martes, marzo 06, 2007

Mi no encuentro con García Márquez

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¡Yo también te deseo felicidades, Gabo!

Ahora que todo mundo se anda declarando cuatísimo del Gabo y aseguran que leyeron Cien años de soledad incluso antes de que se le ocurriera escribirla, yo también les voy a contar de mi no encuentro con García Márquez.

Fue hace un par de años. Estaba tomando un café, en el Sanborns de Insurgentes casi esquina con Félix Cuevas, con una amiga (ex alumna que me gustaba mucho y, pues, andaba yo haciendo mi luchita, que no es más que la verdad).

Una figura conocida, vestida toda de blanco, entró acompañada de dos jovencitas, ambas veinteañeras. Se fueron a sentar a una de las mesas del fondo del lugar. De inmediato, el capitán o como se le llame al jefe de los meseros fue a atenderlos diligentemente. Dos meseras se le sumaron y tomaron la orden muy amables.

- ¿Ya viste quién llegó? –le dije a mi amiga, como si maldita la cosa, y le dí un sorbo a mi café.
- No. ¿Quién? -dijo ella, sorprendida.
- Fíjate, allá, al fondo –dije, señalando con la mirada.

Entonces ella se volvió y vio al hombre, platicando animadamente con las dos jovencitas.

-¿Quién es?
- Gabo –dije, como si me llevara de a cuartos con él desde los tiempos en que andaba descalzo jugando en las polvosas calles de Aracataca.
- ¡Noooooooooooo! –dijo, incrédula- ¿El de Cien años de soledad?
- ¿Qué, hay otro? –dije yo.
- ¿Y tú te quedas así, tan tranquilo? –dijo, como si el hecho de estar a unos pasos de un Premio Nobel fuera un pretexto perfecto para saltar y berrear de júbilo.
- ¿Por qué no? ¿Qué tendría que hacer?
- No sé –dijo, tratando de encontrar algo en su bolso-. Pedirle su autógrafo. Entrevistarlo.
- ¿Y yo por qué lo voy a entrevistar, si la que está estudiando para periodista eres tú?
- Tienes razón –dijo, sorprendida de haberse topado de nuevo con su profesión-. ¿Pero estás seguro que es él?

Miró de nuevo fijamente hacia el fondo del lugar. No había duda: tenía el bigote, los lentes y la cara de García Márquez.

- Claro –dije, muy seguro-. Si no me crees, pregúntale al capitán.

Llamó al tipo, que estaba muy entretenido platicando con la cajera y mirando en dirección al Gabo, igual que nosotros. Pero, en el lugar a medio llenar, nadie más parecía hacerle el menor caso a ese anciano que, a juzgar por las carcajadas, se la estaba pasando bomba con las que podrían ser sus nietas o sobrinas.

- Dígame, señorita. ¿Le falta algo? –dijo él, muy atento.
- Oiga: ¿ese señor de allá es quien yo creo que es? –dijo ella, ya en su papel de reportera del crimen.
- ¿Quién, señorita? –dijo el capitán.
- Aquél, allá –dijo ella, señalando con la lengua dentro del cachete-. ¿Es Gabriel García Márquez, verdad?

El capitán le dedicó una mirada recriminatoria, como invitándola a no ingerir sustancias psicotrópicas si no estaba preparada para ello.

- No, señorita, no es.
- ¿Deveras no es?
- No, señorita, no es.
- ¿Me lo jura?
- No es, señorita, se lo juro –dijo el capitán, encaminándose a la impaciencia-. ¿Algo más?
- No, gracias –dijo ella, y su cara, antes luminosa, se ensombreció con una leve tristeza.

El capitán se retiró con una sonrisa fingida en el rostro. Entonces yo estallé en una carcajada. Ella me aventó una servilleta a la cara, pero cayó en mi taza de café. La sacudí y la salpiqué, y ella también rió.

