domingo, noviembre 04, 2012
Por Guillermo Vega Zaragoza
Durante 2010, como parte de los festejos del Bicentenario de la
Independencia y el Centenario de la Revolución, llamó la atención la poca
presencia de mujeres entre las personalidades que se destacaron en ambos
acontecimientos históricos. En el primero, las figuras indiscutidas fueron
Josefa Ortiz de Domínguez y Leona Vicario (a quien incluso se le dedicaron
varias novelas), pero en el segundo, la atención se la llevaron las míticas
soldaderas, pero como un ente colectivo, no como mujeres con nombre y apellido,
con una historia y una vida particular.
No obstante, se realizaron diversos estudios
académicos en el área de estudios de género para ubicar en su real justeza el
papel de la mujer como revolucionaria, pero pocos se abocaron a los aspectos
estrictamente biográficos, quizá por la poca información que se encuentra
disponible en archivos y documentos de la época.
Por ejemplo, como parte de su
investigación sobre “veteranas de la Revolución en el México
posrevolucionario”, la historiadora Martha Eva Rocha Islas logró reunir los
datos de más de 500 mujeres que participaron en la guerra civil. Señala la
investigadora: “Con
expectativas diferentes y a veces contradictorias, las mujeres se integraron a
las distintas facciones revolucionarias que contendieron en la guerra civil.
Desde el movimiento precursor magonista que actuó como fuerza de oposición a
Díaz, el maderismo y el constitucionalismo que enarbolaron la bandera de la
democracia, hasta la contrarrevolución huertista y los movimientos populares:
villismo y zapatismo, actuaron todos en defensa de sus programas y objetivos de
lucha, a veces haciendo un frente común, otras en forma independiente, y otras
más enfrentándose entre sí”.
Así, en la
Revolución las mujeres se desempeñaron como maestras, periodistas y enfermeras
que hacían proselitismo escribían, imprimían y difundían propaganda
revolucionaria; la llevaban a los campamentos y la repartían entre los rebeldes
y la población civil; transportaban armas, correspondencia y mensajes por todo
el país; todas estas actividades clandestinas que sin embargo no dejaron huella
y fueron olvidadas por la historia oficial de manufactura masculina.
Y se pregunta Rocha Islas: “¿Qué significa entonces
hablar de la presencia de las mujeres en la Revolución mexicana? Significa
recuperarlas como sujetos históricos que lucharon y participaron en forma
comprometida, desde los distintos frentes, en las diversas facciones y etapas
del proceso revolucionario”.
Para contribuir decididamente
a este rescate desde el punto de vista del arte escénico, la Compañía Nacional
de Teatro, dirigida por Luis de Tavira, encargó a Estela Leñero la escritura de
una obra enfocada a destacar la participación de la mujer en el movimiento
revolucionario de 1910. Después de dos años de ardua investigación y seis meses
de escritura, la también antropóloga social y autora de más de veinte piezas
—entre ellas Casa llena, Las máquina de coser, Habitación en blanco, El Codex Romanoff, Insomnio y Paisaje interior,
entre otras— decidió abordar la vida de tres mujeres de la época, las cuales no
han sido necesariamente las más estudiadas o ensalzadas, sino que más bien
habían permanecido en la sombra, pero cuyo papel fue fundamental en dicha gesta
histórica.
La obra resultante fue Soles en la sombra, con el subtítulo de Mujeres en la Revolución, que aborda la vida de Juana Belén, anarquista,
maderista y zapatista, periodista y editora del diario Vésper; de María Talavera, compañera de Ricardo Flores Magón, que
mientras éste se encontraba en la cárcel promovió organizaciones comunistas y
socialistas; y de Leonor Villegas, directora de la Cruz Blanca, encargada de
dar socorro a los heridos en combate sin importar el bando.
