así se escribe), una odalisca de proporciones míticas. Tanto me hablaron de ella que llegué a dudar de su existencia y pensé que más bien fuera una alucinación colectiva o una leyenda urbana, porque nadie sabía con anticipación donde se presentaría, pero a donde iba se llenaba el lugar.

Ya en la noche se armó el plan más en forma para el guateque. Fuimos al Bora, un bar con vista a la playa, donde supuestamente habría un grupo muy bueno de reggae, pero ese día no fue a tocar y en su lugar llegó una bandita pseudo pop con una niña de muy buen ver pero de pésimo cantar. Algunos dijeron que sus berridos los entonaba en español, pero yo estaba casi seguro que lo hacía en alguna clase de irreconocible lengua muerta.

Fuimos a cenar en una taquería que atendían sólo mujeres y un mariposón. Allí nos enteramos del lugar donde Sherezai estaría esa noche: en el “Chicas, chicas y más chicas”, un bar con table enclavado en una cañada con vista a la bahía. Nos lanzamos. Nada del otro mundo.

Las pupilas bailaban con desgano, no le rendían la adecuada pleitesía al Dios Tubo y el ambiente estaba algo desangelado, hasta que apareció Sherezai, una guapa mujer de rizada y rubia cabellera teñida (me recordó a Dee Snider, el cantante de Twisted Sister) y unos apéndices delanteros inquietos como dos cachorritos que querían salir de la prisión de encaje a la que estaban confinados. A la usanza de las antiguas vedettes, Sherezai no se desnuda: su espectáculo es la sonrisa, el canto y el baile; la insólita agitación telúrica de sus turgencias, como antes la exótica Tongolele y hoy la colombiana Shakira. Algún miembro despistado del respetable, exigió: “¡Pelos, pelos!”, pero ella sólo le contestó, dueña de la situación: “Ahorita te traigo una peluca”.

Al día siguiente, de nuevo lectura, ahora en uno de los campus de la Universidad de Colima, y más tallereo, ahora con Melquíades Durán, maestro e historiador, a quien me habían presentado como autor de haikús, pero luego supe que también es narrador y pintor. Sus cuentos, casi todos ellos trágicos, con personajes obsesionados por la sangre y la muerte, son buenos, pero requerirán algunos ajustes para que se convirtieran en muy buenos o excelentes. También platicamos largo y tendido con Alberto Llanes, periodista y escritor, cronista de polendas y ácido humor, colaborador de Milenio Colima y estudiante del diplomado de SOGEM.

Todo estuvo muy bien hasta que llegó el evento de clausura del Encuentro: una lectura de poemas de Griselda Álvarez en voz de la actriz Irma Dorantes (“diva de la época de oro del cine nacional”, dirían los mamones presentadores de Televisa). Qué martirio tan atroz. Durante más de una hora, la última señora de Pedro Infante se dedicó a destrozar la de por sí gris poesía terminal de doña Gris. A leguas se veía que la Dorantes en su vida había leído la obra de la primera gobernadora que ha tenido México, o peor: que en su vida había leído en voz alta texto literario alguno.

Pensé seriamente en acusar al INBA, al CONACULTA o a quien resultara responsable de tan artero ultraje de lesa poesía, por maltrato psicológico y rudeza innecesaria ante la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Llegó un momento en que se me ocurrió fingir un ataque de epilepsia para acabar con tamaña tortura, o ya de plano pasar al frente y arrancarle el micrófono para que acabara de una vez ese atentado al indefenso público ahí presente, pero alguien me sugirió prudencia: tal arrebato podría cerrarme las puertas de por vida o por lo menos en este sexenio a cualquier tipo de apoyo, beca o premio a cuenta del erario. Así que preferí algo más sensato: salirme, como ya lo habían hecho otros antes, con el pretexto del calor o de una oportuna llamada al celular.

La noche culminó en el concurrido Bar Social (el único lugar abierto en el centro después de las 11 de la noche), con su famosa barra circular de mármol y un pícaro mesero que alburea a los clientes y le gusta recitar versos de poetas improbables. Allí, el calor y las copas nos llevaron a desvaríos tales como planear la bio-pic de Carlos Monsiváis, con Luis Miguel como protagonista, dirigida al alimón por Del Toro, Iñárritu y Cuarón (con participación especial de Tarantino y Oliver Stone); un cast multitudinario, tipo Robert Altman, con Salma Hayek como Sari Bermúdez; los Mascabrothers (caracterizados como la Jitomata y la Perejila) como Octavio Paz y Carlos Fuentes; Diego Luna como Aguilar Camín y Gael como Enrique Krauze. Ah, y los Bichir (en una aparición especial) como los gatos del Monsi, o algo así (tampoco es cosa de exigir tanta precisión porque este tundeteclas ya se estaba durmiendo).

