Resaca de insomnio
La poeta y periodista durante la presentación del libro de este tundeteclas
en Pachuca el 22 de julio de 2009.
Guillermo Vega Zaragoza esperaba detrás de una puerta corrediza. Sentado en su escritorio muy serio y formal, me dio la bienvenida. Imaginaba que sería una entrevista difícil. Hice preguntas muy elaboradas, pero a la mitad del cuestionario decidí quitar tanta rigidez, así que le dije si se acordaba de mí, me había dado clases en SOGEM dos años antes y era la primera vez que lo trataba fuera de clases. Respondió que sí, pero que el recuerdo era vago porque me sentaba hasta atrás, y efectivamente así era: en el Bronx, como eran llamadas las últimas filas del salón.
Esa entrevista fue de las mejores. Ahí supe que al poeta le gustaban los Beatles, que uno de sus sueños era tocar la guitarra, que le apasionaba el periodismo y la tecnología, y que se habla iniciado en la literatura leyendo historietas.
Ese fue el inicio de un viaje, que espero dure mucho, pues tratar al poeta Guillermo Vega es cosa de cuidado y de disfrutar; con él la poesía tomó un significado distinto, supe que el periodismo y la poesía se pueden llevar, que podemos volver a tener 10 años y maravillarnos de todo en el circo, que las exóticas crepas de Clunys inspiran más poesía y que las letras saben mejor si se acompañan con un trago.
Una de las grandes tareas del poeta es observar, es un policía del instante, como lo dice Memo en su libro Desde la Patria del Insomnio.
Tratar de descifrar un poema es quitarle la vida, el sentido, cada uno de los lectores va adaptando los versos a sí mismo, de modo que la poesía toma muchos significados dependiendo del lector, por eso es tan difícil explicarla.
Pero Desde la Patria del Insomnio posee versos que no necesitan ser desmenuzados, hay palabras que por sí mismas nos encauzan a una explosión de sensaciones, de vértigo irracional por las aseveraciones metafísicas y los desplomes amorosos.
Como Jaime Sabines, Guillermo Vega es fan de las mujeres, la mayor parte de sus líneas son dedicadas a ellas, a sus cuerpos, a sus ausencias.
Estas líneas, que imagino fueron concebidas en el limbo del insomnio, se dividen en tres partes: la primera, llamada Preñar el silencio, es la llave que abre el universo de la poesía en la que el autor va desnudando al lector, va quitando trozos de piel para dejar salir lo que somos: un animal, un alcohólico, un policía, el canto, la patria, Sabines, un sueño, un disfraz, Dios.
El segundo bloque de poemas llamado Gramática Inservible describe con olores, sabores y tactos la desnudez de la mujer, el poeta va dejando caer una a una las palabras hasta culminar en el éxtasis de la poesía.
Espejo infinito es el bloque que cierra Desde la patria del insomnio; las letras aquí son el resultado inevitable de las ausencias, el agua aparece en cada línea, convirtiéndose en un mar, dejando al lector empapado en el muro que es su reflejo.
Memo Vega me sugirió que hablara de cualquier otro autor si su libro no me había gustado, que usara el conocido truco de decir: “Guillermo Vega es un gran poeta... sobre todo por haber escrito tal poema, en la línea 4 hace mención de una piedra, así como Paz en Piedra de sol, porque recordemos que Octavio Paz fue un gran escritor, su obra abarca ensayos, cuentos y poesía. Recordemos que Octavio Paz...”, y así sucesivamente hasta que haya cubierto el tiempo que tengo para hablar de su libro hablando de otro autor.
Lo cierto es que al leer Desde la Patria del Insomnio (leído con insomnio para ver si así conectaba frecuencia con el autor) las líneas me vinculaban a Memo Vega, a nadie más que a él, cada palabra era Guillermo Vega Zaragoza, y la pregunta es: ¿por qué ocurrió esto?
Porque como él mismo lo menciona en su poema “Policía del Instante”:
Mirar es el único trabajo del poeta
y escribir de lo que ve
con las palabras más justas
las mejores que pueda encontrar
Y sin duda alguna Memo Vega ha sabido hacer su trabajo.