viernes, junio 08, 2012
Por Guillermo Vega Zaragoza
Porque parece mentira la verdad nunca se sabe es el
título de la soberbia novela de Daniel Sada que trata, precisamente, acerca de
un fraude electoral cometido en un pueblo ficticio. Para la película Colosio, el asesinato, el director
Carlos Bolado parece recorrer el camino inverso: para que se sepa la verdad
(una verdad, su verdad) ha decidido contarnos una mentira, una ficción
cinematográfica arriesgada, valiente, oportuna para comenzar a curarnos de la
desmemoria que, mezclada con el silencio, el miedo y la autocensura, tanto mal
nos ha hecho como nación.
La
estrategia es simple: al principio de la película, como una ráfaga, presenta
los hechos reales, tomados de los noticieros de televisión y los encabezados de
los periódicos y luego, en fondo negro y letras blancas, advierte: “Esta es una
ficción basada en los hechos reales”. Y nos interna en la vida hogareña de un
agente policiaco y una locutora de radio con el pequeño hijo de aquél.
Encienden la tele y se enteran del atentado contra Colosio. Andrés, el agente, recibe la llamada
del “Licenciado” (del que nunca sabemos su nombre pero se infiere que es José Francisco
Ruiz Masseiu), a quien “El Doctor” (Daniel Giménez Cacho haciéndola de un
temible José Córdoba Montoya, el poderoso secretario del gabinete de Salinas de
Gortari) le ha encargado que haga una investigación paralela a la oficial sobre
el asesinato del malogrado candidato. Andrés rearma su equipo de colaboradores
y a través de él nos vamos internando en la maraña de la intriga. El fiscal del
caso (José Sefamí como el abogado Miguel Montes, pero con el apellido cambiado)
llega a las conclusiones que todos conocemos: pasa de la teoría de la “acción
concertada” a la del “asesino solitario”. Pero Andrés llega más allá. El que le
da la clave es “Don Fernando” (Gutiérrez Barrios, interpretado por Emilio Echevarría
como el defenestrado ex secretario de Gobernación de Salinas y añejo jefe de la
policía política del priísmo).
Don
Fernando es quien le da las claves a Andrés para entender: “Todos lo mataron,
pero nadie es responsable. Fuenteovejuna”. Don Fernando se lo dice a Andrés
para que El Doctor sepa que él sabe (hay que recordar que el real Gutiérrez Barrios
fue secuestrado años después y sólo se supo de ello cuando ya había muerto). La
verdad que plantea Bolado es: Colosio no quiso ser títere de Salinas y pactó
con Manuel Camacho para chingarse a los Salinas y compañía en cuanto fuera
presidente. Así que Salinas lo mandó a eliminar. Andrés le revela los
resultados de su investigación al Licenciado, quien a su vez lo informa al
Doctor y manda a éste a la chingada por tratar de joderlo. El Licenciado es
secretario general del PRI y pronto sería presidente de la Cámara de Diputados,
pero todos sabemos que lo manda matar el desaparecido Manuel Muñoz Rocha, compinche de Raúl
Salinas. El matón, "El Seco", que se ha encargado de eliminar a todos los involucrados en
el complot para asesinar a Colosio, también se echa al plato a Andrés y a su
mujer (Kate del Castillo).
Lo
realmente importante no es si la película nos revela la verdad sobre el
asesinato de Colosio. La verdad que nos revela, oportunamente en estos tiempos
electorales, es de lo que pueden ser capaces los príistas (los salinistas para
ser más específicos) con tal de conservar el poder. Es preciso reconocer que la
tan festejada “transición democrática” del PRI al PAN no ha sido más que una
engañifa, como lo demuestran las recientes declaraciones del expresidente Fox.
PRI y PAN son lo mismo. O no: los priístas son peores. Y eso es lo que Bolado quiere que nos quede muy claro con su película.
Contrariamente
a los finales del cine gringo, Colosio,
el asesinato no termina esperanzadoramente, no nos reconcilia con la
realidad. Muy al contrario, es deprimente y desoladora: la sangre del
protagonista Andrés se confunde con las aguas negras del desagüe al que su
cadáver fue lanzado. Las cosas se han podrido, parece decirnos Bolado. Pero sólo
si lo permitimos. La película termina colocándonos de nuevo en la realidad, con
los datos actuales de la “guerra contra el narco”, recordándonos que la
disolución social empezó ahí, el 23 de marzo de 1994, el día que los priístas
mandaron a matar a su propio candidato.
Al ver Colosio, el asesinato es inevitable que
no vengan a la mente varias películas: JFK,
de Oliver Stone, desde luego. Pero también La
sombra del caudillo, de Julio Bracho (que curiosamente fue desenlatada y
finalmente exhibida en el sexenio de Salinas) y, sobre todo, La ley de Herodes, de Luis Estrada. Ésta
última fue estrenada en 2000, a pocos días de las elecciones, y sin duda
contribuyó al ambiente de rechazo al PRI que llevó a la victoria a Fox y el
PAN. La cinta de Estrada era una tragicomedia y así fue el sexenio de Fox. Nadie
podía prever entonces que terminaría en una charada, dilapidando la esperanza que
depositaron en él millones de personas. Ahora, Colosio, el asesinato, una tragedia, llega también en vísperas de
elecciones. Esperemos que el sexenio venidero, gane quien gane, no ensombrezca
al país con ese tono.
1 Comments:
Espero poder verla mañana.
Y espero, deseo fervientemente, que Peña Nieto no sea presidente de México.
Saludos!
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