Para el sábado, día del regreso, hice mi gustado performance del escritor-maldito-evidentemente-crudo-y-desvelado, y junto con Alberto Chimal logramos escabullirnos para no coincidir ni en el aeropuerto ni en el avión con la señora Dorantes. No fuera a ser que le diera por contarnos anécdotas interminables con el Ídolo de México.

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martes, marzo 20, 2007

Los gringos NO son estúpidos



Este video sólo demuestra una cosa:

Los gobernantes son reflejo fiel del pueblo al que representan.

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Antipelliceriana

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El mundo envejece conmigo.
Está dejando de ser joven.

Va a cumplir 40 años.

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lunes, marzo 19, 2007

II Encuentro de Narradores Jóvenes en Manzanillo

Con la novedad de que el miércoles 21 nos vamos a Manzanillo, Colima, al II Encuentro de Narradores Jóvenes, donde participaremos en una mesa redonda sobre Narrativa Contemporánea, al lado del gran Alberto Chimal y de Guillermina Cuevas.

La cita es en el Salón del Cabildo de la Presidencia Municipal de Manzanillo a las 20:00 hrs., así que por allá andaremos.

Si quieren consultar todas las actividades del IV Festival del Centro Histórico de Manzanillo, del que forma parte dicho encuentro, pueden visitar el blog de Avelino Gómez.

Día Siete le entra al blog

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La revista Día Siete (que en el DF se distribuye todos los domingos junto con El Universal) está decidida a entrarle de lleno a la Internet.

Aunque su sitio web no es lo que se podría decir muy novedoso, sino más bien sólo informativo y promocional de los contenidos que aparecen cada semana (no incluye un archivo de números anteriores y los artículos sólo se pueden leer en PDF), han abierto varios blogs para sus colaboradores más frecuentes.

Tenemos así, el blog de Jorge Zepeda Patterson, director de la revista y columnista de El Universal, con contenidos fundamentalmente de corte político.

También está el de Alejandro Páez Varela, sudirector de la revista, y el de la periodista Lydia Cacho, la misma que destapó la cloaca de la relación de políticos con la pederastia y la pornografía infantil y que sufrió la represión y abuso de poder del infame góber precioso de Puebla.

Además están los blogs de dos escritores y grandes amigos que colaboran consuetudinariamente en la revista: Mauricio Carrera (para los que no lo conocen, pueden leer una semblanza hecha por él mismo aquí) y Javier García-Galiano.

También desde ahi se puede tener acceso a unafuente.com, sitio edicado a los profesionales de la información que funciona desde 2000.

Lamentablemente hasta el momento la mayoría de los autores de los blogs se dedican a reproducir los artículos que publican en la revista o en otros lados, y el diseño de todos ellos es muy parecido.

Ojalá que conforme vayan agarrando práctica, los materiales se vuelvan más interesantes e incluyan contenidos especialmente escritos para el blog. De cualquier forma, enhorabuena.

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Es cabrón ser Sabines

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Con el poeta en el Teatro Ferrocarrilero el 21 de marzo de 1998

Hoy hace 8 años, el 19 de marzo de 1999, falleció Jaime Sabines, uno de los más grandes y queridos poetas que ha dado este país.

Este tundeteclas tuvo la suerte de entrevistarlo exactamente un año antes de su deceso, en un recital del que ya he dado cuenta en otro lugar.

Aquí les dejo un poema en memoria del maestro escrito hace ya algunos años.

(Si quieren leer más poesía de este tundeteclas, pueden ir a Oficio de Arder).

ES CABRÓN SER SABINES

por Guillermo Vega Zaragoza

A Jorge, por el título.
Cuando escribes
te abres el pecho
y paseas el corazón por la página,
manchones de sangre
encuentran la forma de la vida.

Dices amor y dices muerte.
Dices dolor y dices paz.

Espejos gemelos
reflejando el mismo lado
abominable
del abismo que nos une
en una infeliz danza de arcángeles.

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jueves, marzo 15, 2007

Poetas toman por asalto la blogósfera

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Ha sido un verdadero gusto encontrar que dos grandes y admirados poetas han abierto sus propios blogs: Tomás Segovia y Alejandro Aura.

Lo más interesante es que no se trata de los típicos blogs corporativos, hechos por encargo de las agencias literarias o las editoriales para promover la venta de libros, sino de espacios genuinamente alimentados por ambos escritores con poemas, artículos y reflexiones escritos expresamente para esos espacios.

Del blog de Segovia me enteré por un correo de la maestra Monique Lemaitre, y del segundo por un post del gran Edilberto Aldán. Precisamente en éste último, Edi recuerda "el desdén con que un escritor se refirió a las bitácoras: “ah, los blogs, donde los pobres diablos publican sus cosas".

Bueno, habría que localizar a ese escritor (que debe ser un super best seller, reconocido mundialmente) y avisarle que otros dos "pobres diablos" arribaron a la blogósfera.

Como lo escribí en el comentario que le dejé a Edi, la
discusión sobre el valor de los blogs es vieja e interminable. Pero igual los obreros querían destruir las primeras máquinas de vapor, porque sabían que iban a ser desplazados tarde o temprano.

