Otto Raúl en 1951, antes de exiliarse definitivamente en México
Falleció el sábado en la noche, a los 86 años de edad, el gran poeta OttoRaúl González. Al igual que Arrigo Coen, lo conocí primero a través de la televisión, por el programa "Sopa de letras" de jorge Saldaña en el Canal 13, donde participaba generalmente leyendo palindromas (ahí supe qué era eso).
Luego leí algunos de sus libros de poesía y hace apenas un par de años tuve el privilegio de convivir con él en un encuentro de poetas en Toluca, a donde asistió como unos de los decanos.Me tocó compartir con él una de las mesas de lectura en una escuela secundaria, donde fascinó a los niños con la lectura de sus poemas sobre los "nuevos colores".
Poco después, junto con Eve Gil, fuimos jurados de un premio literario de Sonora. Él fue el primero dar su dictamen, mientras yo apenas iba a empezar a leer. Era un hombre tranquilo y con un agudo sentido del humor, pero sobre todo era un gran poeta y escritor. Publicó más de 40 libros, muchos de ellos no recibieron la atención debida de las revistas y suplmentos literarios porque no formaba parte de ninguna mafia ni le interesaba andar lamiendo suelas de capos literarios. Además, su poesía es una de las más libres e imaginativas que se hayan escrito en español , a pesar de que, paradójicamente, se mantuvo fiel a las formas clásicas.
La muerte de un poeta siempre es una tragedia, pero también es una oportunidad para encontrarse o reencontrarse con su obra. Adiós al poeta de los nuevos colores.
Anadriopor Otto-Raúl González Quien primero vio una nube de color anadrio
era un joven pastor de diecisiete abriles
que más tarde fue monarca de su reino
y hombre feliz hasta decir ya no,
porque el anadrio es el color de la alegría
y de la buena suerte.
¡Y de la buena suerte!
¡Y de la buena suerte!
¡Y de la buena suerte!
En mil quinientos veinte
un español porquerizo de Castilla
vino a América y cuando se internó en la selva
vio un árbol de color anadrio
ese mismo soldado de fortuna
más tarde comió con Carlos V
y fue virrey;
porque el anadrio es el color de la alegría
y de la buena suerte.
¡Y de la buena suerte!
¡Y de la buena suerte!
¡Y de la buena suerte!
En la época moderna otras personas
han visto objetos de color anadrio
y su suerte ha cambiado en forma radical.
Un pescador vio una sirena cuya cola
era anadria y desde entonces
pescó y pescó y pescó y pescó y ahora
es dueño de una flota ballenera;
porque el anadrio es el color de la alegría
y de la buena suerte.
¡Y de la buena suerte!
¡Y de la buena suerte!
¡Y de la buena suerte!
Vendía periódicos un niño,
rapaz sin desayuno, de pobreza trajeado,
un día en su camino vio una piedra
que era, por supuesto, de color anadrio.
Ese niño actualmente es accionista
de una inmensa cadena de periódicos;
porque el anadrio es el color de la alegría
y de la buena suerte.
Pinte usted
las paredes de su casa
de color anadrio
y le irá bien.
(De Diez colores nuevos, Editorial Praxis, 1993)
Aquí incluyo el enlace de una semblanza reciente y más abajo reproduzco un texto que me envió un amigo y colega escritor sobre este gran poeta.La vida creadora e inmortal de Otto Raúl González y su generación* Mañana es 25 de junio de 2007, será lunes, pero en 1944, es domingo, "el domingo 25 de junio de 1944", que decide la historia de muchos siglos de América Latina y buena parte del mundo.
Este 25 de junio de 1944, un muchacho atlético, audaz, casi temerario, se apresta a caminar por la sexta avenida y décima calle de la ciudad de Guatemala. En ese cruce de calle, aún lucen lozas -lajas- grandes, como duro material de piso de la calle.
