martes, mayo 15, 2012

Carlos Fuentes: La palabra incómoda



La palabra incómoda
por Guillermo Vega Zaragoza

Carlos Fuentes, 
En esto creo, 
Seix Barral, 
México, 2002.

En un bello libro que acaba de aparecer, donde se reúnen algunas de sus conferencias sobre El mito en el tiempo (España, Emecé, 2002), Joseph Campbell dice una verdad del tamaño de una montaña y que, quizá por la misma razón, nos pasa inadvertida: "Hay dos tipos de seres humanos: elanimal humano, que es práctico y el humano humano que es sensible a lo divinamente superfluo", es decir, a la belleza y al arte. Como se puede discernir, el animal humano está más cerca de nuestros ancestros los chimpancés y los gorilas, pues si hay una cosa que nos hace verdaderamente humanos es, precisamente, el arte y la cultura, ya que el homo sapiens es la única especie que, además de luchar por el sustento diario, se dedica a hacer cosas sin sentido práctico inmediato, como escribir un poema, pintar un cuadro o crear un sistema filosófico. Sin arte ni cultura, no somos más que monos con corbata.

Todo esto viene a cuento porque ochenta y tres "especialistas" convocados por la Secretaría de Educación Pública del "gobierno del cambio" han proscrito de las 781 mil bibliotecas de aula obras de grandes escritores mexicanos, como Alfonso Reyes, Octavio Paz, Jaime Sabines y Carlos Fuentes, e incluso libros como El QuijoteIlíada y Odisea, porque, argumentan, los niños de preescolar, primaria y secundaria "no las entenderían". Según estos "sabios" educativos, lo que sí tienen y deben entender los niños mexicanos son únicamente cuestiones científicas y tecnológicas, para ser ciudadanos globalizados, "productivos" y "competitivos", pues ¿cómo se mide la "productividad" de leer una novela? ¿Leer poesía hará a los estudiantes menos "competitivos"?

A los animales humanos que dominan el mundo en la actualidad y sus adláteres que nos gobiernan sólo les interesa una cosa: la ganancia económica. Y si es inmediata, mucho mejor. Todo lo que no contribuya a ella debe ser eliminado, pues es un obstáculo al "avance" y al "cambio". Avanzar hacia dónde y cambiar para qué son las grandes interrogantes que estos señores no quieren responder, pues si revelaran sus verdaderas intenciones nadie los seguiría, por lo que engañan a las masas crédulas, ávidas de liderazgos instantáneos, con campañas de marketing y encuestas de opinión.

Por ello, resulta evidente que para este tipo de seres humanos "prácticos" un libro como En esto creo de Carlos Fuentes resulta totalmente inútil y superfluo. ¿Para qué sirve un libro que no te enseña cómo amasar una gran fortuna en poco tiempo, ni cómo trepar rápidamente en el organigrama de una gran corporación, ni aporta recetas fáciles para resolver los conflictos laborales en la empresa? Además, es muy largo (313 páginas) y no tiene "monitos".
Pero los grandes artistas crean, precisamente, para ese otro tipo de seres humanos, los humanos humanos, los que son sensibles a "lo divinamente superfluo", como lo establece Campbell. A ellos va dirigido, indudablemente, este nuevo libro de Carlos Fuentes.

Fuentes ha decidido promulgar su credo actual a través de cuarenta y un ensayos sobre temas que le han preocupado y obsesionado a lo largo de su vida. En 1993, Tomás Eloy Martínez recordaba que ya desde 1966 el entonces joven autor de Cambio de piel, en una entrevista con Emir Rodríguez Monegal, dio a conocer un credo intelectual del que nunca abjuraría: "Para que la palabra sea reveladora y liberadora debe también ser disidente"; enarbolar las banderas de la herejía, asumir el lenguaje como único medio de acción y no la acción como único lenguaje; desacatar, incomodar, mostrarse insatisfecho, antiprovidencial. Este carácter de "credo" relaciona, inevitablemente, al pensamiento de Carlos Fuentes con el terreno de la fe, de sus creencias o preferencias laicas y religiosas, donde lo mismo afirma su fidelidad a Balzac que a Dios, ese Dios pascaliano al que más le valdría existir, porque, si no, habrá sido una gran pérdida de tiempo.

Es este un libro singular en el conjunto de la obra de Carlos Fuentes, pues no hay escritor mexicano que haya imaginado con tanta anticipación la totalidad de su labor literaria como él. Como se sabe, a la manera balzaquiana, Fuentes le ha llamado La edad del tiempo a su ciclo narrativo, donde se ha ido acomodando todo lo que ha escrito desde que publicó su primer libro de cuentos Los días enmascarados en 1954. (Será interesante ver en dónde encaja su anunciada novela, Vlad, sobre el tema vampírico).

Sin embargo, otra cosa han sido sus trabajos ensayísticos. Aunque todavía estamos en espera de los estudios que analicen las ideas políticas y literarias que permean en sus ensayos, en ellos podemos distinguir dos vetas claramente marcadas. Una, la eminentemente periodística, atada a la actualidad, donde recopila artículos y ensayos publicados aquí y allá, sobre la realidad nacional y mundial más inmediata. Así nacieron Tiempo mexicano (Joaquín Mortiz, 1971) y su gemelo asíncrono Nuevo tiempo mexicano (Aguilar, 1994). Aquí entraría también su magno ensayo histórico El espejo enterrado (fce, 1992), que a pesar de no estar necesariamente atado a la esclavitud del presente, responde a una necesidad cronológica ineludible: es la enérgica respuesta fuentesiana a la mascarada del "Encuentro de dos mundos" que se conmemoró ese año.