Todavía le cuelga para que desaparezca el libro y sea sustituido por otra cosa. Es posible que el blog sea una fase transitoria. Pero hay que estar aquí y nosotros ya estamos desde hace un rato, vivitos y blogueando.

Larga vida a sus blogs y a la blogueratura.

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miércoles, marzo 14, 2007

Bush, los burros y los periodistas

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En el fragor de la inútil gira de George W. Bush, presidente del imperio norteamericano, por naciones que considera su “patrio trasero” (Latinoamérica), la agencia de noticias española EFE difundió un despacho en el que daba a conocer un supuesto estudio realizado por el Instituto Lovenstein de Scranton, Pensilvania, que revelaba que el mentado Bush es el mandatario con menor coeficiente intelectual de todos los que han gobernado ese país en los últimos 50 años.

La nota, desde luego, dio la vuelta al mundo. Los periódicos mexicanos la reprodujeron y algunos periodistas se dieron vuelo comentando la información. Sin embargo, al día siguiente, la agencia informativa española envió un aviso de anulación del texto, pues dijo haber comprobado que el informe, “colgado en su página web por el Instituto Lovenstein, es falso”. Es decir, EFE se aventó lo que se conoce en el argot periodístico como “una volada”, una nota sin confirmación.

Las llamadas “voladas” son el pan de cada día en las redacciones de los periódicos y demás medios informativos, por lo que los periodistas saben (o se supone que deberían saber) cómo verificar la credibilidad de las fuentes que les proveen de información.

Lo preocupante aquí es que el dichoso informe del Instituto Lovenstein es una patraña (hoax, en inglés) que anda circulando por correo electrónico a través de Internet desde 2001, y que en ese entonces un diario tan serio como The Guardian de Inglaterra dio como cierto, aunque, al igual que ahora EFE, tuvo que reconocer su error.

Resulta que, al parecer, la chapuza del informe sobre el IQ de Bush resucitó debido a que el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, comentó el dato en Buenos Aires, durante la “contragira” que organizó para hacerle sombra al viaje de Bush por AL. Y EFE se fue con la finta.

Aquí lo curioso es que tal parece que Chávez se cobró inconciente (o concientemente, vaya uno a saber) lo que ya en por lo menos dos ocasiones anteriores le habían hecho dos medios de comunicación al tergiversar sus palabras.

Primero, cuando según The New York Times supuestamente Chávez dijo que el filósofo Noam Chomsky ya había fallecido. Los medios se lo quisieron tragar vivo por “ignorante”, cuando en realidad se debió a un error de traducción. Y más recientemente, la agencia alemana DPA le atribuyó a Chávez palabras supuestamente dirigidas al actual presidente de México, Felipe Calderón, cuando en realidad se refería a George W. Bush, al que llamó "burro" y "gran ignorante".

Este relajo permite reflexionar sobre el papel de los medios informativos en tiempos de Internet. Primero, el hecho de que actualmente la información es difundida a tal velocidad que a veces a los periodistas no les da ya ni tiempo de verificar la autenticidad de las fuentes, con tal de “ganar la nota”.

Segundo, que sin importar esta premura, algunos periodistas sean tan irresponsables como para tomar como un hecho una patraña como la del dichoso Instituto Lovenstein, que está documentada ampliamente en la Internet desde hace años. Hubiera bastado con una simple búsqueda en Google para darse cuenta de ello (que fue lo mismo que hizo este tundeteclas).

Y tercero, la recurrencia del hecho, porque una vez es error, la segunda casualidad, pero la tercera ya marca una clara tendencia.

Me pregunto: ¿Es que algunos periodistas son tan pendejos, huevones o ineptos que todavía no aprenden que no toda la información que circula por Internet es necesariamente cierta, correcta o confiable? Y yo mismo me contesto: sí.

Al parecer muchos periodistas están tan ocupados que no pueden darse el lujo de hacer bien su trabajo y perder unos cuantos minutos en confirmar la información que publican.

Me da risa de pensar en la cara que habrá puesto Raymundo Riva Palacio, columnista de El Universal, cuando se enteró que el dichoso estudio en que se basó para escribir su artículo de hoy era una “volada”. Él tan orgulloso y celoso que se siente de sus “fuentes exclusivas” de información.

Ándele, para que se le quite lo confiadote.

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martes, marzo 13, 2007

“¡Que no te domestiquen!”

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Padre, confieso que he pecado. Fui a ver la película Niñas mal con el único y libinidoso objetivo de ver a Martha Higareda y Camila Sodi. No me importaba admirar sus capacidades histriónicas, sino la posibilidad de que pudieran aparecer en escenas “candentes”. Pero no: a la Mini Martha ya no había mucho que verle desde su primera película y la sobrina de Thalía y Laura Zapata va a vender muy caro su amor aventurera antes de enseñar algo más que su cuerpecito en traje de baño (quizá, por ahí de los 50 años y después de muchas ciruhojalateadas, como Maribel Guardia, se atreva a enseñar los pellejos que le queden).

