El retorno de las chicas estúpidas
Pues la verdad es que no la quiero para asesora de tesis precisamente
por Rebeca Traister
Tomado de Milenio Semanal
http://www.milenio.com/semanal/seccion.asp?id=23¬a=8945
Encabezadas por Paris Hilton, un ejército de féminas insulsas se trasforman en modelo de las adolescentes actuales, que sólo quieren divertirse… y consumir.
En la última semana de abril, Ellen DeGeneres recibió en su programa de televisión a Paris Hilton, escoltada por sus cuatro perritos chihuahueños. El tema de conversación no fue canino. Ellen le preguntó a Paris si no la hería el video de la canción “Chicas estúpidas”, de Pink, que se burla de Hilton y sus iguales por su conducta sonámbula. “Todavía no lo veo —contestó la heredera de la cadena de hoteles—, pero creo que... es una especie de adulación”.
Cualquier persona pensante que haya visto el video de Pink, que se burla de las gemelas Olsen y satiriza salvajemente la aparición de Hilton en un video sexual, no confundiría esas imágenes con cualquier forma conocida de adulación. Sobre todo si esa persona escucha la letra de “Chicas estúpidas” que dice, en parte: “Viajan en grupos de dos o tres/ Con sus perritos mordelones/ ¿Adónde, oh dónde, se fue la gente inteligente?”.
Pero Hilton no es una persona que piensa o, si lo hace, no lo ha mostrado. Para el público, ella es la Chica estúpida por excelencia. No le avergüenza admitir que no sabe qué es un Wal-Mart, que Londres está en Inglaterra o que dice mal el nombre de su propio videojuego. Hilton es tan vacía que su conducta dio pie en la prensa a la creación del adjetivo “celestúpida”.
Cuando DeGeneres le preguntó si sentía alguna responsabilidad como modelo de conducta para las adolescentes, Hilton balbuceó: “Creo que, definitivamente, soy un modelo de conducta. Trabajo muy duro. Cierto, tengo un apellido heredado, pero he hecho mis propias cosas”. DeGeneres omitió decir que una cosa es hacer lo que se te da la gana cuando tienes privilegios heredados y otra muy diferente ser un modelo de conducta, especialmente cuando tu frase representativa es “está padre”.
Escuchar asi a Hilton tratando de hilvanar una conversación —mientras el viento silba en su cerebro, entre oreja y oreja—, me impide ignorar las objeciones de los críticos culturales que denuncian con alarma la nueva moda de la feminidad insulsa.
Oprah Winfrey reunió hace poco a Pink, Naomi Wolf, Ariel Levy y otras mujeres para un programa titulado Chicas estúpidas, que abrió con el anuncio de que “la cultura está devaluando a una generación entera de chicas adolescentes” al exaltar a mujeres como serpenteantes estrellas del video, modelos semidesnudas e histéricas anoréxicas. Eso afirman las grandes figuras mediáticas: la estupidez —auténtica o prefabricada— reina en los productos de la cultura pop que consumen las adolescentes; se impregna en su piel y corre por sus venas a través de las revistas, la televisión que ven, las tendencias que analizan como si fueran reportes de la bolsa de valores y las celebridades que imitan.
Decidí investigar cuál era el estado de las cosas en esos medios. En algunos casos, los productos dirigidos a adolescentes me sorprendieron con algunos temas al grado de considerar que algunas críticas que hemos escuchado son exageradas: producto de adultos que han olvidado las diversiones de su propia juventud. Pero otras me pusieron a pensar que los gritos de alarma están respaldados por la realidad.
Algunas de las imágenes actuales que se comunican a las adolescentes iluminan tanto al punto avanzado al que han llegado como mujeres, como al reciclamiento de un modelo pasado de moda pero confortable de una feminidad no amenazante. Pero, ¿quién representa, de verdad, a las adolescentes actuales?
Está Lindsay Lohan, que puede ser o no una buena actriz, pero cuyo trabajo actoral pasa a segundo lugar después de su colección de bolsas de marca. También su reputación como mujer de negocios está ensombrecida por su perfil indiscutible de consumidora.