Son las 9 de la mañana -y hay que recordarlo- es el "25 de junio de 1944", el joven moreno, ágil, camina, cuando enfrente, bajando en la pendiente de la sexta avenida, sobre la décima calle, baja el coronel Castañeda, temible jefe de la Guardia Rural y hoy comandante en jefe del Cuartel, Castillo San José, para más señales, el primo pobre del general presidente, Jorge Ubico Castañeda.
Castañeda encabeza un batallón de agresivos hombres de a caballo con las espadas en alto.
Todos los edificios públicos, y el de la misma esquina de la 10 calle y 6 Av, lucen nidos de ametralladoras.
¿Por qué tanta fuerza y violencia? Porque la noche anterior, ese joven moreno, audaz, atlético y temerario, junto a miles más, han gritado -hasta el amanecer- ¡que renuncie, que renuncie! el general presidente, el gran liberal, Jorge Ubico, quien tiene largos 14 años de ser presidente constitucional, por derecho y por Estado de Derecho, en Guatemala. Un dictador vulgar, ignorante y sanguinario.
¡Han pedido la renuncia de Ubico, cuando el país está en Estado de Guerra!, desde el domingo 7 de diciembre de 1941, cuando Guatemala declaró la "Guerra a Alemania, Italia, Japón, España y los todos los regímenes fascistas del mundo (menos el principal, que es Estados Unidos) y ahora, en la retaguardia de Estados Unidos, hacen una revolución.
¿El nombre del joven? Queda en la historia de Guatemala y del mundo: Otto-Raúl González. Tiene recién cumplidos 23 años de edad y estudia en la Facultad de Derecho de la única universidad, la de San Carlos de Guatemala.
Otto-Raúl González y un grupo de alumnos de la Escuela de Derecho han promovido desde hace 15 días (9 de junio de 1944) unas discusiones primero, luego unas asambleas y finalmente una huelga de la universidad. Pero que se ha extendido a los maestros y ahora se aprestan a ejecutar una huelga nacional, para derrivar al régimen liberal. El tema es más profundo, es más que Ubico, los generales y licenciados, es el sistema liberal, que ha llegado a su fin.
Otto camina hacia la sexta avenida, es un acto suicida, viene bajando la caballería del Coronel Castañeda. Repentinamente, un caballo se resbala y cae. Esto enfurece al Coronel Castañeda y ordena acabar con los estudiantes, abogados, maestros que caminan.
Castañeda alza la espada, grita y la deja caer sobre la cabeza de un hombre delgado, endeble y sereno, el Licenciado Enrique Muñoz Meany, el cerebro más lúcido de Guatemala en el siglo XX. Otto Raúl González ve -en un instante- esa espada en alto, salta, intenta quitarla de la mano del coronel Castañeda, falla y la espada le da en el rostro.
[No es fácil matar, pero hay que estar totalmente convencido de la justicia de entregar la vida generosamente, por salvar la vida a un maestro. Y Otto lo sabe]
Todos huyen, el ejército lanza bombas de fósforo, ametralla, mueren muchas gentes, es recordada nada más la maestra María Chinchilla, los demás son pobres, son obreros, gente del campo que se ha unido, no tienen nombre. Otto Raúl González está tirado en el las lajas grandes desangrándose. Los abogados, los jueces, los políticos, han ordenado que los maten y deben morirse. Hay que respetar el Estado de Derecho.
Salvo, que el embajador de México, en Guatemala, Licenciado Romeo Ortega, es abogado, es amigo de los jóvenes, conoce a Otto Raúl González. Pepe Pontones, el canciller, ha compartido con Otto, Meave y la señora González también lo conocen. Pero además, no se han quedado en esa acción. En forma increíble -jamás en un Estado de Derecho liberal- ocurre, lo que va a ocurrir en este instante.
Desde la Embajada de México, desde el segundo piso, a la par del Palacio Nacional, el Embajador Ortega vé lo que está pasando y ponen la bandera de México, en el carro de la embajada y se convierte en ambulancia.
Otto Raúl González es recogido herido e ingresado a la embajada.
¿Qué sigue? Para el pueblo guatemalteco una revolución. Es decisivo este día. Superaron, para siempre el terrorismo liberal, el miedo impuesto, comprendieron que es posible luchar y triunfar. Y lo han hecho y lo van a seguir haciendo hasta alcanzar la victoria total.