Pero entonces ¿qué fui a ver? Nada, el enésimo intento fallido de la cinematografía nacional por adaptar la comedia romántico-juvenil gringa a la idiosincracia nacional, o mejor dicho, a la idiosincracia de la juventud de la clase pudiente de México.

Se dio la situación de que la fui a ver el viernes de estreno en la función de las 4 de la tarde en un cine del sur de la ciudad, enfrente de donde trabajo. La sala se llenó con, obvio, jóvenes adolescentes, pocos adultos, en su mayoría jovencitas, muy parecidas, parecidísimas, a las que aparecían en pantalla: bellas, simpáticas, cuyas broncas existenciales más gruesas son del calibre de convencer a su pá o má de que les compren el modelo de celular más reciente, o conseguir reservación en el antro de moda, cosas así de peliagudas y profundas para personas que nacieron con la mesa puesta y no tienen por qué preocuparse cómo le van a hacer para comer mañana, sino más bien para no comer "porque estoy hecha una cerda, weeee" (diálogo reporteado por este tundeteclas).

La historia es muy simple: Adela, hija de un senador aspirante a la gobernatura de la ciudad (hagan de cuenta Marcelo Ebrard, interpretado por Rafael Sánchez Navarro en su gustado papel de siempre; es decir, interpretándose a sí mismo), es una aspirantilla a actriz que quiere “ir a estudiar actuación a Londres, como Gael” (en serio, así lo dice). Pero como es una rebelde desmadrosilla, el potentado supermillonario Vanderburguernstern (o sepa la madre cómo se llame) se niega a apoyar con lana la campaña del senador (hagan de cuenta Slim regatéandole el dinero a cualquier candidato presidencial) si la dichosa hijita no se enmienda. Para ello, el senador (que es todo un as para la negociación, por lo que se puede ver) logra que la Adelita se inscriba en una academia para señoritas (esto parece como de ciencia ficción, pero no: sí es cierto, sí existen ese tipo de cosas en México, D.F., en pleno siglo XXI; leí un artículo al respecto en la revista Chilango), organice una cena para que el ricachón vea que ya es una “niña bien” y le pueda sacar la pachocha. A cambio, el senador la mandará a estudiar aactuación a Londres, “como Gael” y, por supuesto, con el dinero de los contribuyentes, porque ni modo que él lo ponga de su bolsa.

La dichosa academia es dirigida por Blanca Guerra, que parece tener pacto con el diablo como Dorian Gray, porque casi no se le nota la edad y se ve guapísima. También sale Salvador Sánchez en el papel de “monseñor” (se supone que es como el cavernal Rivera o Millonésimo Cepeda, ya que desayuna con el senador y se lleva de a cuartos con puro chipocludo).

En la academia, Adela se encuentra con (¡casualidad de casualidades!) la prometida del hijo del ricachón Vanderbrugensternmarthen (o como jodidos se llame). La nena no es más fresa porque no nació en Irapuato y está celosísima de la asistente de su “gordo” (con justa razón, porque la asistenta es una argentina que ahora sale en el programa Tempranito y está buenísima). También se encuentra a la hija del director de la película (que siempre sale en las pelis de su pá) en el papel de una incipiente roquerita lesbiana, además de la típica niña boba de buen corazón, pero que ya está que se le queman las habas por dejar de ser virgen, y por supuesto, se encuentra la tal Sodi en el papel de una “nerdaza” que estudia economía (de seguro en el Tec o el ITAM), pero tiene una mamá promiscua y agobiada porque su hija nomás se la pasa leyendo y estudiando, y así nunca va a coger marido (en cualquier sentido que quieran darle a la palabra).

Como se trata de una comedia, pues ya podemos imaginarnos que la “niña mal” arma un desmadre, que echa a perder todo el plan, y al final ella lo arregla milagrosamente, porque le cae el veinte de que no hay que ser tan extremista sino que, gracias al amor, se puede triunfar y alcanzar todo en la vida. Punto fin, como diaría mi cuate El Tapones.

En la escena final, cuando la van a despedir al aeropuerto para irse a estudiar actuación a Londres "como Gael", Pía (la Sodi) le grita a la Adela-Higareda: “¡Que no te domestiquen!”, lo que resulta de una profunda ironía, si tomamos en cuenta que esta cinta es la primera producción de la división en México de Sony Pictures. Fernando Sariñana, que se había revelado como un director correcto y muy profesional, que cuida la producción y el concepto visual de sus películas hasta el más ínfimo detalle, y por lo mismo estaba que ni mandado a hacer para dirigir esta primera incursión directa de los estudios norteamericanos en el cine nacional. Se ha dicho en los medios que todos y cada uno de los detalles de la producción fueron supervisados desde Hollywood y que todos los cambios que quisieran hacer se tuvieron que negociar y ser aprobados desde allá. Control absoluto del estudio extranjero, pues. Aún así, se les fueron algunas lagunas en la trama, pero bueno, tampoco se va a poner uno muy exigente con una película de este tipo.

