jueves, febrero 08, 2007

En la Vasconsuelas

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Dedicado el día a recorrer la ciudad de un polo a otro haciendo trámites, llegué a la estación Buenavista del Metro y me encontré con que tenía tres horas libres antes de llegar a clases, así que me encaminé a la flamante Biblioteca Vasconcelos y aquí estoy, escribiendo mi primer post en una computadora de a gorra, porque aquí todo es gratuito.

Ya tramité mi credencial y mañana tengo que venir a una plática y a que me tomen la foto (¡pero te peinas, cuñao!). El edificio es muy frío y los estantes están casi vacíos, pero la cosa es agradable. Los chavos vienen, fundamentalmente, igual que yo, a usar las computadoras gratis, pero es cosa de que el lugar, como los antros, vaya agarrando calor.

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No quiero desaprovechar la ocasión para comentar sobre el lamentable resultado del partido de ayer entre México y Estados Unidos. Llegué a casa apenas para ver el segundo tiempo, y se me hace que el guamazo que nos vamos a dar cuando despertemos de nuestro sueño de opio en el 2010 va a estar canijo. No descarto unos cuantos suicidios de fanáticos cuando nos encontremos que no pasamos del cuarto partido, as usual.

La cosa es que algunos se empeñan en creer (y así se encargan de restregárnoslo mañana, tarde y noche los merolicos de las televisoras) que porque Hugo Sánchez es el DT automáticamente los acomplejados jugadores mexicanos ya van a adquirir una mentalidad triunfadora. Nones, como dijo Tom Jones. Hugo no es el que juega, sino los jugadores. Y a ésos ni volviendo a nacer se les va a quitar el pánico que le tienen al éxito, a concretar las jugadas, a meter la pelota al fondo, a anotar goles, pues.

Fue patético ver a cuatro delanteros ¡cuatro! (Bravo, Borguetti, Kikín y Bofo) cansándose de fallar goles. ¡Carajo! ¿Qué les pasa? El mión del gringo Landon Donovan hasta se burló del defensa al que dejó como un kilómetro atrás y Oswaldo tenía una cara de angustia como si fuera Niño Héroe envolviéndose en la bandera. Y eso que los gabachos no traían a todas sus estrellas y nosotros hasta trajimos a la diva griega de Nery Castillo, que prefirió ver los toros desde la barrera y atestiguar de lejitos la calaña de sus mediocres compañeros de equipo.

Pobre, Hugo: lo malo es que cuando la selección, como acostumbra, jugue como nunca y pierda como siempre, es a él al que van querer colgar de sus désos en el asta bandera del Zócalo (los pericos de las televisoras primero que nadie, verán si no), mientras los holgazanes, ineptos y enanos jugadores van a seguir risa y risa hinchándose de billetes, estafando a millones de aficionados y justificando su mediocridad.

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