Rostros familiares
por Ignacio Solares
Arthur Conan Doyle
Empezó con una punzada en el pecho. Luego sólo recuerdo la voz sincopada de mi mujer, el llanto de los niños, la llegada del médico. La luz de la lamparita de buró temblequeaba sobre los rostros, nimbándolos de irrealidad. Atrás del grupo descubrí a mi tío Antonio, un tío muy querido al que hacía años no veía. Se acercó y me puso una mano suave en la frente.
-Tranquilo. Ya va a pasar -me dijo.
Entonces recordé su situación.
-Pero tío -le dije-, tú estás muerto.
-Sí -me respondió-. Y tú también.
(Tomado de La instrucción y otros cuentos, Alfaguara, 2007)
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