domingo, marzo 04, 2007

De antojos y telepatía

Íbamos en el automóvil. Ella al volante. Yo le contaba, animado, la película que había visto apenas. Pasamos frente a una panadería. Con un entusiasmo digno de una causa mayor, interrumpió a la mitad de una frase:

- ¡Mira! ¡Se me antojó un pan! ¡Qué ganas me dieron de un pan!

- Ah –exclamé yo, mientras el auto seguía de largo. Ya no terminé el relato de la película. Después de unos segundos de silencio, comenzamos otro tema.

Cuadras más adelante, pasamos frente a un puesto callejero de elotes. Lo mismo:

-¡Qué antojo tengo de un elote!

Pero tampoco nos detuvimos y seguimos de largo. Otra vez el silencio, incómodo. Hasta que llegamos a nuestro destino, la cena en casa de un amigo.

Bajamos del auto y toqué el timbre. Quise tomarla de la mano, pero ella rechazó el contacto, airadamente.

- ¿Ahora qué? –dije.

- ¿Por qué eres así? –dijo. Parecía como si yo le hubiera hecho algo atroz, que le había lastimado muchísimo.

- ¿”Así”, cómo? –dije, perplejo.

- Dos veces te dije que tenía antojo y ni me pelaste. Te dio igual –hizo un puchero infantil.

- ¿Y qué debí haber hecho, según tú? – dije, algo divertido, no mucho.

- ¡Bajarte y traerme lo que quería! –indignada e impaciente ella, ante mi imperdonable falta de atención.

- ¡Pero si tú eras la que venía manejando! ¡Ni siquiera mostraste la intención de detener el auto! –dije, entre confundido y desesperado.

- ¡Eso no es pretexto! ¡Debiste decirme que me detuviera, bajarte y traerme lo que quería! –de plano ya estaba llorando, desconsolada.

Reí, enternecido y nervioso al mismo tiempo. La atraje hacia mí para abrazarla, pero en eso abrieron por fin la puerta: ella se dio media vuelta y se metió a la casa. Yo me quedé afuera, patidifuso.

Encendí un cigarro para tranquilizarme. Lamenté como nunca no poseer el don de la telepatía.

Entré a los pocos minutos.

Ella reía animadamente en medio de un corrillo de invitados que parecían escucharla con genuina atención.

Algunos comensales me dedicaron miradas reprobatorias. Me hubiera gustado podido leerles a ellos también la mente.

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1 Comments:

Blogger marichuy said...

Por fa, más comprensión. Las mujeres podemos adivinar los antojos de los demás, sean otras mujeres o los hombres (especialmente del que nos interesa); pero no somos perfectas y olvidamos que esa es una característica eminentemente femenina.

4:33 p.m.  

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