El medio influye en los genes
Siempre que dos grandes pensadores entran en conflicto, los siglos acaban dando razón a los dos. Al parecer eso ha pasado con el viejo debate entre biología versus cultura. Hace 30 años era herético hablar de tendencias innatas en hombres y mujeres. Todo era aprendido, decían doctos y doctas (y la gente común sabía que no era así). Hoy es lugar común, pero no porque un bando haya ganado la partida, sino porque acabamos entendiendo que el proceso es circular: "La educación refuerza a la naturaleza, no se le opone".
Otra herejía era mencionar ante biólogos que algún aspecto del aprendizaje o del medio pasara a los genes. "Lamarckismo" era el adjetivo que agotaba el debate. Antes de Darwin, el francés Lamarck había dicho (hago un resumen burdo) que las jirafas tenían cuello largo porque lo estiraban mucho para alcanzar sus hojas preferidas y ese largo lo transmitían a sus crías. Bien, no es así. Pero un mismo huevo de cocodrilo puede producir macho o hembra y eso lo determina la temperatura, se encienden los genes que producen macho o los que producen hembra.
El nuevo libro de Matt Ridley, autor de Genoma: autobiografía de una especie en 23 capítulos, investiga lo que nos hace humanos: genes y experiencia. Nature via Nurture no toma partido: la discusión "social" contra "biológico" tampoco termina con un empate, Ridley ofrece algo mejor, en lenguaje ameno y con abundancia de datos precisos: "el descubrimiento de cómo los genes en realidad influyen la conducta humana, y como la conducta humana influye en los genes." O más claro: "Son los genes quienes permiten a la mente humana aprender, recordar, imitar y absorber cultura, así como expresar instintos." Pueden hacerlo porque se apagan o encienden, y apagan o encienden a otros genes, muchas veces en respuesta al medio. "Son causa y consecuencia de nuestras acciones". Lo que llama su "argumento en una nuez", va así: Entre más levantamos la tapa del genoma, más vulnerables a la experiencia parecen ser los genes.
Una página divertida dice (no entrecomillo): Hacia los años de 1930, los psicólogos comenzaron a preguntar a hombres y mujeres cómo preferían una pareja. Y no han parado de preguntar desde entonces. La respuesta parece tan obvia que sólo un nerd de laboratorio o un marciano se molestaría en hacer la pregunta. Pero a veces las cosas más obvias son las que más necesitan ser demostradas. Encontraron similitudes: ambos sexos querían parejas inteligentes, cooperativas, confiables y leales. Pero también encontraron diferencias. Las mujeres calificaban como deseable el buen estado financiero de su pareja dos veces más alto que los hombres. Difícil de sorprender, puesto que en los 1930 los hombres eran los principales ganapanes. Seguramente usted piensa que esas diferencias se desvanecerían en los 1980. No: en cada encuesta realizada hasta hoy la misma preferencia emerge con la misma fuerza. La psicología oficial rechazó el resultado: es simplemente reflejo de la importancia que el dinero tiene en la cultura estadunidense. Así que el psicólogo David Buss fue a preguntar al extranjero: obtuvo la misma respuesta de holandeses y alemanes.
Pero no seas absurdo, se le dijo, los europeos occidentales son exactamente como los estadunidenses. Así que Buss le preguntó a 10,047 personas, de 37 diferentes culturas, en seis continentes y cinco islas, desde Alaska hasta Zululandia. En todas, sin excepción, las mujeres calificaron más alto que los hombres los aspectos financieros de la pareja. La diferencia más alta se encontró en Japón y la más baja en Holanda, pero en el mismo sentido.
Y no sólo eso. En las 37 culturas las mujeres prefirieron hombres mayores que ellas. Los hombres las prefirieron jóvenes. A ellas les importó menos si ellos eran guapos. Ellos las desearon hermosas, también castas y fieles. Ellas dieron menos importancia a esos aspectos.
Y aquí es donde Ridley propone un ciclo así: Una vez identificados esos gustos universales, podemos también cambiar la causa y decir: los hombres buscan riqueza porque saben que eso atrae mujeres (billete mata carita), exactamente como las mujeres ponen más atención a parecer jóvenes porque saben que eso atrae a los hombres. Cultura refuerza a Natura, no se le opone. "La cultura con frecuencia reflejara la naturaleza humana más que afectarla." Se supone que Aristóteles Onassis, que algo sabía de dinero y de mujeres hermosas, alguna vez dijo: Si no hubiera mujeres en el mundo, el dinero no tendría ningún sentido.
En fin, un libro de esos en que uno se sumerge, se ríe a solas (y los vecinos de terraza voltean), espera con gusto el momento en que lo volverá a abrir; y yo, en particular, me digo: Pensar que hace 30 años produje tempestades por decir apenas una sombra de esto mismo.
(Tomado de Milenio Diario, 25-septiembre-05)