El corporrock de Metallica
¡Qué bonita familia, qué bonita familia! ¿Quién los viera antes tan briagos y desmadrosos?
Yo no vi en el cine Metallica: Some Kind of Monster, el documental lanzado en 2004 sobre ese grupo de rock pesado, el cual vendió millones de discos en los ochentas y noventas. Es más: no sé si se exhibió aquí. Pero hasta ahora lo he podido ver en DVD y me ha resultado sorprendente.
Se supone que la intención original del film era registrar el regreso del grupo al estudio de grabación después de varios años ausentes. Sin embargo, lo que parecía una buena idea se convirtió en un ejercicio insoportable de autoindulgencia, megalomanía, trivialidad y descarado mercantilismo.
Al inicio de la película, los tres miembros restantes del grupo (el guitarrista y cantante James Hetfield, el baterista Lars Ulrich, y el requintista Kirk Hammet) están reunidos en un cuarto de hotel en San Francisco con el productor del disco, Bob Rock, y un “coach de desempeño”, Phil Towle, contratado por la compañía que representa al grupo para que los “ayude” a resolver sus problemas de relación al interior del grupo, agravados sobre todo porque el bajista del grupo, Jason Newsted, los ha abandonado, ya que Hetfield le prohibió terminantemente que emprendiera cualquier otro proyecto musical fuera de Metallica.
Hetfield y Ulrich se enfrascan en una lucha de poder por el control creativo del grupo, hasta que Hetfield es recluido en un centro de rehabilitación para alcohólicos. La grabación se retrasa por más de un año, hasta que Hetfield sale del tratamiento y quiere establecer nuevas reglas para el grupo; por ejemplo, que nada más trabajen en el estudio desde el mediodía hasta las 4 p.m., para que pueda llevar a las clases de ballet a su hijita, y que NADIE le haga cambios a las canciones hasta que él esté presente.
Ulrich, que también es un egomaníaco, además de control freak (maniaco del control) y workaholic (trabajólico), no entiende por qué tiene que ceder a las necesidades de Hetfield, mientras él la está pasando del carajo (aunque no lo diga), ya que el grupo ha perdido miles de fans luego de que Ulrich emprendiera su batalla en contra de Napster (el sistema de para compartir canciones por Internet), que llevó a la clausura de esta compañía. Hammet, por su parte, es el más centrado: se dedica a recluirse en su rancho, surfear e ir a un curso de manejo.
Finalmente, el grupo logra sacar adelante las grabaciones del nuevo disco, reclutan a un nuevo bajista y deciden que ya no necesitan más al “coach” (al cual le pagan 40,000 dólares al mes) y lo despiden. Éste cree que su trabajo no ha terminado y se aferra a seguir con ellos, pero de todas formas lo mandan a volar. El disco resultante fue St. Anger, que recibió críticas adversas, por su descuidado sonido y porque no se incluyeron los veloces solos de guitarra que hasta entonces habían sido el sello musical del grupo.
Para empezar, hay que destacar que para el film entrevistan a Jason Newsted, el ex bajista, quien revela que también decidió salir del grupo porque iban a contratar un terapeuta para resolver sus problemas personales, lo que para él resultaba contradictorio para un grupo al que le apodaban Alcohollica (por sus excesos etílicos durante las giras) y cuyas canciones hablan de temas oscuros, sobre odio, rabia, rebeldía y descontento con la vida. “Eso de la terapia es para maricones”, nomás le faltó decir al ex bajista.
Además, la idea de la terapia vino de la compañía representante, y no de los miembros del grupo. Es evidente que a los representantes les preocupaba que se les fuera acabar el negocio si el grupo se separaba definitivamente. Resultan a veces hilarantes, a veces enternecedoras, a veces insoportables, las sesiones de grupo donde el coach trata de que los músicos dialoguen y “hagan contacto con sus sentimientos”.
De repente, me sentí en una de esas reuniones de alta dirección donde, después de que el dueño de la empresa les pone una cagotiza a los empleados por no alcanzar los objetivos de ventas, les traer a un “motivador” para que aprendan a trabajar en equipo y se conviertan en “ejecutivos triunfadores”. Es decir, la ideología de “excelencia” de Miguel Ángel Cornejo trasplantada al rock.
