miércoles, enero 20, 2010

Entrevista con Rigoberto Castañeda en TOMA, Revista Mexicana de Cine 8

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Los muchos y variados miedos de Rigoberto Castañeda

LO QUE GUIÓN NON DA, FILMACIÓN NON PRESTA


Es un director de cine dedicado al género de terror. Tan sencillo. A pesar de ser mexicano y provenir de un país que ha producido una gran cantidad de cintas que imitan las fórmulas ajenas, antes que proponer las propias. Rigoberto Castañeda retomó e mito de La Llorona y luego encerró en un elevador a tres estadounidenses. Hora filmará en la sierra tarahumara.


Por Guillermo Vega Zaragoza


Rigoberto Castañeda (México, 1973) es el joven director que trajo de nuevo el terror a las pantallas mexicanas con Km. 31 (2006), cinta que actualiza y moderniza la leyenda de la Llorona y que tuvo una recepción y un éxito rotundos, ganando tres Arieles y amplia exhibición internacional. Con este triunfo sobre los hombros, viajó a Estados Unidos y España para realizar Blackout: Atrapados (Blackout, Estados Unidos, 2007), thriller psicológico sobre tres personas que permanecen encerradas 24 horas en un elevador descompuesto, que tuvo un éxito más discreto. Actualmente, Castañeda se encuentra preparando su siguiente proyecto: Lázaro, una historia de terror psicológico en la sierra tarahumara. Nos recibe en las oficinas de su productora, Changos Volando, en la colonia Condesa. Hiperactivo y locuaz, responde a la primera pregunta mientras al mismo tiempo contesta algunos correos electrónicos urgentes.


Algunos dicen que el cine de terror ya agotó sus fórmulas y, sin embargo, se siguen filmando muchas películas y la gente sigue viéndolas. ¿Qué crees que busca el público en las cintas de este género y, tú cómo director, qué buscas provocar en el espectador?


—El género de terror no se ha agotado para nada. Sería como decir que ya se agotó el género del cine de autor. Todos los géneros tienen sus ciclos, como modas. Por ejemplo, ahora casi no se producen westerns, pero hace unos años cuando apareció Los imperdonables (Unforgiven, Estados Unidos, 1992), de Clint Eastwood, se volvieron a poner de moda. Lo mismo pasa con el cine de terror. Tuvimos un boom gigantesco de cine de terror psicológico con el J-horror, este cine de fantasmas muy particular que surgió de Japón. En ese gran torbellino entró Km. 31. Muchos me dijeron que tenía muchas cosas en común con ese tipo de cine japonés. Sí, nada más que nuestra Llorona existe desde mucho antes que esas películas. Y sí, tiene muchas cosas que ver en cuanto a que cuidamos mucho visualmente que fuera una película que funcionara a nivel global. Hoy, cuando haces una película, tienes que fijarte muy bien en lo que se haciendo a nivel global, porque estás moviéndote en un planeta que está demasiado comunicado, donde todos consumen lo mismo en todos lados.


La charla sigue y Castañeda afirma que el cine en general es como cuando vas a la feria y ves los diferentes juegos que hay: los caballitos, el tiro al blanco… y la montaña rusa. “Para mí, el cine de terror es como subirte en la montaña rusa, a donde vas a hacer catarsis, a soltar tus miedos y encontrar otros tantos que no conocías, a donde vas a ver la fragilidad del ser humano y lo sensibles que somos a eso. Stephen King dijo que él seguía escribiendo historias de terror porque las personas creativas e imaginativas tienden a pensar en esas cosas, en esos momentos límite; creen que los asesinos existen y que en cualquier momento pueden llegar y apuñalarte, que en la soledad de tu casa puedes llegar a escuchar un alma en pena. La imaginación funciona mucho más rápido que los sentidos”.

