"¿Pues no que iba a ganar el Vítor?"Ayer sucedieron cosas bien raras que involucran aspectos tan delicados como la corrupción, o mejor dicho, el arreglo de las cosas para beneficiar a determinadas personas de acuerdo con ciertos intereses económicos, mercantiles o de simple amistad.
Primero, el deplorable espectáculo de la final del futbol mexicano, con un árbitro con insaciables afanes protagónicos como el Chiquidrácula, alias Marco Antonio Rodríguez, cuya madre debe ya estar sorda de tanto que le han de zumbar los oídos.
Es increíble que haya expulsado a tres rayados y a los choriceros fauleros no los tocó ni con el pétalo de una tarjeta amarilla. A estas alturas todo mundo dirá que a mí qué importa, si yo le voy a las Chivas, y además me cae mal el Piojo Herrera y al Toluca lo odio porque siempre le gana a mi chiverío, pero no hay que echar en saco roto la columna de hoy de Federico Arreola, quien a veces desbarra gachamente, pero luego tiene buenas puntadas. Se las paso al costo:
El árbitro y la casa de apuestas
Por Federico Arreola
Ayer domingo, día de la final del futbol mexicano —se enfrentaron el Toluca y el Monterrey por el campeonato—, se publicó en la prensa regiomontana un anuncio de la casa de apuestas Caliente, cuyo propietario es el empresario madracista Jorge Hank Rhon. A página entera, ese desplegado estaba encabezado por las siguientes frases: “Sólo para fanáticos. Apuéstale… Infórmate para ganar”. Ahí, en la columna titulada “Apuestas del día” se leía que la casa iba a pagar diez a uno si en el juego se presentaban dos o más tarjetas rojas.
Pues bien, el árbitro del encuentro, Marco Antonio Rodríguez, se sacó de la manga ni más ni menos que ¡tres tarjetas rojas!, algo muy pocas veces visto en una final, con lo que alguien se hizo muy rico. En Caliente, desde luego, se pagaba mejor a quien apostaba por el triunfo de Toluca que a quien lo hacía en favor del Monterrey. Y así, si Toluca anotaba primero en el segundo tiempo del juego, la casa de apuestas pagaba más que si el anotador era el Monterrey.
Las cosas en el partido se dieron, curiosamente, en la forma como más se beneficiaba a los apostadores. Pero como en los negocios, y el futbol profesional lo es, no existen las casualidades, lo único justo que puede hacerse es considerar al árbitro Rodríguez como presunto culpable de haber arreglado las cosas para que ganara, más que el Toluca, algún cliente de la casa de apuestas del señor Hank.
Con razón, al final del sucio juego de futbol estaba tan molesto el propietario del Monterrey, el señor José Antonio Fernández, que siempre ha sido un empresario honesto acostumbrado a hacer las cosas con decencia. Si la Federación Mexicana de Futbol no investiga lo que pasó y encuentra y castiga a los responsables de semejante robo, el futbol profesional en México empezará a conocer su decadencia. (http://www.milenio.com/palm/nota.asp?id=528252&s=10e)
Luego vino el partido de los Pumas contra Boca Juniors, cuyo árbitro no expulsó al portero boquense que tacleó literalmente al delantero auriazul cuando ya se iba en fa rumbo a la cabaña rival (ah, cómo me encanta esto de escribir como cronista de La Afición, jeje). Eso sí fue un robo en despoblado. Aquí y en China se sabe que si se faulea a un jugador en oportunidad manifiesta de gol se tiene que expulsar al ofensor. Pero el arbitro paraguayo nomás le extendió la pálida al guardameta y tutti contenti en La Bombonera. Ya después vino la maldición de los penales y… pues ya se sabe lo que pasó: adiós a los sueños húmedos de los felinos del Pedregal (mis condolencias a mis jefes de la oficina y al Morcillo, que han de estar que no los calienta ni el sol).
(http://www.milenio.com/deportes/nota.asp?id=70138)
Pero lo último si estuvo más sospechoso, aunque reveló un poco de decencia de aquellos que parecían tener todo preparado el crimen:
Ayer fue la final de Reyes de la Pista, tercera parte del programa Bailando por un sueño, donde se enfrentarían los ganadores y mejores perdedores de las dos emisiones previas, a saber: Latin Lover (el luchador stripper), el comediante Adrián Uribe, la cantante Alessandra Rosaldo y la actriz Adriana Fonseca, con sus respectivas parejas.
