miércoles, abril 28, 2010

DE ÍNSULAS, SAPOS Y LUCIÉRNAGAS

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Gabriela Vadillo, directora de la revista, y este tundeteclas en la presentación de En Tierra de Todos en el Café Van Gogh de Ciudad del Carmen el pasado sábado 24 de abril.

por Guillermo Vega Zaragoza

En un ensayo de 1935, titulado “Polonio o Del trabajador literario”, el crítico y editor norteamericano Edmund Wilson esboza una breve y sugerente guía para autores y editores de revistas literarias, que sigue siendo perfectamente aplicable en nuestros días, aunque con algunas adecuaciones a la época actual.

“Las revistas —nos dice Wilson, quien fuera editor de Vanity Fair y The New Republic, y durante muchos años el crítico estelar de The New Yorker—, como los otros organismos vivientes, se desarrollan según ciertas leyes y atraviesan ciclos de vida regulares. La duración de estos ciclos puede ser de pocos o muchos años, pero todas cumplen el mismo (salvo que tengan un fin prematuro; tienen juventud, madurez y vejez. En sus primeros años, una revista puede parecer espontánea, novedosa y atrevida, pero sólo llega a la madurez cuando ya ha plegado sus alas, como dicen los franceses, y sucumbe a la fuerza de una inercia contra la cual el editor más joven y fresco es tan importante como el más viejo y oxidado. Luego envejece, decae y muere”.

Esto es así porque, como afirmaba Jorge Luis Borges, las revistas y los suplementos culturales se hacen a partir de la reunión de un grupo de amigos, con gustos e intereses diversos, pero con ideas comunes acerca de la propuesta cultural que quieren realizar. Al publicar sobre lo que les gusta, buscan las coincidencias, amplían sus horizontes y atraen a los lectores con gustos e intereses afines. Si la revista o suplemento logra acercarse a lo que el lector quiere o le interesa, se establece una relación que puede durar toda la vida: la del lector o la de la publicación, quien fenezca primero.

A lo largo de mi vida, primero como simple lector, y después como colaborador y participante, he visto nacer, crecer, envejecer, morir y renacer infinidad de revistas y suplementos culturales. Prácticamente no existe grupo de amigos a quienes les interese la literatura, sobre todo, que no hayan pensado -y en ocasiones logrado- realizar una publicación que les permita expresar sus ideas, creaciones y puntos de vista.

Pero así como nacen, muchas no pasan del primer o segundo número, por múltiples razones, siendo la principal la falta de recursos financieros para producirla, pero no la única: también las condena a la desaparición la falta de interés no sólo de los lectores sino de aquellos mismos que las realizan.

Por eso es de destacar la longevidad que ha alcanzado una revista como En tierra de todos, producto del esfuerzo de la Red Cultural, un grupo multidisplinario de artistas carmelitas y algunos convidados de otras latitudes, que llevan varios años remando a contracorriente en estos lares para concretar sus diferentes proyectos artísticos y culturales.

Pero no es sólo la edad que tiene la revista, que ya lleva nueve ediciones bimestrales, sino también las condiciones en las que fue concebida y desarrollada, no muy diferentes a las de muchas publicaciones de los estados de la República, pero que en una población como Ciudad del Carmen se recrudecen y presentan retos adicionales.

Estas particularidades se resumen en lo que yo he dado en llamar "la condición insular", idea que yo conocí por primera vez como el título de una novela del escritor regiomontano Hugo Valdés Manriquez que aborda la situación existencial del artista en un medio hostil. Después descubriría que la insularidad es un concepto muy antiguo que ha producido profundas reflexiones literarias, culturales, sociales, antorpológicas y hasta filosóficas. Quizá ha sido la economía la que ha desarrollado mejor el concepto, detacando algunos de sus rasgos: variedad reducida de recursos naturales, dependencia de uno o de varios de esos pocos recursos, problemas de transporte y comunicación, escasa competencia de mercado y tendencia a la formación de oligopolios, amplia apertura y especialización productiva, fragilidad de sus ecosistemas, valor geoestratégico, rasgos culturales diferenciados, y relaciones y condiciones políticas especiales, entre otros.

Estas condiciones económico-sociales pueden traducirse casi punto por punto al aspecto cultural. Esto lo han padecido y los padecen todos los carmelitas. El grupo de la Red Cultural se ha negado, desde el bastión de la cultura, a seguir reproduciendo esa situación y busca cambiarla a través de sus actividades y propuestas.

En el número cero, Gabriela Vadillo define muy clara y sencillamente el objetivo de la revista: "En tierra de todos detenta su nombre por cada individuo que con suerte o sin ella puebla esta isla que al parecer ahora es tierra de nadie. Esta revista cultural le guiña un ojo a la imaginación y le apuesta con sus textos a cuanta temática invite a la reflexión de nuestros días".

Ese es el planteamiento, necesarísimo, en los tiempos actuales, no sólo en Ciudad del Carmen sino en todo el país, que hace la revista: inclusión con apertura y reflexión con imaginación. En cada uno de sus números, a partir de un tema rector, los colaboradores lo asedian desde una multiplicidad de enfoques y puntos de vista: desde la salsa hasta la educación, desde la infancia hasta la creación literaria regional, desde el teatro hasta la cultura audiovisual.

Una de las más graves lacras que padece México, y que es la que desde tiempos inmemoriales ha echado por tierra los diferentes esfuerzos de conformar una visión conjunta para resolver los problemas que nos aquejan, es la compulsión al divisionismo y el sabotaje de cualquier iniciativa que no surja desde el grupo o mafia que detente cierto coto de poder. Como lamentablemente sucede desde los niveles más altos y más bajos de la política nacional, y como lamentablemente ha sucedido durante estos días en la preparación y realización de esta Feria del Libro. Es indignante que algunos que se llaman profesores, en cuyas manos dejamos supuestamente la educación de nuestros hijos, se comporten como verdaderos vándalos y destruyan materiales que ni siquieran son de propiedad particular sino de la propia comunidad. Si tan sólo tuvieran el pretexto de que boicotean y destruyen porque no fueron invitados, pero en todo momento se les incluyó y se les conminó a participar. Si no participan fue porque la idea no surgió de ellos, pero sobre todo porque cuando otros realizan un trabajo diferente quedan en evidencia la estupidez y holgazanería de ellos. No les gusta que los demás trabajen porque, por contraste, reluce su mediocridad.

Sin embargo, es necesario seguir adelante. Lo importante es que sigan existiendo iniciativas como esta feria, como esta revista, como todos los proyectos culturales que un pequeño gurpo de locos e idealistas realizan para tratar de cambiar las deplorables condiciones culturales y educativas a las que parecemos condenados por la indolencia y mediocridad de unos cuantos, que a veces parecen mayoría. Siempre habrá luciérnagas ofreciendo su efímera luz en un mundo infestado de sapos podridos.

1 Comments:

Blogger nicol said...

hola
Antes de nada, perdona que te escriba esto como un comentario, pero es que no vi tu email en el tu blog

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Muchas Gracias por tu tiempo... y disculpa si no fue la mejor manera de darme a conocer.


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