Por cierto que Rigo, como se le conoce en el medio, dirigió el programa piloto de la serie televisiva Trece M13DOS (México, 2007). El miedo, prosigue la charla, es algo que mueve a los seres humanos. “Si no sintiéramos miedo, simplemente la sociedad no existiría. Nacemos con este primer sentimiento, que es el miedo. Cuando sales del vientre materno, ves una luz que jamás habías visto, sombras extrañas, voces chillantes… ¡terror, terror puro! Y hay la teoría de que cuando morimos, ese túnel luminoso que narra la gente que se ve, en realidad es una evocación de ese primer sentimiento al nacer. Es una regresión a tu miedo primordial. El miedo es nuestra esencia, es el sentimiento más puro y el primero que tuvimos. Evocarlo constantemente es sano. Quizá por eso a los que les apasiona este género son las personas más entrañables, las más sentimentales, las más amorosas, con un corazón gigantesco, aunque por fuera puedan parecer algo oscuras y retraídas. El sensibilizarnos de nuestra fragilidad nos hace ser personas mucho más humanas”.


¿Podemos hablar de un “terror mexicano”? ¿Por qué los productores y directores mexicanos no le han entrado tanto al género?


—En México se ha hecho cine de terror desde los años treinta. Abel Salazar tocó mucho el género como actor, director y productor. Sin embargo, no se le ha dado la debida importancia. No sé por qué se habla tanto de Juan López Moctezuma y Carlos Enrique Taboada, cuando la piedra angular del género en nuestro país es Abel Salazar. Sin embargo, no se puede hablar de algo que nos distinga como país en el género, porque hemos tenido la tendencia de ser imitadores. Por ejemplo, El vampiro (Fernando Méndez, 1957) es Drácula, pero no nos representa como sociedad ante el mundo; es una leyenda importada que hicimos a nuestra manera. Otro ejemplo: Hasta el viento tiene miedo (Carlos Enrique Taboada, 1968; Gustavo Moheno, 2007) es una importación de lo que era el terror italiano de los setentas, como Alarido (Suspiria, Dario Argento, 1977). En cambio, hay otras películas que no tienen tanto renombre, pero que nos representan mejor, como Alucarda, (Juan López Moctezuma, 1978), que tiene muchos elementos mexicanos: tiene que ver con un convento, tiene esta imaginería colonial que es muy nuestra. Nos falta tener esa voz. Lo que intento hacer con mis películas es tratar de evocar algo de “nacionalismo”, como con Km. 31, donde traté de modernizar la leyenda de la Llorona y traerla a un nuevo público. Hay que modernizar las historias, hacerlas partícipes de la globalización y entregarlas a los nuevos espectadores. Tampoco se trata de descubrir el hilo negro, sino de tomar las reglas clarísimas que tiene el género y darles nuestro toque distintivo para realizar películas que aporten. Entre más películas del género hagamos, haremos más industria y abriremos aún más el abanico.


En tus películas se pueden detectar guiños a películas de otros directores, aunque ya es distinguible el avance hacia un estilo propio. ¿Cuáles son tus principales influencias?


—Mi primera influencia ha sido siempre Alfred Hitchcock, desde chavito. Recuerdo que no me dejaban ver su programa en la tele y que cuando escuchaba el tema de la serie se me enchinaba hasta la piel. Pensaba estudiar algo relacionado con las matemáticas, pero entré a trabajar a una productora y por casualidad leí el libro de entrevistas de François Truffaut con Hitchcock (El cine según Hitchcock, Alianza Editorial). Alguien me vio leyéndolo y supuso que me gustaba el cine y me dijo que por qué no estudiaba cine. De hecho, acepté hacer Blackout: Atrapados porque creí que era un proyecto que le hubiera gustado hacer a Hitchcock. Es como mi papá postizo. Luego está Stanley Kubrick, sobre todo El resplandor (The shining, Reino Unido-Estados Unidos, 1980) que fue a primera película de terror que vi en mi vida, a los siete años; en Km. 31, hay muchos guiños a esa película. Ya más adelante, sobre todo por haberlos estudiado, están los Davids: Lynch y Cronenberg. Por el lado oscuro del camino (Lost highway, Estados Unidos, 1997) contiene escenas que son absolutamente aterrorizantes y perturbadoras por la forma en que juega con tu cerebro. Cronenberg es el que mejor ha estudiado la fragilidad del cuerpo humano, cómo puede ser afectado y los efectos que tiene esto a nivel psicológico.