Pink le dijo a Oprah que ella y su generación sólo pueden mencionar a tres mujeres célebres de su edad o menores como modelos de inteligencia: Natalie Portman, Reese Witherspoon y Angelina Jolie, aunque Witherspoon y Jolie tienen más de 30 años. Hay otras jóvenes favoritas que pueden estar en la lista: Maggie Gyllenhaal, Alicia Keys y la misma Pink.
Mientras, si en alguna parte esperaba encontrar ejemplos de vacuidad y estupidez servidas a las adolescentes era en el montón de revistas dedicadas a ellas. Al revisarlas confirmé algunas de mis sospechas: modas, chicas domesticadas. Pero, para mi sorpresa, leí algunas páginas de Seventeen dedicadas a la amenaza gubernamental a la privacidad. “Después del 9/11, el Congreso pasó el Acta Patriótica, que permite que los federales conozcan tus registros médicos y financieros”, dice el artículo. “Además, la Agencia Nacional de Seguridad ha escuchado las llamadas telefónicas de miles de personas desde 2002, ¡sin orden judicial!” Otra sección sobre “Sentimientos antiestadunidenses”, explica que “los Estados Unidos es muy rico en comparación con otras naciones y tiene más recursos y armas. Mucha gente... siente que usa este poder para apoyar sus propios intereses... Creen que invadimos Irak para obtener petróleo más barato... y que no respetamos o no nos importa su manera de vivir”.
No es Susan Sontag, pero el contenido editorial presentaba un progreso serio. La razón de por qué la revista Sassy era reverenciada por mujeres de mi edad era porque trataba a sus lectores como seres humanos con intereses legítimos: su propia salud, música, libros, películas y política. Parece que ahora las hermanas de Sassy empiezan a tratar a las mujeres jóvenes con la misma óptica.
Mi intento de una inmersión honesta en el ámbito de las adolescentes se estancó en internet, específicamente en MySpace. Pasé horas enredada en un mar de perfiles y mensajes; vi a Lolitas a medio vestir que llamaban a los Humbert Humberts de la red, sugerentes imágenes lésbicas en páginas personales de adolescentes que dicen tener 15 o 16 años, chicas que dicen que su libro preferido es La dieta de South Beach. También vi páginas personales de jóvenes de 17 y 18 años decoradas con ositos de peluche y fotos de caballos. Pero también hay páginas dedicadas al hockey, al feminismo, a la religión. MySpace es una nación en sí misma. Se encuentran evidencias para cualquier argumento posible sobre las adolescentes estadunidenses.
Pero mi asombro ante las expresiones “hiya”, “Lol” y “Xo”, en el tipo de comunicación que hay en la red, se debía a la falta de contexto de lo que estaba viendo; contexto que sí encontré cuando prendí mi televisión y me topé con My Super Sweet Sixteen. El reality show que pasa por MTV hace la crónica de los excesos celebratorios y fiesteros de adolescentes de 15 años de los dos sexos, que presionan a sus padres para que los bañen de adulaciones y coches mientras realizan el paso ritual de adolescentes a jóvenes. Ver esta orgía de consumo y despreocupación en un par de ocasiones, antes de escribir este artículo, es lo más cercano que he estado a sentir que el fin del mundo está próximo. Llevan a estas chicas a las fiestas cargadas en literas, las transportan en helicópteros, las invitaciones son entregadas por mayordomos.
Sweet Sixteen transmite agresivamente a sus espectadores varias señales mezcladas. Por una parte, las participantes se burlan de sus compañeros y espectadores con estricto apego a los paradigmas culturales y clasistas más bajos. Las chicas ricas que celebran las fiestas de Sweet Sixteen se ven caprichosas e insulsas: cabezas huecas. Por la otra, las pocas jóvenes de clase baja aparecen también como seres vacíos y sosos. Pero la degradación de las chicas es la música de fondo del mensaje que se transmite. Así se supone que te debes ver, así es cómo te ves, estas son nuestras expectativas de ti: si las cumples, también podrías salir en televisión.