No dudo ni tantito que la película sea el hitazo del año (incluso por encima de los bodriazos Cansada de besar sapos y Efectos secundarios que van por el mismo tenor). Tiene todo para serlo: buena producción, actrices bellas y populares, excelente campaña de medios (están en todas las revistas y programas), etcétera. Pero ¿ese es el futuro del cine nacional? ¿Hacer churros mexicanos con las consabidas fórmulas gringas? ¿Caer en el facilismo ramplón, en la autoindulgencia, en la ausencia de ideas, de tesis, de propuestas? ¿O es que ya nos domesticaron?

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domingo, marzo 11, 2007

Vivir en el error

Esto me llegó por correo-e.

Estoy pensando seriamente en dar un giro a mi carrera de escritor y profesor.

LIMOSNERO VS. INGENIERO

El siguiente, es el levantamiento de datos realizado por un estudiante en Práctica de Ingeniería:

Un semáforo cambia de estado, en promedio, cada 30 segundos (treinta segundos en rojo, treinta segundos en verde). Por lo tanto, por cada minuto, un limosnero tiene 30 segundos de tiempo útil para lograr recibir un mínimo de $2.00.

Con este esquema, en 1 hora de trabajo el limosnero habrá recaudad: (60 minutos x $2.00/minuto)= $120.00/hora. Si el limosnero trabaja 8 horas por día, descansando los domingos, da un promedio de 25 días por mes, lo que deja un ingreso de: (25 días / mes x 8 horas / día x $120.00/hora) = $24,000 al mes ¿Será que ésta es una cuenta absurda...? Ahora bien $2.00 o $3.00 y a los mas generosos los he visto dar hasta $5.00.

Sin embargo, vamos a ser conservadores y asumir que en realidad el limosnero sólo recauda la mitad de la cuenta inicial, o sea: $60.00 hora. Haciendo nuevamente las cuentas tendremos un valor final de $12,000.00/mes.

Esto, equivale al salario promedio bruto de un supervisor de Ingeniería, que se desempeña en una empresa de mediano porte (No hablemos de empleados al servicio del estado para no complicar las cosas); trabajando 48 horas nominales por semana, y aún teniendo que ir los domingos a resolver los problemas de mantenimiento y otros.

De esta forma, cuando el limosnero recibe $5.00 (que no es raro), puede descansar tranquilo debajo de un árbol por lo próximos 9 cambios de luz del semáforo, y sin ningún jefe que lo joda por causa de este descanso en medio de la jornada de trabajo.

Pero hasta aquí todo es teoría... ahora vamos al mundo real:

Con estos datos en mano, fui a entrevistar a una mujer que pide limosnas y que siempre va a cambiar las monedas en una tienda de barrio (a los bodegueros les encanta el sencillo) .

Le pregunté cuánto ella recibía de limosna por día; ¿Saben lo que me respondió?

Pues la cuenta inicial estuvo bastante aproximada:¡¡¡Un promedio de $400.00 a $450.00 diarios!!! Con esto nos queda un ingreso mensual de:(25 días / mes x $400.00/día)= $10,000/mes o de:(25 días / mes x $450.00/día)= 11,225.00/mes, lo que en promedio: da ¡¡¡$10.625.00/mes!!! Y peor aún: ella me dijo que jamás llega a trabajar ni siquiera 8 horas diarias... ni tampoco los 6 dias a la semana

MORALEJA: Es mejor ser limosnero que trabajar como Ingeniero... pedir limosna es mas lucrativo.

Ahhhh... ¡y no pagan impuestos, ni ISPT, ni IMSS, ni rentas de 1ª, 2ª, 3ª, 4ª, 5ª, 6ª, 7ª, 8ª, 9ª categoría! Ni han tenido que estudiar / practicar "X" años.

Entonces, ¿tienes $1.00 que me regales?

PD. Ojo: Y los demás tampoco se salvan. También es válido para contadores, abogados, arquitectos, economistas, N/N, etc., etc., etc.., para tomar en cuenta la próxima que te pidan limosna ¿o NO?

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martes, marzo 06, 2007

Mi no encuentro con García Márquez

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¡Yo también te deseo felicidades, Gabo!

Ahora que todo mundo se anda declarando cuatísimo del Gabo y aseguran que leyeron Cien años de soledad incluso antes de que se le ocurriera escribirla, yo también les voy a contar de mi no encuentro con García Márquez.

Fue hace un par de años. Estaba tomando un café, en el Sanborns de Insurgentes casi esquina con Félix Cuevas, con una amiga (ex alumna que me gustaba mucho y, pues, andaba yo haciendo mi luchita, que no es más que la verdad).