Por si estuvieron de vacaciones en Marte en los últimos tres meses o se les descompuso la tele y no tuvieron dinero para mandarla a arreglar (de otra forma no me explico que no se hayan enterado de nada), les cuento lo que pasó, pero lo dudo mucho, pues literalmente medio México estuvo al pendiente del programa, que ha sido el de mayor rating de todos los tiempos (incluso superior a los finales de telenovela y a los juegos de la selección).
El simpático Alvarito Cueva ha escrito en su columna del Milenio Diario que el éxito del programa revela que el público televisivo ha evolucionado casi nada durante los últimos treinta o cuarenta años, pues a la gran familia mexicana le siguen emocionando espectáculos simples donde se manejan emociones básicas. Es decir, nada de complicaciones intelectuales, de lo que se trata es de divertirse, entretenerse y distraerse de la jodida realidad que nos circunda gracias a los gobernantes que toleramos todos.
Qué mejor que ver a piernudas y nalgonas damiselas y a apuestos y nalgones bailarines regando la polilla por toda la pista, compitiendo por “el sueño” de “un soñador”, por ejemplo, que le arreglen los dientes a mi bisabuela, o le den la prótesis a mi hermanito paralítico, o que le armen un fideicomiso al recién nacido de una madre soltera. Abundante lágrima segura cada domingo, caballero. El sueño hecho realidad de los fabricantes de Kleenex. De otra forma, uno no se explica que el público televisivo sea tan masoquista como para aguantar cada ocho días durante tres horas las cursilerías y manifestaciones de retraso mental irreversible de Adal Ramones y su inefable acompañante Liza Echeverría.
Bueno, les cuento que en la primera parte el duelo fue entre Latin y Adrián, pero el primero ganó de calle gracias a las llamadas del publico, pues el jurado le tenía mala entraña, porque decían que Latin se la pasaba más preocupado en lucir su cuerpo que en bailar. Adrián Uribe siempre andaba con cara de purgado porque los jueces lo calificaban con diez, pero el que ganaba era Latin. En la segunda fase, ganó indiscutiblemente Alessandra Rosaldo, a quien por no dejar sentenciaron hasta el último programa, pero desde el principio se veía que iba a ganar. La niña baila muy bien y tiene todas sus cositas en su lugar, aunque le pusieron a un gordo jarocho con la gracia de un oso polar que luego fue mejorando.
Hasta ahí todo bien. Como los señores de Televisa son insaciables con eso del raiting y la billetiza publicitaria, se inventaron lo de Reyes de la Pista. Mi hipótesis es ésta: todo estaba puesto para que ganara Adrián Uribe (que es muy amigo de los productores del programa), pero como las llamadas a favor de Latin fueron tan arrolladoras, no les quedó otra que aceptar el resultado. Digo, por lo menos demostraron un poquito de decencia.
A las primeras de cambio eliminaron a Alessandra, que era la rival más peligrosa, y dejaron a Adriana Fonseca, que era más bien débil, no porque bailara mal, sino porque a nadie le importa quién es ni está tan buena como Galilea Montijo. Luego eliminaron a Adriana y dejaron como finalistas a Adrián y a Latin. Como nunca antes, Latin bailó del nabo: se le cayó la chava en las cargadas, no tenían ritmo y perdían el compás. Un desastre, pues. Latin se veía entre desencajado y encabronado. Desde luego, los jueces le dieron menos votos que a Adrián, pero no muchos. Se veía que a Latin le dijeron: “A ti ya te tocó, ahora le toca a Adrián”.
Pero como se supone que son las llamadas del publico las que determinan al ganador, pues se tuvo que respetar el designio popular. Al final la hicieron tanto de emoción que resultó hasta sospechoso. Adal leyó el nombre como diciendo: “Ah, caray, esto no venía en el script”, y anunció el triunfo de Latin Lover, que se vio sinceramente sorprendido (hasta se hincó el canijo). Adrián Uribe puso cara de purgado otra vez y a duras penas sonreía. Adal dijo que la diferencia había sido de 500 llamadas, pero para mí que fueron más y por eso decidieron dar marcha atrás a su intento de fraude.
Pero agárrense: en enero viene otro nuevo programa: "Cantando por un sueño", que busca ponerle en la torre (una vez más) a la soporífera versión de TV Azteca "Te Regalo Mi Canción", que no han de ver ni las madres de los participantes.
(http://www.esmas.com/espectaculos/farandula/498569.html)