¿Qué sigue? ¿Las sesiones psiquiátricas de Axl Rose transmitidas en vivo por MTV? ¿Una película sobre las juntas de negocios para armar la siguiente gira de los Rolling Stones ó U2? ¡Que Dios nos coja confesados!
(Por cierto, antes de trabajar con Metallica, al tal “coach de desempeño”, Phil Towle, le fue revocada su licencia de la asociación de terapeutas por “conducta profesional impropia”, ya que una de sus clientas lo acusó de que insistía en continuar la terapia cuando ella sentía que ya no la necesitaba. Lo mismo iba a suceder con Metallica, pero Ulrich y Hetfield lo mandaron a volar, a pesar de su insistencia en que todavía lo necesitaban).
En una de las varias de las escenas climáticas, Ulrich simple y sencillamente le grita histéricamente a unos milímetros de la nariz “¡Chinga a tu madre!” (“Fuck you!”) a Hetfield y éste no se inmuta en lo más mínimo. (Si alguien me lo hace a mí, simple y sencillamente me paro y le parto el hocico, por muy “cuate” o “amigo” que sea el cabrón histérico, o por mucha terapia en la que estemos).
Otra escena es la del encuentro de Ulrich con Dave Mustaine, el primer guitarrista del grupo, al cual corrieron por borracho, drogadicto y violento. A él sí no le dieron oportunidad de que asistiera a rehabilitación y ha tenido que vivir con el estigma de ser “el ex Metallica fracasado”, viendo cómo sus ex colegas se hinchan de lana, mientras él apenas vende discos con su banda Megadeth. Y Ulrich todavía pone cara de sorprendido ante las dolorosas netas que le dice Mustaine; “No tenía ni idea de que sintieras eso”. Bah, otro perro con ese hueso.
Luego de ver el larguísimo documental (y chutarse el DVD con los extras, que duran casi lo mismo que la película), uno se pregunta qué hubiera pasado si los Beatles hubieran contratado a un terapeuta para resolver sus problemas y luchas de poder. En Let it be, que empezó también como un documental sobre la forma en que trabajaban en el estudio, resulta evidente el ambiente tan deteriorado en el que ya se encontraba el grupo, con la incómoda omnipresencia de Yoko Ono, los ego trips de Paul McCartney, la frustración de George Harrison y el valemadrismo de Ringo Starr. La diferencia es que ahí eso se manifiesta muy a pesar de los esfuerzos del grupo por parecer precisamente eso, cuando ya no lo eran. Esa película es un documento histórico sobre la disolución del más influyente grupo de rock que ha existido. Y aún así, después de eso hicieron su mejor disco en años, Abbey Road, su verdadero testamento musical.
En el caso de Metallica, nos encontramos con la descarada manifestación de la insaciable avaricia de las corporaciones de la industria musical, a las cuales les importan un bledo las tragedias personales y las genuinas búsquedas artísticas. Lo único que les importa es vender, así se tengan que ventilar públicamente los calzones sucios y las terapias matrimoniales de los roqueros que alguna vez significaron algo para sus fans, antes de convertirse en simples mercachifles musicales.
Etiquetas: FANATISMOS, LO VI CON MIS PROPIOS OJOS, URGENTES ASUNTOS SIN IMPORTANCIA, YO NO LO DIJE
4 Comments:
Por un momento leí "El coprorrock de Metallica", que también hubiera sido un buen título.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Lo dicho: El exceso de mercadotecnia siempre destruye al espíritu del arte. Yo por eso dejé de tocar. ¿Ya dije que detesto a los mercadólogos?
oye anormal, parece que tu no sabes nada de metal, megadeth vende tanto como metallica, esos gays (excepto cliff) su quedaron con las canciones de dave !!!......y su resentimiento es entendible, pero el tiene sufienciente para enorgullecerse de su propia carrera, dave mustaine solo es grande!!! los otros gays de metallica solo son un monton de vendidos y mercantilistas.
grande dave!!!
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