miércoles, mayo 16, 2012
Esto escribió Elena Poniatowska en su libro !Ay vida, no me
mereces! (Joaquín Mortiz, 1986) en su crónica-semblanza de Carlos
Fuentes:
"Recuerdo que en los sesenta, Carlos empezó a
tener úlcera, al menos eso creía y se puso a recorrer médicos como antes
había recorrido sitios arqueológicos y antros populares, a forrarse el
estómago con sucesivas capas de leche, quesos, crema, yoghurts y otras
dietas blandas, atento sólo a su flora intestinal. Nervioso, irritable,
no hablaba sino de sus consultas médicas, su frasco de Mélox siempre al
alcance de su mano y el platito de leche que lamía y apuraba a sorbitos
como los gatos. ("Ahorita que te viera Candice Bergen, Carlos.")
Inquiría buscando una explicación: "¿Verdad que es comprensible que yo
tenga úlcera? Con algo debe pagarse esta angustia que es escribir,
porque no es normal que un hombre se siente todos los días frente a la
máquina y escriba con un dedo, fijate, sin hacer un solo deporte, una
sola actividad fisica salvo el amor. ¡Claro, el cuerpo tiene que
cobrarse!". Hasta los cuarenta, Carlos era capaz de inventarse la peor
enfermedad y hacérsela creíble a los demás; provocarse un desmayo,
ponerse blanco, sudar frío. Pero la curación también la tenía él en su
cuerpo y su mejor doctor era él mismo. Nunca lo he visto más alegre ni
más fuerte que a las dos de la tarde, después de una mañana entera
frente a su máquina de escribir. Se había liberado de sus demonios, ya
no le dolía nada, ni leche necesitaba, hoy tomaría una copa de vino
tinto al comer en el jardín, luego una siesta y en la tarde otra vez a
darle. Carlos se veía exaltado, feliz, el rey de la creación, ¡ship
ahoy!"
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