- Eres de lo peor. Te gusta jugar conmigo –dijo, enmohinada.
- ¿Por qué dices eso? Sí es García Márquez, pero el mesero debe tener instrucciones de negarlo para que no lo molesten.

Ella prefirió ya no creerme. Por momentos olvidamos al creador de Macondo y él siguió platicando con las chicas. Hasta que un rato más tarde, se levantaron, se encaminaron a la caja, pagaron y salieron. Creo que mi amiga ni siquiera se enteró.

Medio minuto después, mi amiga se levantó y dijo que iba al tocador. Yo pedí más café. Mi amiga se tardó algo más de lo que suelen demorarse las mujeres cuando van al tocador, pero no me pareció extraño.

Regresó con una sonrisa que casi le enjuagaba las orejas.

- Lo vi –dijo mientras se sentaba.
-¿A quién?
- A Gabo. Sí era él.
-¿Ves? Te dije.

Me contó que Gabo estaba curioseando en la sección de libros. Entonces, ya más de cerca, lo reconoció. Pero aún así, le preguntó: “¿Es usted Gabriel García Márquez?” Y él le respondió: “Parece que sí”. Mi amiga le dijo que lo admiraba mucho, que amaba sus libros y que le daba mucho gusto conocerlo en persona. Él le preguntó su nombre y a qué se dedicaba. Ella le dijo que estudiaba comunicación en la Universidad. “¿Comunicación? ¿Y allí qué enseñan?” Ella trató de explicarle en qué consistía, y él la escuchó con paciencia hasta que le dijo: “¡Qué cosas tan raras enseñan ahora en las universidades!” En eso salieron del baño las dos chicas que lo acompañaban. Gabo se despidió muy amablemente con un beso y un apretón de manos.

- ¿Y te dio su autógrafo? –dije.

Entonces ella volvió por fin de su embeleso.

- No se me ocurrió –dijo, un poco apenada.
- Pero sí le pediste una entrevista, ¿verdad?
- Nnnno –ahora sí, de plano muy apenada.
- Valiente periodista –dije yo, y me eché a reir de buena gana. Esta vez ya no me aventó la servilleta a la cara.

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5 Comments:

Blogger marichuy said...

Vaya tu anécdota (ya en serio ¿si era Gabo?)

Sobre anécdotas con el Nóbel, ¿leíste ayer en Milenio el "no encuentro" de Jairo Calixto Albarrán con Gabo en el aeropuerto de la Habana?, parece sacado de programa de TV gringa.

PS 1 Mi ex no es gringo, es algo peor: un "bárbaro del norte", fanático de todo lo gringo.

PS 2 Creo que todas las cortes reales han sido depravadas, no solo la francesa (y con una madre como la Cati de Medicis no podía esperarse otra cosa de la pobre Margarita).

10:17 a.m.  
Blogger *Gina Halliwell* said...

Jajaja muy buena historia (ahhh yo me habría soltado chillandooo)... ¡y muy buena foto!!! imagen confiscada, ¡con tu permiso, eh!!!

GinaHalliwell.com

1:32 p.m.  
Blogger Warren/Literófilo said...

GENIAL GENIAL ME VOLVI ADICTO A TU BLOG!!!!

11:30 a.m.  
Blogger Unknown said...

¡Qué manera de recordar! Me había olvidado de detalle de la servilleta, aunque ahora ya me acordé también de lo burlada que me sentí cuando el mesero se acercó. Sin embargo, debo corregir que lo que me dijo Gabo fue que él hubiera deseado estudiar periodismo, porque en 'sus tiempos' eso de las aulas no se usaba. Obviamente nuestro querido Gabo no está al tanto de la ingente cantidad de periodistas que egresan anualmente de las instituciones para topar con pared en los medios. Afortunadamente no estudió periodismo; de lo contrario, nos lo hubieran echado a perder.
Un beso

1:51 p.m.  
Blogger Triquiñuelas said...

Excelente historia

5:51 p.m.  

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