lunes, enero 15, 2007

Adiós al Doctor X

Apenas se anda uno recuperando de la pena de la pérdida de dos grandes maestros como Arrigo Coen y Alejandro Céssar Rendón, cuando me vengo a enterar de la muerte de un joven amigo, colega escritor y periodista: Luis Martignon, conocido en las lides underground como el Doctor X.

En su blog, Alfonso Morcillo da la noticia y me entristece mucho enterarme de la muerte de Luis, ya que era un hombre joven y de gran talento. Vivía con pasión el oficio de periodista y aspiraba a escribir obras literarias de gran alcance. Incursionó en la poesía y el cuento, pero era un maestro de la crónica urbana, la entrevista y el reportaje. Colaboró en cuanta publicación undergroundd hubiera y a veces aparecían sus textos en revistas establecidas, aunque yo sé que no se sentía a gusto en ellas, pues siempre fue un irreverente y provocador.

Lo conocí por pura casualidad a través de Internet, por una onda relacionada con Joaquín Sabina, cuya música nos gustaba mucho a los dos. Él sí lo llegó a conocer en persona y hasta se echaron unos tequilas juntos, según me contó. Lo idolatraba y seguía sus presentaciones cada vez que el flaco se arrimaba por estas tierras.

Varias veces departimos Luis y yo en antros del centro de la ciudad, que era su habitat natural. Adoraba, como yo, a Charles Bukowski y a Ricardo Garibay. Incluso llegó a asistir a uno de mis cursos, cuando él bien lo podía haber impartido, ya que era un lector voraz y heterodoxo.

De hecho, por Luis empecé mi primer blog, ya que él fue pionero de en ese entonces nuevo medio. Luis escribía en su perixcopio con largas intermitencias, pero siempre que lo hacía se mostraba tal cual era, sin medias tintas, llamando a las cosas como eran, declarando su amor y su odio a la ciudad y a las mujeres, que fueron sus grandes pasiones y que tanto lo hicieron sufrir y gozar.

Por su forma heroica de vivir y de beber, uno hubiera esperado que a lo mejor si muriera joven, pero no de forma tan inútil y estúpida (no por él sino por el causante de su muerte) como un atropellamiento. Pero así es a veces de absurda la vida.

Descanse en paz, Luis Martignon, el Doctor X.

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