Una figura conocida, vestida toda de blanco, entró acompañada de dos jovencitas, ambas veinteañeras. Se fueron a sentar a una de las mesas del fondo del lugar. De inmediato, el capitán o como se le llame al jefe de los meseros fue a atenderlos diligentemente. Dos meseras se le sumaron y tomaron la orden muy amables.

- ¿Ya viste quién llegó? –le dije a mi amiga, como si maldita la cosa, y le dí un sorbo a mi café.
- No. ¿Quién? -dijo ella, sorprendida.
- Fíjate, allá, al fondo –dije, señalando con la mirada.

Entonces ella se volvió y vio al hombre, platicando animadamente con las dos jovencitas.

-¿Quién es?
- Gabo –dije, como si me llevara de a cuartos con él desde los tiempos en que andaba descalzo jugando en las polvosas calles de Aracataca.
- ¡Noooooooooooo! –dijo, incrédula- ¿El de Cien años de soledad?
- ¿Qué, hay otro? –dije yo.
- ¿Y tú te quedas así, tan tranquilo? –dijo, como si el hecho de estar a unos pasos de un Premio Nobel fuera un pretexto perfecto para saltar y berrear de júbilo.
- ¿Por qué no? ¿Qué tendría que hacer?
- No sé –dijo, tratando de encontrar algo en su bolso-. Pedirle su autógrafo. Entrevistarlo.
- ¿Y yo por qué lo voy a entrevistar, si la que está estudiando para periodista eres tú?
- Tienes razón –dijo, sorprendida de haberse topado de nuevo con su profesión-. ¿Pero estás seguro que es él?

Miró de nuevo fijamente hacia el fondo del lugar. No había duda: tenía el bigote, los lentes y la cara de García Márquez.

- Claro –dije, muy seguro-. Si no me crees, pregúntale al capitán.

Llamó al tipo, que estaba muy entretenido platicando con la cajera y mirando en dirección al Gabo, igual que nosotros. Pero, en el lugar a medio llenar, nadie más parecía hacerle el menor caso a ese anciano que, a juzgar por las carcajadas, se la estaba pasando bomba con las que podrían ser sus nietas o sobrinas.

- Dígame, señorita. ¿Le falta algo? –dijo él, muy atento.
- Oiga: ¿ese señor de allá es quien yo creo que es? –dijo ella, ya en su papel de reportera del crimen.
- ¿Quién, señorita? –dijo el capitán.
- Aquél, allá –dijo ella, señalando con la lengua dentro del cachete-. ¿Es Gabriel García Márquez, verdad?

El capitán le dedicó una mirada recriminatoria, como invitándola a no ingerir sustancias psicotrópicas si no estaba preparada para ello.

- No, señorita, no es.
- ¿Deveras no es?
- No, señorita, no es.
- ¿Me lo jura?
- No es, señorita, se lo juro –dijo el capitán, encaminándose a la impaciencia-. ¿Algo más?
- No, gracias –dijo ella, y su cara, antes luminosa, se ensombreció con una leve tristeza.

El capitán se retiró con una sonrisa fingida en el rostro. Entonces yo estallé en una carcajada. Ella me aventó una servilleta a la cara, pero cayó en mi taza de café. La sacudí y la salpiqué, y ella también rió.

- Eres de lo peor. Te gusta jugar conmigo –dijo, enmohinada.
- ¿Por qué dices eso? Sí es García Márquez, pero el mesero debe tener instrucciones de negarlo para que no lo molesten.

Ella prefirió ya no creerme. Por momentos olvidamos al creador de Macondo y él siguió platicando con las chicas. Hasta que un rato más tarde, se levantaron, se encaminaron a la caja, pagaron y salieron. Creo que mi amiga ni siquiera se enteró.

Medio minuto después, mi amiga se levantó y dijo que iba al tocador. Yo pedí más café. Mi amiga se tardó algo más de lo que suelen demorarse las mujeres cuando van al tocador, pero no me pareció extraño.

Regresó con una sonrisa que casi le enjuagaba las orejas.

- Lo vi –dijo mientras se sentaba.
-¿A quién?
- A Gabo. Sí era él.
-¿Ves? Te dije.

Me contó que Gabo estaba curioseando en la sección de libros. Entonces, ya más de cerca, lo reconoció. Pero aún así, le preguntó: “¿Es usted Gabriel García Márquez?” Y él le respondió: “Parece que sí”. Mi amiga le dijo que lo admiraba mucho, que amaba sus libros y que le daba mucho gusto conocerlo en persona. Él le preguntó su nombre y a qué se dedicaba. Ella le dijo que estudiaba comunicación en la Universidad. “¿Comunicación? ¿Y allí qué enseñan?” Ella trató de explicarle en qué consistía, y él la escuchó con paciencia hasta que le dijo: “¡Qué cosas tan raras enseñan ahora en las universidades!” En eso salieron del baño las dos chicas que lo acompañaban. Gabo se despidió muy amablemente con un beso y un apretón de manos.

- ¿Y te dio su autógrafo? –dije.

Entonces ella volvió por fin de su embeleso.

