De antojos y telepatía
- ¡Mira! ¡Se me antojó un pan! ¡Qué ganas me dieron de un pan!
- Ah –exclamé yo, mientras el auto seguía de largo. Ya no terminé el relato de la película. Después de unos segundos de silencio, comenzamos otro tema.
Cuadras más adelante, pasamos frente a un puesto callejero de elotes. Lo mismo:
-¡Qué antojo tengo de un elote!
Pero tampoco nos detuvimos y seguimos de largo. Otra vez el silencio, incómodo. Hasta que llegamos a nuestro destino, la cena en casa de un amigo.
Bajamos del auto y toqué el timbre. Quise tomarla de la mano, pero ella rechazó el contacto, airadamente.
- ¿Ahora qué? –dije.
- ¿Por qué eres así? –dijo. Parecía como si yo le hubiera hecho algo atroz, que le había lastimado muchísimo.
- ¿”Así”, cómo? –dije, perplejo.
- Dos veces te dije que tenía antojo y ni me pelaste. Te dio igual –hizo un puchero infantil.
- ¿Y qué debí haber hecho, según tú? – dije, algo divertido, no mucho.
- ¡Bajarte y traerme lo que quería! –indignada e impaciente ella, ante mi imperdonable falta de atención.
- ¡Pero si tú eras la que venía manejando! ¡Ni siquiera mostraste la intención de detener el auto! –dije, entre confundido y desesperado.
- ¡Eso no es pretexto! ¡Debiste decirme que me detuviera, bajarte y traerme lo que quería! –de plano ya estaba llorando, desconsolada.
Reí, enternecido y nervioso al mismo tiempo. La atraje hacia mí para abrazarla, pero en eso abrieron por fin la puerta: ella se dio media vuelta y se metió a la casa. Yo me quedé afuera, patidifuso.
Encendí un cigarro para tranquilizarme. Lamenté como nunca no poseer el don de la telepatía.
Entré a los pocos minutos.
Ella reía animadamente en medio de un corrillo de invitados que parecían escucharla con genuina atención.
Algunos comensales me dedicaron miradas reprobatorias. Me hubiera gustado podido leerles a ellos también la mente.
Etiquetas: URGENTES ASUNTOS SIN IMPORTANCIA
1 Comments:
Por fa, más comprensión. Las mujeres podemos adivinar los antojos de los demás, sean otras mujeres o los hombres (especialmente del que nos interesa); pero no somos perfectas y olvidamos que esa es una característica eminentemente femenina.
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