miércoles, abril 25, 2012
Las
muchas Alicias que es Alicia
Por Guillermo Vega Zaragoza
When logic and proportion
have fallen sloppy dead
and the White Knight is talking
backwards
and the Red Queen's “off with her
head!”
Remember what the dormouse said:
“FEED YOUR HEAD!
FEED YOUR HEAD!”
Jefferson
Airplane. “White Rabbit”
Hace ya varios años, apareció un libro que tenía por
título Pregúntale a Alicia. Nunca lo
leí, pero según decían era la historia de una muchacha que había sido atrapada
por el infierno de las drogas. Los padres y maestros lo utilizaban como
advertencia para los jóvenes descarriados de entonces (estoy hablando de los
años setenta, cuando las drogas aún eran una promesa de expansión de la mente y
experimentación existencial, y no la amenaza de alienación y violencia que son
ahora). El título del libro estaba tomado de la canción “Conejo blanco” del
grupo de rock psicodélico de San Francisco, Jefferson Airplane, quienes a su
vez se inspiraron en las historias de Lewis Carroll para escribirla, como una
especie de velada alegoría de las drogas psicodélicas que se usaban entonces.
Fue la primera alusión que tuve sobre las
extraordinarias obras del diácono y matemático inglés que respondía al nombre
de Charles Lutwidge Dodgson, y que
supuestamente tomó como inspiración para crear a su heroína a una amiguita real
llamada Alice Liddell. Muchos artistas han creado obras alrededor de
este personaje, que de alguna forma se ha convertido en un arquetipo. Más
recientemente, el cineasta Tim Burton realizó su propia recreación de Alicia
en el país de las maravillas. A Burton no le interesaba tomar al pie de la
letra los libros clásicos de Lewis Carroll sino ver qué de nuevo podría
decirnos ese mundo fantástico. Al llevarla a la pantalla, se encargó de darle
sustancia al personaje, de dotarlo de humanidad, de motivaciones, de conflictos
plenamente actuales y por lo mismo imperecederos. Porque, en efecto, se trata
de ni más ni menos que de la misma historia que se ha contado desde hace
millones de años: el sendero del héroe (en este caso, de una heroína).
La depredadora cultura dominante (el capitalismo
salvaje conocido como globalización) se ha encargado de hacernos olvidar que
somos nuestros propios héroes, que cada quien debe encontrar su propio camino
sin importar lo que digan los demás: los padres, las instituciones, la iglesia,
los medios, la escuela o los poderes establecidos. Y también nos hace olvidar
que ese camino es interno, que tiene muy poco que ver con las posesiones
materiales o la belleza física, que es un trabajo de instrospección que muy
pocos emprenden en su vida (es más, hay personas que ni siquiera se enteran de
que lo tienen que emprender), lo que las hace presa fácil de los muchos
espejismos que nos acechan: el materialismo, la obsesión por la apariencia
física, la obsesión por el trabajo, por el poder, por el sexo o por lo que sea,
y que al no poderlos cumplir los hace caer en la depresión, la drogadicción, el
alcoholismo, la violencia e incluso la locura.
El artista (iba a escribir "el verdadero
artista", pero si no es verdadero no es artista) es un creador y recreador
de mitos. En la actualidad ya son pocos los artistas que crean un mito nuevo,
más bien se dedican a recrear los existentes, y con ello los actualizan y los
hacen accesibles a las personas de su tiempo y del porvenir. Es el caso de
Andrés Castuera-Micher, que en este nuevo poemario retoma el personaje de
Alicia, pero, al igual que Bruton, lo recrea y le da un nuevo giro: Alicia es
muchas Alicias. No es sólo la niña perdida en un mundo fantástico sino una
mujer que podría ser —que de hecho es—
todas las mujeres. El poeta se dirige a ella, la interpela, la aconseja, le
exige, le suplica, que no se olvide de quién es, de dónde viene y de lo que
define su esencia: el amor y la imaginación.
En este poemario, tenemos un autor que permanece
fidelísimo a su talante y sus obsesiones: el tema amoroso y sus secuelas, pero
también se adivina una nueva vertiente: la del poeta reflexivo y algo
desencantado, que sin dejar de ser apasionado, se dedica a observar el crepúsculo
del mundo, de este mundo, en el que parece ya no haber lugar para las Alicias,
para los soñadores y los creyentes en la capacidad del ser humano para el amor
y la bondad, por eso Andrés le pide que no deje de llamarse como se llama, a
pesar de que tenga que inventarse otro país, otro mundo, donde sí pueda habitar
y ser genuina y congruente consigo misma.
Inventarse otro país, otro mundo. Eso es lo que
parecemos necesitar urgentemente en estos momentos de la humanidad. La poesía
—el arte de renombrar— es una buena manera de empezar a hacerlo. Andrés
Castuera-Micher nos invita. Habrá que seguirlo como Alicia al conejo y crear de
nuevo un país de maravillas que podamos habitar todos.
(Prólogo a Otro país para Alicia, de Andrés Castuera-Micher, edición de autor, México, 2012)
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home