miércoles, enero 30, 2008

Un experimento

Se me ocurrió hacer este experimento, no para demostrar nada, sino nada más por el afán de ver qué podía salir y porque me gustó mucho la historia de Rax, sobre todo porque me recordó aquel cuento de "Una niña perversa" de Jehanne Jean-Charles.

Rax escribió este cuento,
"De fantasmas", en su blog. Aquí lo pueden leer.

Tomándolo como punto de partida, hice mi propia versión:

Calefacción

Juan es un hombre sencillo y práctico. Ha hecho una pequeña fortuna dedicándose al negocio de la instalación de calentadores y equipos de aire acondicionado. Una tarde llega de visita a casa de un matrimonio amigo, a quienes no ha visto desde hace mucho tiempo. Se queda a cenar y, animados por el vino, platican hasta bien entrada la noche. Cuando se dispone a retirarse, cae una tormenta y lo invitan a que se quede a dormir cómodamente en una de las recámaras, que está vacía.

Mareado por los efectos de la bebida, con descuido, Juan tira al suelo la legión de muñecos de peluche que atestan la cama y se sumerge bajo las colchas con figuritas color pastel. A pesar de todo, cae en un sueño intranquilo.

Lo despierta el llanto de una niña, que se encuentra de pie -en camisón, descalza y tiritando- a un costado de la cama. Juan le pregunta por qué llora. Entre sollozos, la niña le dice que hace mucho frío en el lugar a donde la mandaron a dormir sus papás y que quiere estar en su cama, que es rica y calientita. Le pide que la deje dormir con él.

Juan duda, pues, aunque la niña apenas tiene once o doce años, alcanza a vislumbrar sus buenas "turgencias". Por un instante piensa proponerle que mejor él se va a dormir al lugar a donde la mandaron sus papás, pero la carita suplicante y el temblor del cuerpo de la niña lo hacen aceptar.

Ella se acurruca junto a él. Está helada. Juan la arropa con su cuerpo para transmitirle calor. Excitado, Juan acaricia la carne infantil por debajo de la tela; se agasaja, pero nomás un poquito. Extenuados, por fin, se quedan profundamente dormidos.

En la mañana, Juan despierta, solo. En la mesa del desayuno únicamente se encuentra el matrimonio. Como al desgaire, Juan pregunta por la niña en cuyo cuarto ha dormido. Se hace un silencio incómodo. Con resignada tristeza, le confiesan que murió súbitamente, de una extraña enfermedad, un año antes.

Ecuánime, mientras le da un bocado a sus huevos revueltos, Juan -que es un hombre sencillo y práctico-, les pregunta si no han pensado que sería buena idea ponerle calefacción a la cripta donde yacen los restos de la niña. Él mismo podría instalarla y se las dejaría a buen precio.

Los papás sólo atinan a mirarlo con silencioso asombro.

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Esta es mi versión. No se trata de ver si es mejor o peor que el original sino de ver qué se puede hacer con los elementos dados previamente y hasta dónde se puede llegar.

¿Ustedes qué piensan? ¿Se atreverían a hacer su propia versión de la historia, tratando de respetar la anécdota en lo fundamental?