martes, mayo 17, 2011

Encuentro con la verdadera poesía

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Por Guillermo Vega Zaragoza

(Prólogo a Inventario de Caricias,
de Jorge Contreras, Editorial Fridaura, 2011)

Conocí a Jorge Contreras el mismo día que en la editorial Fridaura nos entregaron los ejemplares de nuestros respectivos primeros poemarios. Para celebrar la feliz coincidencia, nos fuimos a echar unas cervezas. Platicamos (¿de qué más?) de poesía. Me enteré entonces de su gran pasión y admiración por el más célebre de sus paisanos: Ignacio Rodríguez Galván, nuestro primer poeta nacional, oriundo de Tizayuca, Hidalgo. Luego leí su libro, debidamente dedicado, con el inquisitivo título de ¿Quién soy otro sino tú? y quedé impresionado con la intensidad de su voz poética, la de un joven desatado, a quien el lenguaje, las formas y la poética tradicionales le quedaban pequeñas para lo que tenía que decir. Muy en consonancia con los proverbiales aires hidalguenses, los poemas de Jorge eran vendavales frescos, agresivos y potentes.

Desde entonces hemos compartido infinidad de vivencias, desde francachelas hasta presentaciones de libros, fiestas y reuniones de trabajo, en las que siempre sale a relucir el carácter eminentemente poético de Jorge. Acaso he conocido tres personas en mi vida a las cuales no dudé desde el primer momento en reconocerlos como poetas. Uno de ellos, sin duda el más joven, es Jorge Contreras.

Jorge es un poeta vital, que ha buscado fundir en una sola experiencia la poesía y la vivencia. Al principio, su juventud y su empuje lo llevaron a identificarse con cierto “malditismo” (algo más de pose que de actitud iconoclasta), pero poco a poco se fue decantando hasta aparecer como lo que verdaderamente es: un poeta romántico en su acepción literaria, no necesariamente la común y corriente. Sí, Jorge escribe sobre el amor, pero sobre todo sus poemas hablan de la vida, de la pasión y de la agonía que implica vivir, respirar, comer, beber, fornicar y sobrevivir en un mundo como el actual.

Si en su primer libro encontramos esos poemas como gritos que llaman a la rebelión vital a través de la música de las palabras, ahora, en Inventario de Caricias, Jorge Contreras nos ofrece una versión más pulida de sí mismo y de su voz poética: más que gritos son susurros, más que vendavales son brisa, más que desplantes son reflexiones de un poeta que ha madurado como hombre, que ha sufrido, que sufre, y que del sufrimiento interno ha sacado lo mejor de sí.

En su nuevo libro es evidente que Jorge Contreras es un mejor poeta que antes. La palabra poética, las imágenes, las metáforas, todo su arsenal ha sido cuidadosamente escogido y decantado. Se nota el pulimento, la labor de orfebrería, de aplicación dedicada a encontrar una voz, una voz adecuada para lo que tenía que decir en este libro. Son poemas que van de lo confesional a lo intimista, de la declaración desesperada a las intensidades del amor más delicado y devoto.

Los versos de Jorge son casi caricias. Eso es lo que ha buscado y logrado: que sus palabras logran la ilusión de tocar el cuerpo del lector, de la lectora, de la mujer o las mujeres (a “la musa”) a las que van dirigidos muchos de los poemas. “Escribirte es tratar de salvarte del olvido”, afirma al final de uno de ellos. En efecto: las caricias no dejan huella, más que en el alma y en el recuerdo, pero se desvanecen y corren el riesgo de desaparecer. A la palabra la acechan los mismos peligros. Por eso la poesía es el esfuerzo por rescatar, por apresar, por crear la ilusión de la permanencia del instante, de lo que, por su naturaleza es leve y efímero, como las caricias, como las palabras, como el amor, como la vida. Este es un libro de un poeta que va avanzando a la madurez de su voz poética, que la pulido a fuerza de escribir, de revisar, de borrar, de desechar, de decantar, de cribar las palabras, para quedarse con las mejores.

Pero también, como algunos pocos libros de poetas contemporáneos, nos hace volver a plantearnos la pregunta que hacía Robert Graves en La Diosa Blanca: “¿Cuál es la utilidad o la función de la poesía en la actualidad?”, y que él mismo respondió: “La función de la poesía es la invocación religiosa de la Musa; su utilidad es la mezcla de exaltación y de horror que su presencia suscita”. La poesía es, así, una advertencia y un recordatorio al hombre para que recobre la armonía con la familia de criaturas vivientes entre las cuales ha nacido, en una civilización en la que son deshonrados los principales emblemas de la poesía, “en la que el dinero puede comprar casi todo menos la verdad y a casi todos menos al poeta poseído por la verdad”. Este Inventario de Caricias es un urgente recordatorio más para entrar en contacto con el mundo, con uno mismo, a través de la verdadera poesía.