¿A quién hay que pedir perdón?
Hay que pedir perdón.
No importa a quién.
En principio,
a uno mismo
por la cobardía
de no levantarse en armas a diario
contra uno mismo,
derrocarse cada hora,
cada día,
inconformarse
con el estado que conservas
cada vez que te miras al espejo.
Por no rebelarse contra el mundo
contra la desvergüenza,
contra el asco,
contra la violencia,
contra la miseria
(pero no ésa que se resuelve con dinero,
la más deplorable e indigna)
sino la del alma,
ésa que no quiere reconocer
el dolor enterrado en cada rostro,
la impotencia del porvenir,
ésa que cree inútil cualquier esfuerzo,
pues de todas maneras
todo ha de morir sin remedio.
Hemos perdido la capacidad de asombro:
en un mundo de idiotas
todo comienza y se acaba
con quince minutos en las pantallas.
Hay que pedir perdón
y reconocer que somos leprosos,
con el alma cercenada por la vergüenza.
¿A quién hay que pedir perdón
por la rabia, la desolación y la muerte?
¿De qué sirve el perdón?
De nada,
sólo para exhibir nuestra propia miseria.
¿De qué sirve regresar al mismo sitio?
De nada,
sólo para mostrar nuestra indolencia.
¿De qué sirve despertarse cada mañana?
De nada,
sólo para convencerse de que cada día
es oscurecido por la noche.
Cada poema sirve tanto como las balas.
3 Comments:
¿Y si hacemos un ejército de perdon y paz? ¿Si contrarrestamos la ignominia y la miseria con el amor?
Pedir perdón y redirigir los pasos.
Pedir perdón y darle cuerda a la memoria.
Un placer leerte, Memo.
Abrazo.
"Cada poema sirve tanto como las balas"... Uf... Saludos Memiux...
Angélica
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