Culebras, lagartos y un policía corrupto
Se trata del estridente y a veces deprimente relato de la decadencia física y moral de un individuo en una ciudad abatida por el desastre. El sentido y tono de toda la película está resumido desde los créditos, con una víbora nadando en el agua estancada debido al huracán Katrina. El entonces agente Terence McDonagh (Cage) y su pareja Stevie Pruit (Val Kilmer en un papel decididamente menor y desdibujado) esculcan los casilleros anegados de una prisión en busca de documentos incriminatorios para chantajear a alguien más. En las celdas inundadas un joven recluso de origen latino está punto de que el agua le llegue literalmente al cuello. Los policías entran en una discusión cínicamente superficial sobre si salvarlo o no, hasta que en un gesto totalmente inesperado Terence decide lanzarse al agua. Esto le traerá consecuencias opuestas: lo ascienden a teniente por su acto heroico y se lesiona de por vida la columna vertebral por lo que tiene que soportar los dolores a punta de Vicodin y cocaína.
El flamante teniente pasea su maltrecha humanidad por las calles grises y desoladas de Nueva Orleans para extorsionar parejas de jóvenes que salen de los bares para quedarse con la droga que cargan y de paso abusar de las chicas ante la mirada atónita e imponente de los novios. Fornica y se droga con su amante, una prostituta de lujo (Eva Mendes), y de paso extorsiona a sus clientes; pierde grandes sumas de dinero por apostar a su equipo de futbol americano, lidia con la neurosis de su padre, un ex policía alcohólico, y se da tiempo de encabezar la investigación de una familia senegalesa que ha sido masacrada por órdenes del capo de las drogas del vecindario.
Nicolas Cage hace una interpretación soberbia, casi a la altura de la que le valió el Oscar por el papel del alcohólico escritor en Leaving las Vegas (Mike Figgis, 1995), sólo que en esta ocasión ha ido más allá, al transformarse en un hombre deforme por fuera y por dentro, una suerte de antihéroe trágico y maligno que parece una bomba de tiempo a punto de estallar en cualquier momento y que, al final, aparentemente termina alcanzando la redención. Son los lujos que se puede permitir un actor que estelariza churros palomeros para luego trabajar con los directores que quiera y hacer películas que le plantean verdaderos retos histriónicos.
1 Comments:
Bueeeeeeeno!!!! con estás reseñas ¿cómo no se me va a antojar ir a ver la peli?
Si, es un lujo... o ¿será una previsión?... Actores de la talla de N. Cage participan en "churros palomeros" que les engrosan los bolsillo, pues son muy taquilleros, pero gracias a eso después (ese si es el lujo), pueden actuar con directores, y en películas de la talla de esta, según antojas... la veremos...
Gracias!!!
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