Avatar o más vale una vez azulado que cien descolorido
Lo peor que le puede pasar a cualquier artista es que su obra deje impasible al público, o algo así dijo Oscar Wilde. Por eso me parece entretenido leer las opiniones tanto a favor como en contra acerca de la película Avatar, de James Cameron. No obstante, a mí me gusta ser equilibrado y poner énfasis más en lo positivo que lo negativo, sin negar esto último. El maestro Juan Miguel de Mora nos dijo alguna vez en su clase de “Historia de la cultura” que hasta de las peores obras de arte se puede sacar alguna enseñanza. Y, en mi opinión, Avatar es una cinta impresionante por varias razones, sin llegar al extremo de considerarla una “obra maestra” como lo han hecho algunos de sus entusiastas admiradores.
En principio, hay que reconocer que Avatar marca un hito en la historia del cine, no sólo por la cantidad de dinero y de personas que la han visto y verán, sino por los recursos tecnológicos implicados y la calidad con que fueron utilizados. Si ya desde El señor de los anillos habíamos entrado en una nueva etapa de la producción cinematográfica, donde es casi imposible distinguir lo real de lo digitalmente creado, con Avatar nos encontramos con la creación de un mundo fantástico absolutamente convincente y creado a través de la tecnología digital. Recuerdo aún la fascinación con la que vi Final fantasy (The spirits within), en 2001, y sin embargo, todavía no se lograba que los personajes digitales transmitieran toda la complejidad de los gestos y movimientos realmente humanos. Cameron tuvo que esperar a que la tecnología le permitiera alcanzar estos niveles de expresividad logrados en Avatar. Es la ventaja de contar con todo el dinero del mundo para hacer lo que quieres y como lo quieres.
En cuanto al discurso antibélico-ecologista, me parece bien aunque un poco elemental. Cameron sabe que el público masivo no pone atención a las sutilezas, que hay que ser claro y directo, casi casi gritándolo para que no les quepa la menor duda. Y sí, en efecto, Cameron pinta a los ejecutivos y militares humanos como verdaderas bestias, a las que únicamente les importa el dinero y la destrucción, y los verdaderamente “humanos” resultan ser los azulados Na’vi. A mí, como pocas veces, me llegó un momento en que me dieron ganas de patear en la jeta al estúpido coronel Quaritch y al “ejecutivo” Selfridge.
Como bien apuntó Alfredo C. Villeda en Milenio Diario (http://impreso.milenio.com/node/8696976) , Avatar es muchas películas. “Si se prefiere, más bien es una serie de fragmentos de múltiples filmes. Avatar es el espectáculo total que fue en su momento Terminator (1984), del mismo realizador. Es la ambiciosa y taquillera Titanic (1997), pero también la sombría Aliens (1986) y la revolucionaria Matrix (Wachowski Brothers, 1999). Avatar es James Cameron de visita tocando la puerta de sus aficiones, contemporáneas la mayoría, y de dos o tres lecturas, de entre las que surge diáfano el relato “La noche boca arriba”, porque Avatar es, también, Julio Cortázar, con sus ojos felinos y su talla descomunal”.
Pero, sobre todo, si los mexicanos estuviéramos más familiarizados con los orígenes de nuestra cultura, nos debería hacer mucho sentido la historia de Avatar. Avatar es la conquista de América y la caída de México-Tenochtitlan. Los españoles buscaban el oro y la plata, los humanos el unobtanium (que por cierto es una mot portemanteau —o palabra compuesta— para nombrar algún material inexistente pero que se necesita para completar un invento o un experimento científico). Los aztecas esperaban el regreso de Quetzalcóatl, los Na’vi el de Toruk Makto. Pero a diferencia de los pandorianos, los habitantes de Mesoamérica estaban divididos, no contaron con un héroe o caudillo que los encabezara contra los españoles, creyeron que éstos vendrían a liberarlos del yugo azteca y en lugar de eso terminaron esclavizándolos. Además, la naturaleza funcionó en contra de los propios indígenas, a diferencia de la fauna de Pandora: la viruela mermó considerablemente a la población autóctona.
Avatar es, sobre todo, un relato épico, heroico, donde el protagonista recorre todos los pasos del camino del héroe que descubrió Joseph Campbell. En ese sentido, Cameron es impecable. En efecto, hay algunos hoyos en la trama, ¿pero qué relato fantástico no los tiene?
Para finalizar: no debería preocuparnos si los “señores de la guerra”, los gobernantes y políticos entienden el mensaje, y tampoco si todo el gran público hace conciencia. El verdadero artista crea para unos cuantos elegidos, que acusan recibo y levantan la mano: “Yo sí entendí lo que quieres decir”.
Pero aún así no basta con entenderlo sino que nos sirva para cambiar, para transformarnos, para no enfrascarnos en la espiral de bestialidad y cinismo a la que estamos llevando al mundo, para ser verdaderamente humanos, aunque para eso tengamos que transmigrar nuestras almas en gigantescos cuerpos azules.
1 Comments:
jajaja!!! Justamente lo que comentaba con el amigo que me invito a verla... nuestra historia y la de muchas culturas que desaparecieron a manos del conquistador... me gusto y muchoo!! Aunque por momentos me senti en Alien jajaj!! Digo estaba mi querida Ripley... aysss !! Te admiro Sra SW
Abrazo cariñoso Guillermo!!!
¡Te deseo un creativo y estimulante 2010!
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