miércoles, mayo 05, 2010

Los miedos más temidos

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por Guillermo Vega Zaragoza

Revista En Tierra de Todos, núm. 9, abril-mayo, 2010, Ciudad del Carmen, Campeche.


Uno de los más grandes miedos del ser humano es el miedo al rechazo, a no ser aceptado, a no encajar, a no ser amados y reconocidos. Para tratar de escapar de esto, algunos hacen cosas increíbles, que regularmente no harían: compran ropa que no les queda con tal de estar a la moda, se someten a dietas extravagantes para adelgazar, se aplican cirugías estéticas para agrandar o reducirse los pechos o la nariz; vamos, hasta aceptan que les gusta la música grupera o el reguetón con tal de que los inviten a una fiesta.

Otro gran miedo es el miedo al cambio. Existen personas dispuestas a morir con tal de no cambiar. Piensen tan sólo en los fumadores, o en los alcohólicos, o en los obesos, o en los políticos. O en ustedes mismos. Somos capaces de caer en la irracionalidad con tal de no cambiar. Nos aferramos a lo conocido, a lo previsible, a lo que nos da seguridad, por miedo a lo nuevo, a lo impredecible, a lo desconocido.

Durante un largo lapso de mi vida, trabajé en una empresa privada. Me encargaba de comunicar a los empleados lo que los patrones querían que hicieran y pensaran. Ahí me di cuenta de que lo más difícil del mundo es hacer que la gente modifique su comportamiento. Y ya no digamos el comportamiento: que cambie su actitud y su forma de pensar. Ni amenazándolos con el despido cambiaban y seguían siendo holgazanes, irresponsables e indolentes.

Hace poco un director de películas de terror me dijo varias cosas interesantes en relación con el miedo: que el miedo es el primer sentimiento que experimentamos al nacer. “Imagínate que cuando sales del vientre materno, ves una luz que jamás habías visto, sombras extrañas, voces chillantes… ¡terror, terror puro!” Quizá por eso nadie recuerda el momento del nacimiento: es una de las experiencias más traumáticas y aterradoras que tiene que padecer un ser humano. La otra es la muerte.

Este director también me dijo que hay la teoría de que cuando morimos, ese túnel luminoso que narra la gente que se ve, en realidad es una evocación de ese primer sentimiento al nacer, que se trata de una regresión al miedo primordial. Es decir, nacemos con miedo y morimos con miedo. Aunque el poeta James Douglas Morrison opinaba diferente: “La gente le teme más a la muerte que al dolor. Es algo extraño. La vida te lastima mucho más que la muerte. Cuando mueres, se acaba el dolor. Sí, creo que la muerte es nuestra amiga”. Tan amigo se hizo de ella que se lo llevó al baile a los 27 años.

El miedo es lo que mueve a los seres humanos. Si no lo sintiéramos, simplemente no podríamos sobrevivir. Aquel que no lo siente seguramente está loco o es un inconciente. Es una emoción que está ligada a la parte más elemental de nuestro cerebro, a lo que le llaman “cerebro reptílico”, que está conectado directamente a la médula espinal y relacionado con el más elemental de los instintos: el de supervivencia. Por eso, cuando escuchamos un estruendo damos un brinco y nos colgamos de la lámpara, reaccionamos instintivamente a una situación desconocida y de peligro.

Recientemente apareció una nota en el periódico sobre las investigaciones de una antropóloga estadounidense, quien encontró que el macho alfa de un grupo de chimpancés en Senegal ejecutaba una especie de danza al enfrentarse al fuego de un incendio forestal, en lugar de salir huyendo como los demás animales. Es decir, parecía que con sus movimientos trataba de controlar, predecir y comunicar a los demás changos el curso del fuego. De acuerdo con los científicos, si los chimpancés son capaces de entender la naturaleza del fuego, entonces lo mismo debió de ocurrir hace millones de años con los antepasados simiescos y de cerebro pequeño de los humanos.

¿Será posible dejar de sentir miedo? En rigor, pienso que no, pues se trata de un instinto natural, por lo que no es erradicable. Sin embargo, podemos y tenemos que controlarlo, ya que de otra forma la vida en sociedad se torna insoportable. En El miedo a la libertad, Erich Fromm analiza las implicaciones psicológicas de ello. Afirma, junto con Freud, que el ser humano es fundamentalmente antisocial; sin embargo, para sobrevivir ha tenido que aliarse y convivir con otros de su especie, por lo que debe que controlar sus impulsos instintivos. Si siguiéramos nuestros instintos más elementales, como el miedo al otro, la sociedad simple y sencillamente no existiría. Así nace la cultura, que es, al mismo tiempo, represora y creadora; es decir, es represión y sublimación, en términos psicoanalíticos.

De ahí que si a nuestros miedos naturales, instintivos, animales si se quiere, le aunamos los miedos que nos injerta la sociedad —a través de la familia, la religión, la escuela, la empresa, el Estado—, la gran mayoría de los seres humanos nos encontramos cautivos en intrincadas cárceles de miedos que nos impiden ser felices, realizarnos plenamente y ser realmente libres.

Para escapar de ahí, tendríamos que aprender a enfrentar y controlar nuestros miedos. En Mi filosofía de A a B y de B a A, Andy Warhol escribió que a veces la gente deja que el mismo problema los abrume durante años cuando bastaría con decir: “¿Y qué?” (“So what?”). Ésa era una de sus frases favoritas: “¿Y qué?” “Mi mamá no me quería”. ¿Y qué? “Mi marido no coge conmigo”. ¿Y qué? “Soy todo un éxito pero sigo solo”. ¿Y qué? Y apuntaba Warhol: “No sé cómo me las arreglé durante años antes de aprender este truco. Tardé mucho en aprenderlo, pero una vez que te das cuenta, jamás lo olvidas”.

Lo mismo con los miedos. Morrison recomendaba: “Exponte a tu miedo más profundo; después de eso, el miedo ha perdido su poder y el miedo a la libertad se reduce y desaparece. Ya eres libre”. Pues eso.

2 Comments:

Blogger Teresa Nevares said...

Chale, yo para enfrentar mi miedo más horrible tendría que pelearme con un tiburón...

12:39 a.m.  
Blogger Lirio Belano said...

Maestro, buena tarde, soy Oralia Ramírez, alias Lirio Belano, excepto algunos detallitos que con seguridad se le barrieron debo decirle que me ha gustado esa forma que tiene de acercarnos a lo inherente de nuestra naturaleza. Por supuesto comparto algunas de sus impresiones. Gracias Guillermo por llegar a tiempo a Guerrero. Verás, la poca gente que acá estamos interesados en los otros hemos quedado con tu enseñanza y buena vibra complacidos con tu visita y deseosos de que regreses pronto. Un abrazo del alma hermano y que todo lo que hagas te genere satisfacciones duplicadas. LB

8:56 p.m.  

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