¿Para Otto Raúl? El exilio. Después de un larguísimo trámite diplomático, en un obsoleto ferrocarril, custodiado por soldados, Otto y 30 jóvenes más llegan a Tapachula, Chiapas, el día 30 de junio, son recibidos como héroes de esta nueva era revolucionaria. Hay un gran mitin, les recogen ropa, dinero, comida y los despiden en el ferrocarril. La Secretaría de Gobernación de México ha ordenado concentrarlos en la ciudad de México, vigilarlos, prohibirles hablar, dar declaraciones y trabajar. ¡Tienen que morirse de hambre por oponerse al aliado de Estados Unidos el general Jorge Ubico, compadre –amigo, hermano- de los generales Ávila Camacho y amigo del canciller Ezequiel Padilla!
Se inicia el largo exilio de más de 63 años. No hay retorno. Hay revolución o hay muerte. No hay opciones para nadie. No se está discutiendo elecciones, trámites, se está discutiendo la esencial del sistema y Otto Raúl González lo sabe. Se sigue en una sociedad de gente mezquina, poquitera, egoísta, miserable material y espiritualmente. O se hace una sociedad de acciones y beneficios colectivos (salud, educación, vivienda, seguridad, dominio de la ciencia y la técnica, de todos y para todos; capacidad ideológica y política, de todos).
Está amaneciendo, el penoso recorrido de mil kilómetros entre Tapachula y la ciudad de México se prolonga por días, es domingo, es el día uno de julio de 1944. Y entrando a México D.F., en los barrios miserables, leen el titular de un periódico amarillista que dice !Cayó Ubico! y Otto Raúl y sus compañeros de recorrido, no lo saben.
En el grupo va Manuel Galich, van 30 mas, que serán todos personajes en la historia de América Latina. "Es lo más grande que tiene Guatemala, dice el Embajador, intentando interceder por ellos ante los Ávila Camacho". Pero eso es inútil. Porque no son los Ávila Camacho, es el gobierno que ocupa militarmente Guatemala, quien ordena capturarlos al no más llegar a México.
Pero no se puede. No se puede porque los jóvenes Solórzano, Cerezo, los de la revista Centro América Democrática, Vicente Sáenz, les hacen un mitin en la estación del ferrocarril. Son cientos de gentes que reciben a los héroes que han derrocado a Ubico.
Inmediatamente los exiliados quieren seguir su lucha, su proyecto de revolución. Otto enfermo, herido, se queda. Otto no es ningún desconocido, don Alfonso Reyes ha hecho comentario elogioso a su libro de poemas Voz y Voto del Geranio.
Ciertamente son geranios rojos, los que en los últimos 14 años -de gobierno liberal- no han tenido ninguna voz ni han votado, pero más atrás Otto lo saben 500 años atrás, tampoco. Pero que ahora principian a hacer y escribir su propia historia. Es la nueva ola de revoluciones en el tercer mundo.
Al quedarse en México a Otto Raúl, se le ofrece una beca a través de la Secretaría de Educación, donde está Jaime Torres Bodet. Años mas tarde Otto Raúl, casi como sombras comenta que en alguna calle con nombre de gente, Álvaro Obrego, visita a Cardoza Aragón, un escritor guatemalteco que vive desde hace muchos años en México. Pero presto encuentra a un periodista hondureño, Rafael Heliodoro Valle, que le ofrece trabajo de traductor de poesía inglesa, Dillón y otros. Otto habla perfecto inglés para esa época.
Los nombres, los años se van sumando, cada uno en su dimensión trágica. Torres Bodet niega el asilo a Pablo Neruda, perseguido en Chile, siendo senador, por el gobierno de Ibáñez del Campo; y Heliodoro Valle el canciller de Honduras, que irá a Caracas a vomitar odio contra el gobierno democrático de Jacobo Árbenz en, la X conferencia de la OEA, en marzo 1954.