El programa demuestra la complicidad de los padres en la explotación de sus hijas. Si bien hace tiempo dejé de asombrarme de que cualquier adolescente sobreviviera al ver su propia avaricia y estupidez televisada en cadena nacional, la pregunta permanece: ¿por qué participan los padres? Tanto en Sweet Sixteen como en otros programas similares (Tiara Girls, por ejemplo, reality show sobre las participantes en concursos de belleza adolescente), los padres también parecen buscar el mismo reflector de la televisión que motiva a sus hijas a exponerse; sin ninguna preocupación de que todo un país (sin hablar de los vecinos) los vea empujando a sus hijas para que se inyecten colágeno en los labios o permitan la avaricia insaciable y sin límites de sus bodoquitas motivándolas para que se ganen dos autos.
Los adultos han convertido al consumo irrefrenable en la joya de la corona de los objetivos sociales estadounidenses. Han inventado y consumido alegremente toneladas de artículos de lujo. Las adolescentes no crearon a Paris Hilton. De hecho, no tendrían ninguna idea de quién es si los adultos no la hubieran elevado de ser una aburrida heredera a una celebridad teibolera al circular su video porno y al darle su propio reality show. Recuerden también al gremio de ejecutivos de estudios de cine, publicistas, dueños de antros, fotógrafos y editores de revistas que se han coludido para hacer famosa a Lindsay Lohan. Muestran su embriaguez y desmanes para que vendan sus revistas, películas y bolsas a las adolescentes, que podrían tener la impresión de que deberían vivir como ella para tener éxito. Claro, todo en nombre de de la legítima libre empresa estadunidense. ¿Cómo nos puede sorprender que nuestras jóvenes imiten nuestras conductas más corruptas cuando las empujamos a hacerlo?
Pero las mujeres modernas, como generaciones de hombres antes que ellas, ahora tienen muchas zonas en las cuales pueden encontrar otros modelos de conducta: lucha, ve a la escuela, trabaja, gana dinero, compite. Las antiguas imágenes de conducta estúpida se contestan con la imagen fresca de una sexualidad femenina energética que es más abierta. Nada es perfecto: las mujeres son castigadas todo el tiempo por su progreso social en los medios, en las aulas y en la política. Las chicas aun no tienen a una presidenta como modelo a seguir y pocas atletas, artistas, millonarias y activistas. Pero no hay que negar los cambios positivos en el terrero del género que se dieron durante la segunda mitad del siglo XX.
Pero estas nuevas y variadas opciones (que se sienten amenazadoras) ayudan a explicar el rejuvenecimiento de esta locura por la Chica estúpida. Quizá, mientras el progreso social empuja a las mujeres, lenta pero inexorablemente, a esferas de influencia social pública, los impulsos humanos más básicos (deseo erótico, ego y avaricia) se atrincheran y se apoyan en el sueño empolvado del ideal de una mujer más sumisa.
Mientras trabajaba en este artículo, recibí un correo electrónico de un graduado de Harvard que confesaba que, mientras tenía citas sólo con chicas inteligentes, “le gustaba la idea de tener un encuentro con una estúpida”. Explicaba el estudiante que la fantasía “surge casi seguramente de las representaciones mediáticas de celebridades como Hilton y Lohan”. Las rubias tontas son sexys. Y no contradicen. Añada las nociones de ego masculino y superioridad garantizada en varias tonalidades y allí lo tiene. En un mundo donde la superioridad masculina ya no está garantizada, ésta se convierte en un deseo lascivo que puede ser gratificado, aun actuado si se necesita, por algunas mujeres dispuestas a ello. Como dice Pinky, con mucha sorna y burla: “Quizá si actúo así/ ese chavo volverá a llamar”.
Es momento de dejar este modelo transaccional del romance y dar espacio en el firmamento pop a gente que suene más como Pinky y su autoestima: “Me alegra que nunca embonaré/ Esa nunca seré yo/ Marginales y chicas con ambición/ Es lo que quiero ver”.
Salon.com
Traducción: Francisco Peña