La obra se llevó a escena durante una breve temporada
a principios de año, con un destacable éxito de público, en la sede de la CNT
en Coyoacán, bajo la dirección de Claudia Ríos y las actuaciones de Luisa Huertas,
Mariana Giménez y Emma Dib en los papeles principales. Ahora se encuentra en
librerías el texto de la obra, como parte de los Cuadernos de Repertorio, en
colaboración con la Editorial Jus, colección con la que se acerca al público la
escritura teatral que va conformando el acervo de la CNT. Se
ha anunciado que el montaje abrirá el Congreso Internacional de 7 Caminos
Teatrales, el 9 de julio de 2011 en Guanajuato, y será presentado en Puebla,
además de realizar otra temporada en la Ciudad de México.
Además de fotografías del montaje y una útil
cronología, el libro incluye textos de la periodista Alegría Martínez donde se plasman
las ideas de la autora y la directora en relación con la obra. Leñero explica
que buscó personajes diferentes para crear un caleidoscopio de tres mujeres
que, aunque no se conocieron en vida, en la ficción escénica tienen un destino
compartido, ya que se entregaron al ideal de un mundo mejor, más justo.”El
teatro es el medio idóneo para jugar con el tiempo y creer que existe un no
tiempo o un espacio mitológico donde estas tres mujeres se enfrentan y
reconocen”, afirma Leñero. De esta forma, la obra está armada en forma
fragmentaria, donde la realidad se yuxtapone en dos tiempos diversos y conviven
dos planos de realidad, donde se ha abolido el tiempo, a fin de tratar de
responder a preguntas fundamentales: ¿qué hicimos?, ¿valió la pena?, ¿en qué
acabamos?
Y añade la directora Claudia Ríos: “Pareciera que los
personajes nos mandan un mensaje en una botella a este país que se encuentra en
franca guerra y en el que tanta muerte no tiene justificación ideológica ni
propósito, porque de otra forma estaríamos en condiciones de construir una
mejor nación”.
Un aspecto sobresaliente del libro es que documenta el
proceso creativo del montaje con la intensa participación de la autora, la
directora, los actores y los responsables del montaje escénico y la música, en
un verdadero e intenso trabajo en equipo. En el caso de Soles en la sombra destaca en el libro que los integrantes de la
CNT contaron con “una absoluta colaboración” de la autora para “trabajar el
texto como un elemento dinámico y no como algo cerrado e intocable”. Los
actores, de acuerdo con la directora, investigaron “con absoluta minuciosidad
no sólo la historia y el pensamiento de sus personajes, sino también el
significado de sus palabras”.
El teatral es un fenómeno colectivo, aunque el acto
creativo del dramaturgo sea individual, enfrascado en dar vida en el papel a
personajes que luego existirán a través de los actores. En entrevista reciente,
señaló Estela Leñero: “Un texto para teatro tiene la
fortuna de que es encarnado por actores y tiene la posibilidad de ser
perfectible por su vivencia. Los actores aportan su vida, su interpretación del
personaje, y la dirección conduce toda esta intención, pero siempre a partir de
un texto. Recuerdo la frase de un guionista: ‘¿Dónde estaban todos cuando
estaba la hoja en blanco, cuando no había nada?’”.
De esta forma, actores y directores enriquecen las
obras y establecen un diálogo con los escritores y las circunstancias de la
escenificación. Si es posible que el autor aún viva y acepte incorporar las
adiciones y mejoras propuestas en bien del fenómeno teatral, qué mejor. Pero
hay que dejarlo claro: sin obra no hay teatro. Y en el caso de Soles en la sombra estamos ante una obra
excepcional, con una acertada dirección, llevada a escena por el mejor cuadro
actoral de nuestro país. El público así lo reconoció y de seguro lo seguirá
haciendo cuando se reanude el montaje por parte de la CNT próximamente.
Estela Leñero. Soles en la sombra.
Jus/CNT, México, 2011. 119 pp.
Publicado en la Revista de la Universidad de México, junio de 2011.
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