- No se me ocurrió –dijo, un poco apenada.
- Pero sí le pediste una entrevista, ¿verdad?
- Nnnno –ahora sí, de plano muy apenada.
- Valiente periodista –dije yo, y me eché a reir de buena gana. Esta vez ya no me aventó la servilleta a la cara.

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domingo, marzo 04, 2007

Honoris Causa a Gonzalo Rojas

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La Universidad del Valle de México decidió otorgar el Doctorado Honoris Causa al excepcional poeta chileno, Gonzalo Rojas Pizarro.

La ceremonia se llevará a cabo el martes 20 de Marzo en punto de las 17:45 horas en el Auditorio Jaime Torres Bodet del Museo Nacional de Antropología e Historia (Chapultepec).

La información sobre el poeta y el formato de apoyo para su postulación al Premio Nobel de Literatura puede ser obtenida en la página de la Universidad Andrés Bello, en las direcciones siguientes:

www.gonzalorojasnobel.cl
www.gonzalorojasnobel.cl/postulacion.asp

Hablamos de uno de los más grandes exponentes de la literatura en lengua castellana; si desean conocer o profundizar su obra, pueden visitar esta página: http://www.gonzalorojas.uchile.cl/

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De antojos y telepatía

Íbamos en el automóvil. Ella al volante. Yo le contaba, animado, la película que había visto apenas. Pasamos frente a una panadería. Con un entusiasmo digno de una causa mayor, interrumpió a la mitad de una frase:

- ¡Mira! ¡Se me antojó un pan! ¡Qué ganas me dieron de un pan!

- Ah –exclamé yo, mientras el auto seguía de largo. Ya no terminé el relato de la película. Después de unos segundos de silencio, comenzamos otro tema.

Cuadras más adelante, pasamos frente a un puesto callejero de elotes. Lo mismo:

-¡Qué antojo tengo de un elote!

Pero tampoco nos detuvimos y seguimos de largo. Otra vez el silencio, incómodo. Hasta que llegamos a nuestro destino, la cena en casa de un amigo.

Bajamos del auto y toqué el timbre. Quise tomarla de la mano, pero ella rechazó el contacto, airadamente.

- ¿Ahora qué? –dije.

- ¿Por qué eres así? –dijo. Parecía como si yo le hubiera hecho algo atroz, que le había lastimado muchísimo.

- ¿”Así”, cómo? –dije, perplejo.

- Dos veces te dije que tenía antojo y ni me pelaste. Te dio igual –hizo un puchero infantil.

- ¿Y qué debí haber hecho, según tú? – dije, algo divertido, no mucho.

- ¡Bajarte y traerme lo que quería! –indignada e impaciente ella, ante mi imperdonable falta de atención.

- ¡Pero si tú eras la que venía manejando! ¡Ni siquiera mostraste la intención de detener el auto! –dije, entre confundido y desesperado.

- ¡Eso no es pretexto! ¡Debiste decirme que me detuviera, bajarte y traerme lo que quería! –de plano ya estaba llorando, desconsolada.

Reí, enternecido y nervioso al mismo tiempo. La atraje hacia mí para abrazarla, pero en eso abrieron por fin la puerta: ella se dio media vuelta y se metió a la casa. Yo me quedé afuera, patidifuso.

Encendí un cigarro para tranquilizarme. Lamenté como nunca no poseer el don de la telepatía.

Entré a los pocos minutos.

Ella reía animadamente en medio de un corrillo de invitados que parecían escucharla con genuina atención.

Algunos comensales me dedicaron miradas reprobatorias. Me hubiera gustado podido leerles a ellos también la mente.

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Una película de pelos

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Antes solía enojarme, pero ahora ya hasta me da risa. La obsesión de los imbéciles distribuidores (o quien sea el responsable) de ponerle títulos explicativos a las películas en lugar de respetar el original. Lo hacen porque creen que la gente en nuestro país es estúpida (no dudo que muchos lo sean, pero no todos ni la gran mayoría) y no va a poder entender o no se va a sentir atraída por un título como, digamos, “Thelma y Louise” y prefirieron ponerle “Un final inesperado”. ¡Claro que es un final inesperado! Al final las mujeres del título original deciden tirarse por un acantilado en un auto (perdón si no la han visto: me encanta arruinar las películas contando el final, jeje). Sólo porque es archiconocido el nombre de Titanic le dejaron el título; si no, de seguro le ponen “El naufragio de un gran amor”.

Ahora los muchachones encargados de ponerle títulos en español a las películas (me los imagino jóvenes, rozagantes, vistiendo a la moda, egresados de alguna universidad de élite, pensando: “¿Y ahora cómo le hago para que estos pinches nacos vayan a ver esta película aburridísima? Ah, ya sé. Haré lo que me enseñó mi jefe: utilizaré palabras como amor, misterio, pasión, locura, etcétera, sentimientos simples que hasta yo entiendo sin necesidad de que me los expliquen”) hicieron de las suyas con “Fur: An Imaginary Portrait of Diane Arbus”, que debería llamarse “Pelos: Un retrato imaginario de Diane Arbus”, pero prefirieron ponerle “Retrato de una pasión”, y ahí terminó de joderse todo.

