Evocan a Ricardo Garibay a 10 años de su muerte
La sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes fue el escenario de un concurrido homenaje al escritor hidalguense, con motivo del décimo aniversario de su fallecimiento. Se propuso la creación de una Cátedra en la UNAM que lleve su nombre.
Por Mauricio Flores/Milenio Diario
Su parte altiva lo contradijo en múltiples ocasiones. Pero lo cierto es que detrás de esa figura ruda, enfundada en múltiples corazas, estaba un hombre de alta sensibilidad que observó en la literatura, específicamente en el leer y el escribir, su tabla de salvación. “Aquí es donde hay que joderse —sostuvo Ricardo Garibay (1923-1999)—. Leer o escribir es un acto de humildad, de devoción, de reverencia”.
A diez años de su muerte, un cuarteto de escritores y quizá más de dos centenares de sus lectores se reunieron en la sala Manuel M. Ponce de Bellas Artes tanto para evocar y ponderar la aportación escritural de Garibay a las letras en español como para desmitificar al personaje que, ciertamente hosco, tenía al mismo tiempo “un humor espléndido”, como acotó el escritor Froylán López Narváez.
Josefina Estrada, escritora y catedrática universitaria, tal vez la persona quien más conoce la obra del autor de Beber un cáliz y La casa que arde de noche, transitó del reconocimiento y el recuerdo a la demanda, al proponer el establecimiento de la Cátedra Ricardo Garibay en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Con ésta, los alumnos “aprenderían a escribir periodismo literario tan sólo con leerlo, además que se perfeccionarían prácticas como la sintaxis, ortografía, gramática…”, aseguró.
Otras propuestas de Estrada fueron el establecimiento de un blog dedicado exclusivamente a la obra y figura de Garibay, lo que ya ella misma lleva a cabo en compañía de Guillermo Vega, y se le ponga su nombre a un establecimiento del Fondo de Cultura Económica (FCE). Editorial que ahora dirige Joaquín Diez Canedo Flores, hijo de don Joaquín Diez Canedo, y quien editó en Joaquín Mortiz por primera ocasión la obra del recordado autor.
Una década después de su muerte, Garibay “no ha sido colocado suficientemente en el lugar que merece. Y no es que me gustara ver a don Ricardo hecho escultura, pero es plausible.” Sin embargo, explicó la escritora, Ricardo Garibay no tenía talento ni personalidad para conquistar a funcionarios y gobernantes.
De otra parte, apuntó Estrada, Garibay “se cubrió de máscaras que impidieron el acercamiento de su obra, se empeñó en buscarse enemigos que, ni muerto, le perdonan la vida”.
René Avilés Fabila, quien leyó a los asistentes a Bellas Artes la primera entrevista que le hiciera a Garibay (publicada por el transterrado Juan Rejano en las páginas de El Nacional), recordó tres de “sus infinitos y desmesurados arrebatos”.
“El que lo hace rechazar a Madame Bovary; el que enaltece al Cantar de los cantares; y cuando afirmaba contundentemente que el autor del Quijote no tenía por qué estar en manos de los académicos si era un hombre tosco, bebedor, asiduo visitante de tabernas, soldadote. En fin… Ricardo era asombrosamente novedoso y, a pasar de cierta amargura y resentimiento por la ausencia del reconocimiento que merecía, seguro de sí mismo”.
Nacido en el estado de Hidalgo como el mismo Garibay, por lo que tuvo diferentes acercamientos profesionales en la última etapa de su vida, Agustín Ramos ubicó al autor del célebre personaje “El mil usos”, como un escritor que “nos regresa naturalmente a la concepción de que la escritura es un arte acústico”.
Dijo Ramos: “El hecho de que se traduzca en letra no la hace perder en ningún momento su calidad de arte acústico, junto con la poesía y la música. Garibay utiliza el oído, desde luego para oír, pero además para procesar, reproducir y recrear. Garibay tiene una característica en cuanto al uso de la lengua: su predilección por el habla del vulgo. Esto deja una tarea pendiente: el estudio sobre el coloquialismo mexicano, una corriente literaria que ha dado muchísimos artífices, Juan Rulfo y Garibay, entre otros”.
“Uno necesita del otro”
Autor de una obra narrativa diversa, lo mismo en cuento, novela, guión cinematográfico, Ricardo Garibay (La casa que arde de noche, Rapsodia para un escándalo, Aires de blues, Triste domingo, Oficio de leer, Lo que es del César, Mujeres en un acto, Acapulco, Chicoasén, etc…) tenía una especial manera de enfrentarse ante las cámaras de televisión y los micrófonos de la radio y transmitir su pensamiento. Entre su legado, se encuentran un gran número de programas televisivos que realizó para diferentes cadenas y que bien merecerían también su rescate. Disposición pedagógica de excepción, en un hombre que decía “tener pocos diálogos, pocos amigos…, pero son indispensables para que viva, para que entienda que la vida tiene algún sentido. Yo solo, metido en mi pequeña biblioteca, me consumiría pronto. La soledad hace sufrir, uno necesita del otro, oír la voz del otro, fuerte, para poder vivir”.