¿No te interesa el terror japonés? Algunos han identificado elementos de ese cine en Km. 31.


Con Km. 31 dijimos: “Va a ser la primera película de terror desde hace mucho tiempo y necesitamos que sea un éxito”. Yo siempre busco definir un estilo visual en mis películas. Vimos todas las películas de terror que pudimos, que se habían hecho en los últimos cinco años y tomamos nota de sus estilos visuales, porque queríamos acercarnos al estilo visual que se estaba usando entonces a nivel global. Fue algo consciente. Sí, hay algunas similitudes: el fantasma de la Llorona con el de El aro (Ringu, Hideo Nakata, 1998 y The ring, Gore Verbinski, 2002) y el del niño con el de La maldición (Ju-on, 2002 y The Grudge, 2005, de Takashi Shimizu). Aunque yo tenía escrito el guión de Km. 31 desde muchos años antes que salieran estas películas, los productores querían algo nuevo, pero les dije: “esta es una historia nuestra, mexicana, y si se parece, pues ni modo, hay que vivir con ello”. Pero, en combinación con lo que se hizo a nivel visual, se sintió demasiado cercano a ese estilo. A final de cuentas, el público agradeció que una película mexicana de terror pudiera funcionar tan bien a nivel global. En Blackout: Atrapados quise alejarme de ese estilo y escogí una estética punk, como de finales de los setenta. En cada película intento hacer una búsqueda, porque cada cinta es una pieza única.


Director de varios capítulos de la serie televisiva Terminales (México, 2008), Castañeda expresa su malestar: “Me desespera que en México se desdeñe a las películas de género. Todas las películas tienen un género. ¡Hasta las de Reygadas son de género!, de género experimental. Voy a decir algo que a algunos podría parecer una barbaridad, pero es la realidad: es mucho más difícil hacer una película de género (terror, ciencia ficción, suspenso, thriller psicológico) que hacer cine experimental o de arte. ¿Por qué? Porque la regla principal del cine de arte es no tener reglas. ¿Qué es más fácil: ceñirte a las reglas o romperlas?”


Si pudieras, ¿qué cambiarías en las películas que has realizado?


—En ambas mejoraría el guión. En Km. 31, desde el principio supimos que teníamos ciertas fallas, sobre todo en el segundo acto, que pensamos que en edición podríamos arreglar, lo cual es un clásico en la industria cinematográfica mundial: “Sí, en edición lo arreglamos”. Ajá. Nada de eso. Si no se arregla desde el guión, se va a quedar para siempre, para la historia. Por esa experiencia, me metí a estudiar y me volví un freak de los guiones. En Blackout: Atrapados, tuvimos que eliminar una subtrama, cuya ausencia se siente, aunque no todos los espectadores la llegan a percibir. El guión es lo más importante y en México nos falla mucho todavía. Lo que guión no da, filmación non presta. Eso, ni hablar.


Guillermo Vega Zaragoza. Escritor, periodista y profesor. Es redactor y corrector en la Revista de la Universidad de México y profesor en a Escuela de Escritores de SOGEM, Puebla.

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El octavo número de TOMA. Revista Mexicana de Cine, editada por PasodeGato, Ediciones y Producciones Escénicas, circulará durante enero y febrero de 2010 por todo el país en locales cerrados como Sanborns, Caffé Caffé, librerías Educal y Gandhi.

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