Y digo que terminó de joderse porque la idea de la película en sí no es mala: sin ser una biografía estricta (más bien es una invención a partir de ella), es una gran metáfora de la vida de esta fotógrafa, que decide dejar su vida perfecta y aburridísima para sacar a flote sus obsesiones a través del arte y escandalizar las conciencias burguesas, retratando freaks, fenómenos, de la vida cotidiana de las calles y los bajos fondos de Estados Unidos: enanos, gigantes, siameses, retrasados mentales, travestis grotescos, personas comunes y corrientes pero desnudos, niños con granadas en el parque, entre otras linduras.

El director es Steven Shainberg, quien ya había hecho al estupenda “Secretary” en 2002, con la bellísima Maggie Gyllenhall y el gélido James Spader, en el papel de la pareja perfecta: un sádico y una masoquista. Ahora, de nuevo, trata de contar la historia de otra pareja perfecta: el artista y su obsesión, personificada. Y la obsesión de Arbus es un fenómeno con hipertricosis, es decir, un hombre peludo, pero lo que se dice peludo, como el hombre lobo o el Tío Cosa de Los Locos Addams.

La premisa es muy clara y sencilla: como las capas de una cebolla, debajo de la obsesión hay un misterio que se nos va develando y debajo del misterio está la belleza. Nuestro peludo amigo usa máscara y se esconde de las miradas indiscretas, y luego la incipiente fotógrafa le rasura todo el cuerpo para encontrar a un bellísimo efebo debajo de tanto pelambre. A él nunca lo fotografía como hombre peludo sino hasta que ya está rasurado. La metáfora está completada: el misterio del amor y la belleza es el verdadero fenómeno, lo que inquieta y perturba a las buenas conciencias. Nomás hay que rascarle un poco y conseguirse una navaja bien afilada y una buena cámara fotográfica.

Todo eso estaría muy bien si el director no hubiera escogido a Nicole Kidman para personificar a la protagonista. Trato de entender el chiste: la Kidman es tan bella que en sí misma resulta un freak, un fenómeno, una anomalía, pero un fenómeno bello al fin y al cabo, objeto del deseo de muchos (entre los que me incluyo), y resultaba buena para realzar el contraste entre tanta fealdad exterior e interior de los demás personajes.

Pero la cosa es que Nicole Kidman, desde que le dieron el Oscar por una nariz (la de Virginia Woolf) ya se creyó eso de que es muy buena actriz, y la verdad es que nomás no. Es agradable verla en pantalla, su rostro es de los más hermosos del mundo, pero se queda muy corta a la hora de transmitir emociones; por más que se esfuerce apenas tiene chispazos. Lo suyo son las miradas supuestamente intensas y los pucheros. Ésos sí le salen muy bien, pero son un recurso muy limitado a la hora de actuar emociones más complejas.

Y obviamente quien se la lleva de calle es Robert Downey Jr., el peludo enmascarado, quien logra cautivar nomás con la voz, la mirada y el lenguaje corporal. El chaparrín es un gran actor, pero con unos conflictos interiores que no podido manejar adecuadamente y han dado al traste con una carrera que podría haberle salido mil veces mejor. Sin embargo, precisamente esas broncas le han dado unos rasgos de hombre torturado (ya tiene el rostro arrugado, pues) que le sirven muy bien para papeles como éste.

Por otra parte, personalmente como espectador, me sentí esquilmado. La película abre con una provocación: la Kidman como la Arbus acude a un campo nudista para fotografiar a los asistentes. La recibe una pareja, obviamente, desnuda y le dicen que sí puede sacar las fotos, pero tendrá que desnudarse también. Corte a lo demás, y al final sólo vemos de lejitos a la Kidman encuerada. Ni un pezoncito ni una nalguita ni un desnudo frontal ni nada. ¡Carajo! ¿Qué le costaba enseñar su palmito si ya lo había hecho abiertamente en “Ojos bien cerrados” hace unos años? ¿Por qué ahora la mojigatería de su parte?

Por lo demás, la película es muy buena, la producción está muy cuidada, la fotografía trata de expresar con fidelidad esa visión del mundo torturada y extraña de Diane Arbus, pero por todo lo antedicho no cuaja todo lo bien que debería. Aún así, vale la pena ir a verla.


Si quieren saber más y ver fotos originales de Diane Arbus, vayan aquí.

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viernes, marzo 02, 2007

Palabras de Sartre

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"Como dice la regla, ningún padre es bueno; no nos quejemos de los hombres sino del lazo de paternidad, que está podrido. ¡Qué bien está hacer hijos: pero qué iniquidad es tenerlos!"

Jean-Paul Sartre. Las palabras (Losada, 1964).

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