martes, mayo 14, 2013

La belleza


por Guillermo Vega Zaragoza

Cierto día, al revés de Jean-Arthur, el de Charleville,
la belleza se sentó a mi lado
y me injurió con su presencia.
No sé si es amarga,
pues nunca la he lastimado con mis labios.
Como él, debí armarme contra la injusticia.
¿De quién es la belleza?
¿Se pertenece, le pertenece a todos,
puede ser de alguien, es de ella misma?
¿Se puede poseer la belleza?
¿Una mujer, un poema, un instante, una quimera?
¿Qué se hace ante su indiferencia?
¿Se le posee, se le injuria,
se le lanza desde el vehículo en marcha,
se le rinde culto en silencio, se le violenta?
La belleza hiere, lastima.
Lastima con la mirada,
con una caída de los párpados,
con el cabello ensortijado,
con los labios perfectos,
con la curva escondida
bajo la falda, con cada suspiro,
con cada risa.
A pesar de la herida propinada en un instante,
uno anda por el mundo con una sonrisa
imbécil el resto de la vida:
“Hoy la tuve, aunque fuera
un breve lapso, cerca”.
Muchos hombres ponen el mundo
a los pies de la belleza
y ella los rechaza.
Yo no tengo nada que ofrecerle.
La nada es lo único que podría compartirle.
¿Será suficiente la nada para ella?