Otra es la veta ensayística eminentemente literaria que se inicia con La nueva novela hispanoamericana (Joaquín Mortiz, 1969), esa especie de manifiesto generacional del mal llamado boom latinoamericano, donde Fuentes pasa lista a sus coetáneos y compañeros de ruta y rinde homenaje a sus maestros. Años después, Fuentes continuaría la misma línea con Valiente mundo nuevo. Épica, utopía y mito en la novela hispanoamericana (fce, 1990), donde, armado de las herramientas bajtinianas, emprendió la ingente tarea de erigir la cronotopía de la literatura del nuevo mundo, desde la Conquista hasta Cortázar, pasando por Azuela, Rulfo, García Márquez y Lezama Lima. En Geografía de la novela (fce, 1993) abriría el cauce a otras latitudes, explorando la obra de escritores de otros idiomas, como Milan Kundera, György Konrad, Julian Barnes, Italo Calvino, Artur Lundkvist y Salman Rushdie. Sin embargo, el que constituye su gran trabajo ensayístico sobre temas literarios es, sin duda, Cervantes o la crítica de la lectura(Joaquín Mortiz, 1976), que nace de impulsos paralelos y obedece a preocupaciones comunes con la novela que muchos consideran su magnum opusTerra nostra, aparecida un año antes.

Ahí subyace una idea interesante: Colón y Cervantes son una especie de gemelos espirituales. Entre otras cosas, ambos emprendieron aventuras (náuticas uno, literarias otro) en las que se planteaban un objetivo que al final resultó ser otro, muy diferente. Colón quería llegar a las Indias y se topó con un nuevo Continente. Cervantes quiso burlarse de las novelas de caballería e inventó la novela moderna. Quizá ese sea el sino de todo creador: que su obra nace con una intención, pero en cuanto se enfrenta al mundo, al público, a los lectores, deja de ser suya y se convierte en otra cosa, muy diferente a eso para lo que originalmente fue concebida.

Es muy probable que algo parecido suceda con En esto creo. Fuentes intentó crear una especie de "abecedario personal", donde tuvieran cabida sus obsesiones y preocupaciones, lo cual, sin embargo, terminó convirtiéndose, afortunadamente, en algo mucho más rico, complejo y fructífero. En realidad, este libro se trastoca en tres libros, que se pueden leer paralela, transversal y separadamente. El primero, quizá el más obvio, el que tiene que ver con ideas, autores y personajes literarios. Balzac, Buñuel, Dios, Faulkner, Jesús, Kafka, México, Odiseo, Quijote, Shakespeare, Velázquez, Wittgenstein y él mismo, se entrelazan con el Amor, la Amistad, la Belleza, el Cine, la Lectura, las Mujeres, la Novela, la Historia, la Muerte, el Sexo, el Tiempo. Algún lector avezado se preguntará por qué he incluido a México entre los personajes literarios. No cabe duda que en la obra de Carlos Fuentes, México no funge sólo como escenario geográfico de sus novelas o cuentos. México es, sin duda, el gran personaje de Carlos Fuentes. Pocos han contribuido como él a crear esa gran ficción colectiva que es México, el país de Ixca Cienfuegos, Artemio Cruz, Cristóbal Nonato, Laura Díaz...

Otro libro es el eminentemente político, en el cual Fuentes reflexiona sobre los temas y las ideas del presente: la Educación, la Globalización, Iberoamérica, la Izquierda, la Libertad, la Política, la Revolución, la Sociedad Civil, las Urbes, la Xenofobia… Definitivamente, se puede o no estar de acuerdo con sus ideas políticas, pero son siempre sugerentes, producto de la reflexión y la observación de un intelectual siempre atento a su tiempo. Quizá en lo que podamos estar más de acuerdo con él es en el sentido de que la globalización en sí no es panacea, pero no en que, como el Everest, está allí, no se va a mover y que el problema es cómo escalarla. No hay creación humana que el mismo hombre no pueda modificar o eliminar.

Finalmente, el más novedoso y entrañable de los tres libros que es En esto creo lo configuran los pasajes que Fuentes dedica a su intimidad, a sus padres, a sus hijos, a su esposa y a sus amigos no tan famosos. Este es un volumen transversal, que se va descubriendo conforme se avanza en la lectura. Es cierto, Fuentes nunca ha estado totalmente alejado de la confesión íntima. En muchos de sus ensayos y artículos apunta los encuentros y desencuentros con sus amigos y colegas, pero nunca antes se había mostrado tan abierto a mostrar las entrañas del hombre, no del escritor, al público. En este sentido, resalta el conmoverdor capítulo dedicado a sus hijos, en especial a Carlos Rafael, cuyo prematuro fallecimiento (pero todos los fallecimientos son prematuros, y más aún si se trata de un joven de veinticinco años) le hizo entender que "un hijo merece la gratitud del padre por un solo día de existencia en la Tierra".

Aunque la cuarta de forros ya le vaticina, prematura y atropelladamente, que "se convertirá en un clásico en su género" (la elevación a nivel de "clásico" la hace el tiempo, el más democrático de todas los conceptos, pues a todos nos afecta, y no la dictadura de la mercadotecnia editorial), lo cierto es que En esto creo cumple con creces un objetivo dual: a los estudiosos de la obra de Fuentes les proporciona un mapa inigualable para arribar a los múltiples destinos de su larga travesía literaria, tanto narrativa como ensayística, y al común de los mortales nos acerca aún más a uno de los escritores mexicanos más importantes de nuestro tiempo, pero no desde el pedestal de su propio mausoleo, sino desde la más sincera y profunda humanidad de un hombre que piensa, reflexiona, sufre, goza y, sobre todo, crea.

(Publicado en La Jornada Semanal, en septiembre de 2002: http://www.jornada.unam.mx/2002/09/15/sem-libro.html)