sábado, abril 02, 2011

Escribo

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Escribo

por Juan Felipe Herrera

Escribo por la paz.
Escribo para para todos los seres humanos.
Escribo para acabar con el sufrimiento.
Escribo para meditar sobre el infinito sin intentarlo.
Escribo por la pura ilusión que me da el todo.
Escribo para activar la vida de mis ancestros en el presente.
Escribo para tocar corazones y curar corazones.
Escribo para tejer amistades alrededor del mundo.
Escribo para probar la libertad.
Escribo para liberar los lenguajes de las comunidades de abajo.
Escribo para pintar murales y retratos y paisajes con electricidad.
Escribo por aquéllos que no pueden escribir.
Escribo para poder perforar un hoyo en la cultura fosilizada y que se libera
a sí misma hasta deslizarse dentro de la boca-volcán de la creación.
Escribo para ponerme en tus zapatos.
Escribo para que el espíritu de mi madre me regañe y me diga que deje de
hablarme a mí mismo.
Escribo para poder dejar de escribir—y ser.

(De Los vampiros de Whittier Boulevard, Sur+ Ediciones/Avra Edicones, 2009. Una muy buena reseña sobre este libro se puede leer aquí)

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Libélula

por Juan Felipe Herrera

Yo yo
no pude detener mis alas
estaban enloquecidas dijeron vete vete vuela vuela
gritando a todo pulmón una música extraña
incomprensible para muchos
en cuyas cabezas el ruido y la suciedad
se mezclaban con el heno
y la gente escupía whiskey
mezclado con cerveza allá abajo
ehhh ahhh ehhh ahh rubios brutales explosivos
cambiando de colores haciendo
gran ruido y blandiendo cosas
untándome y tropezando en espirales desde abajo
rodando y cubriéndose de niebla
sobre aquellas montañas que no dejaban
de sacudirse temblando y cayendo
no pude parar ajá me dije
mientras pasaba el arroyo chapoteando agua
sobre El Mulato Chihuahua donde alguna vez
papá Felipe chupó leche tendido bajo una
cabra pintona seria y flaca
y después salió corriendo desnudo hacia El Norte
con una bolsa de tortillas
un sombrero verde y un par de calzones
pegajosos agujereados de bala
las lámparas aleteando a medio derretir
sobre calles derruidas hechas de fuego

Ya ya ya basta basta
mira el bebé perdido caminando entre los cactos y la niebla
con zapatos de goma cargados
de polen conduciendo a los pobres
a liberarse de sus cadenas
quise decirle sálvalos
pero tan sólo pude eructar un vómito viscoso
sobre las cabezas alicoradas de los generales
que cabalgaban sobre caballos de cristal
con fustas de cuero y pistoleras de telaraña
disparando sin cesar
para luego saludar militarmente al espantapájaros
una calavera con ojos de azúcar dientes de azúcar
y mejillas de azúcar cuyos ojos eran dos huecos sonrientes
sálvalos le grité pero tan sólo una neblina inmovible
y minúsculas nubecillas de vómito cayeron del cielo
sobre sus sables y sus barbas hirsutas
por un instante cerré mi ojo gigante

Soñé con Mamá María en el bosque de los gitanos
sirviendo sopa a los heridos con su guitarra
soñé con otras libélulas que pudieron escapar
se hicieron verdes y así volaron libres
fue entonces cuando aterricé cayendo
sobre un camino pedregoso y me sentí más pequeño
que los mismos guijarros
caí de nuevo y mis ojos quedaron enterrados
respirando a duras penas adherido a una rama
rebuznando y rebotando sobre un techo en mitad
de una batahola estruendosa
voy voy voy escapo por entre soldados
cuyos costales están repletos de hocicos de cerdo
y cartas de amor que dicen
goodbye adios amor and love and adios
y rostros sangrientos de niñas campesinas
cosiendo parches de avena en sus vestidos
con agujas de mazorcas que flotan
en ríos al amanecer
flores ensangrentadas regadas por la tierra
entre los muertos
desintegrándose al explotar desde hornos de dinamita
extinguiéndose en el gorjeo azul del firmamento

(Publicado en la revista Arquitrave, núm. 40, diciembre 2008)