martes, marzo 01, 2011

Cuando la H deja de ser muda

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Durante la presentación de Hysterias en el Palacio de Mineria.

por Guillermo Vega Zaragoza


La aparición de una nueva revista siempre es una celebración, o debería serlo, y más si se trata de una iniciativa de jóvenes que buscan algo más que el simple lucro: la apertura de un espacio de expresión, un canal de diálogo, la invitación a una aventura conjunta con los lectores.

Por eso estamos hoy celebrando el lanzamiento del número 1 (que en realidad es el segundo, pues hace un par de meses apareció el número O) de la revista Hysterias, la cual nace con muy buena estrella, porque ¿qué mejor marco puede tener una revista incipiente que hacer su presentación en sociedad en una de las dos más grandes ferias editoriales del país y la más importante de la Ciudad de México como lo es la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería?

Hysterias surge por el esfuerzo de un grupo de jóvenes inquietos, procedentes de diversas escuelas y facultades de la UNAM, que tienen la necesidad de expresar lo que sienten, lo que piensan, lo que les gusta y disgusta, sin ningún tipo de cortapisa, sin las limitantes tradicionales de las publicaciones establecidas donde rigen los intereses comerciales o de otra índole, como los compadrazgos, los amiguismos o los amafiamientos.

Como afirmó Jorge Luis Borges, las revistas culturales se hacen a partir de la reunión de un grupo de amigos, con gustos e intereses diversos, pero con ideas comunes acerca de la propuesta cultural que quieren realizar. Al publicar sobre las obras y temas que les gustan o disgustan, buscan las coincidencias, amplían sus horizontes y atraen a los lectores con gustos e intereses afines. Si la revista logra acercarse a lo que el lector quiere o le interesa, se establece una relación que puede durar toda la vida: la del lector o la de la publicación, quien fenezca primero.

¿Qué propone Hysterias a sus lectores? En su escueto editorial, quienes hacen la revista apuntan: "Hysterias en un espacio abierto a todo público, dispuesto a albergar lo mejor de las semillas, cualesquiera sean sus frutos". La palabra "histeria" proviene del francés, y ésta del griego "utero", que significa vientre, y el útero es también la matriz, que en latín significa fuente, origen. De esta forma, Hysterias busca ser un espacio donde escritores que estén dando sus primero pasos encuentren un espacio de encuentro con los lectores.

"Hemos decidido crear este espacio para dar cabida a todas las voces legítimas, aquellas que reflejen con mayor fiabilidad la realidad de la cual salen y acaso a través de ese reflejo podamos mover las fibras necesarias para cambiar lo que no nos gusta o lo que ya no sirve. Abrimos este espacio para hacer literatura con nuestra propia voz, sin imposiciones de género, sin falsas caretas".

Por otro lado, llama la atención que el 75 por ciento de los miembros del consejo editorial (formado por Alejandra González, Beatriz Flores, Ivette Pradel, José Manuel Valdés y María del Pilar Piñones) y las dos terceras partes de los colaboradores de este número sean mujeres. Hace poco se armó una pequeña polémica en algunos medios a partir de que alguien se dio cuenta que dos de las más importantes revistas culturales del país son realizadas en su mayoría por varones, con una reducida presencia femenina. Algunos respondieron con obviedades biológico-político-fantásticas para tratar de explicar este fenómeno, cuando la realidad es que no es más que el reflejo de la mentalidad machista que aún permea en gran parte de la sociedad mexicana, sin que estén exentos de ello los individuos supuestamente más pensantes, como cabría esperar de los escritores, intelectuales y científicos sociales.

Quienes hacen Hysterias nos recuerdan que en 1941 fue fundada Rueca, una revista editada únicamente por mujeres, aunque sin una pretensión feminista. Ante esta iniciativa, el inefable Salvador Novo sugirió que "mejor harían en editar una revista verdaderamente femenina de modas y recetas de cocina". Ramona Rey, integrante de Rueca, comentó que había sido "la reticencia masculina [la que] nos obligó, indirectamente, a formar un grupo exclusivamente femenino". Sin embargo, a pesar de que buscó configurar un espacio donde las mujeres tuvieran auténtica expresión sin tener que pasar por filtros o censuras patriarcales, la revista se mantuvo tan sólo durante veinte números. Se terminó debido a que la mayoría de sus integrantes se casaron.