Otto Raúl González, está en México, cuando al amanecer del 20 de octubre de 1944 se entera por Guillermo Toriello, en ese momento exiliado en México, que se ha desatado una insurrección popular urbana y están dispuestos a morir todos o triunfar.
¡Triunfan!
Otto Raúl González está en diciembre de 1944 de nuevo en Guatemala, ve al maestro Enrique Muñoz Meany, está en el momento cuando dice el iluminador y orientador discurso, "cuando las cadenas de la opresión de un pueblo se rompen, se rompen para toda la humanidad".
Muñoz Meany es el canciller del gobierno revolucionario surgido del 20 de octubre de 1944, y ese régimen nombra a Otto Raúl González, como agregado cultural de la Embajada de Guatemala en México, con la admonición del maestro Muñoz Meany, Otto dedícate a escribir, dedícate a estudiar a eso vas a México.
¿Qué hace Otto? Cumple fielmente lo dicho por Muñoz Meany, escribe, brinda su testimonio a jóvenes investigadores, proyectos de historias nuevas, de otro tipo. Se hace Abogado en la UNAM, escribe sobre la Reforma Agraria. Viaja por el mundo.
Técnicamente es un buen redactor, conoce el oficio de escribir, pero eso es muy poco. Otto Raúl González mantiene su lúcido entendimiento de qué está pasando en el mundo. Cómo, pese a la formal república, al formal gobierno, los pueblos carecen de acceso a la salud, la educación, la seguridad, porque esos pueblos no tienen ni un sólo átomo de control de las riquezas. Otto no renunció a pensar, a saber qué ocurría en el mundo, quiénes son los empresarios estadounidenses y qué filosofía de apropiación y despojo hacen, viven, predican en sus iglesias, en sus templos, en sus radios, su cine y su televisión.
Otto Raúl es un cineasta vivo, escribe, analiza y educa sobre el cine. Retorna Guatemala y en ese viaje, el gobierno de Árbenz es derrotado. Viaja al Ecuador. Llega a conocer, como ningún ecuatoriano conoce, todo el país, su historia, literatura. Teniendo familia, hijos y vida en México, intenta regresar, pero feroces policías del gobierno de Estados Unidos, lo bajan a golpes del avión.
Pasarán otros años para que Otto Raúl González vuelva a México, brinde lo mejor de su vida creadora, amistad, encanto de conversador inagotable, fiel amigo de gente que no merecía la amistad, pero Otto se las brinda. Ellos saben los nombres y también los otros saben a quienes me refiero.
Al cumplirse 50 años en 1994, la Facultad de Filosófía y Letras le hace un hombenaje a Otto Raúl, Augusto Monterroso, Carlos Illezcas, con las palabras de alguna persona, que ahora se me olvida. Y se me olvida, porque era imposible que quienes tienen el entendimiento de cómo funciona el mundo, puedan adherir a quienes predican -desde un error patológico- que es el "Fin de la Historia" o cualquier otro término semejante.
Otto Raúl González y su larga, generosa y pródiga generación (no biológica) sino ideológica, política y de rudo trabajo, son un sólido eslabón que ata otros gestos, otras obras (libros, imprentas, poemas, acciones heroicas) en el largo ascenso de la humanidad a la historia hecha, escrita y vivida por los grupos humanos. Lo anterior, es la prehistoria y Otto Raúl González lo sabía.
Poemas, risas, gestos, cartas, firmas respaldando inmigrantes indocumentados, prólogos, charlas académicas, conferencias, alegría y amistad, eso es una nueva generación humana, un nuevo grupo que renunció a la insidia, al odio, a la miseria espiritual (hablar siempre mal de otro) y se propuso por la vida, la alegría y la felicidad humana.
Hoy es oportuno recordar que Otto Raúl González me pidió escribir (cuando me entregó el libro de los nuevos colores) historias color de Anadrio.
Y eso escribo. Un texto color de Anadrio, que es el color de la vida y la esperanza realizada.
López.
* Fragmento del libro
En el Nido del Águila, México en la Revolución Guatemalteca. En 2da edición.
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