"Posteriormente —continúan las integrantes de Hysterias— se abrieron paso en la literatura mexicana grandes voces femeninas y sin embargo no siempre las cosas se dicen cómo y desde donde podrían decirse. Pues aún hoy en día nos resulta común escuchar que son pocas las mujeres que escriben en serio, que muchas lo hacen como ejercicio catártico, que son boberías, cursilerías de adolescentes perennes y algunas otras descripciones no gratas. Esa reticencia masculina que supondríamos ya desaparecida y sin embargo se mantiene presente aunque a veces discreta es la que nos lleva a nosotros a seguir hasta cierto punto el ejemplo de las fundadoras de Rueca. Un grupo de mujeres nos hemos puesto Hystéricas en tanto que nuestro útero nos permite serio, pero nos acompaña también un Hystérico.

En efecto, no podría ser de otra forma: la única manera de romper ese cerco invisible es que las propias mujeres creen sus espacios de expresión y los tomen por asalto. Y no es cuestión de decírselos, ellas ya lo están haciendo. En el reciente fenómeno de las redes sociales las mujeres llevan una considerable ventaja. En este sentido, la frase de Joan Baez que abre como epígrafe la publicación no podría ser más elocuente: "En vez de torturarnos nosotras mismas intentando competir, las mujeres deberíamos tratar de transmitir nuestras mejores cualidades a los hombres: démosles ternura, enseñémosles a llorar".

Sin embargo, Hysterias no es una revista "femenina" ni "feminista". Quizá para evitar ese etiquetamiento, quienes la hacen decidieron omitir el crédito de la autoría al principio de los textos y revelarlo hasta el final de la publicación, nombrando cada colaboración simplemente como una "voz" (primera, segunda, tercera ...), lo que provoca una sensación extraña en quienes tenemos la costumbre de relacionar el texto con el nombre del autor, buscando algún tipo de vínculo que nos amplíe el contexto. No obstante, al prescindir de ese lazo entre nombre y texto, el lector se concentra en lo que, finalmente, es lo más importante: lo que se dice, más allá de quién lo dice o el género de quien escribe.

¿Y qué nos dice Hysterias en su número inaugural? Primero que nada, es necesario destacar la presentación editorial propiamente dicha de la revista. Se trata de una revista realizada artesanalmente, nada que ver con la producción industrial, por lo que cada ejemplar se vuelve un artículo de colección, lo que le otorga un valor adicional a la calidad del diseño y el contenido. La propuesta de Hysterias es amplia y abierta: alberga tanto poesía como narrativa, ensayo, reportaje, entrevista o crónica, y le da un espacio importante a la expresión gráfica, en este caso, a la fotografía, no como una simple ilustración sino como complemento del discurso escrito. Desde luego, en la mayoría de las colaboraciones domina el impulso por decir algo importante, por decir lo propio; sobresale la voluntad de expresión y de presencia, de coraje, de encabronamiento, pero también de amor y de ternura, algo que se agradece ante una realidad donde los jóvenes que aparecen en publicaciones "serias" escriben con tanto desgano y tan poca pasión como si tuvieran 80 años.

Por otra parte, hay que destacar que, acorde con los tiempos actuales, Hysterias está disponible en versión electrónica de forma gratuita en http://revistahysterias.blogspot.com/, y sus contenidos se complementan con materiales adicionales disponibles en un blog: http://hysteriasenred.blogspot.com/,además de contar con presencia en las redes sociales con su página en Facebook.

En un ensayo de 1935, titulado "Polonio o Del trabajador literario", el crítico y editor norteamericano Edmund Wilson esbozó una breve y sugerente guía para autores y editores de revistas literarias, que sigue siendo perfectamente aplicable en nuestros días: "Las revistas, como los otros organismos vivientes, se desarrollan según ciertas leyes y atraviesan ciclos de vida regulares. La duración de estos ciclos puede ser de pocos o muchos años, pero todas cumplen el mismo (salvo que tengan un fin prematuro): tienen juventud, madurez y vejez. En sus primeros años, una revista puede parecer espontánea, novedosa y atrevida, pero sólo llega a la madurez cuando ya ha plegado sus alas, como dicen los franceses, y sucumbe a la fuerza de una inercia contra la cual el editor más joven y fresco es tan importante como el más viejo y oxidado. Luego envejece, decae y muere". Y Wilson sabía de lo que hablaba. Fue editor de Vanity Fair y de The New Republic, y durante muchos años fungió como el crítico estelar de The New Yorker.

Auguramos una larga travesía a Hysterias, que habrá de mantenerse fresca para luego madurar y volar con alas propias, hasta donde quieran llevarla sus hacedores y sus lectores.

Larga vida, pues, a estas Hysterias.

(Leído en la Galería de Rectores del Palacio de Mineria, febrero 28, 2011)