miércoles, marzo 04, 2015
Escribir es un acto de liberación “…y una condena a la que nadie te
obliga sino tú mismo”: Guillermo
Vega Zaragoza.
Por Ricardo Rodríguez
Inda
Guillermo Vega Zaragoza estudió Periodismo y Comunicación Colectiva en la Escuela Nacional de Estudios Profesionales –hoy FES- Aragón. Su biografía aparece en el Diccionario de Escritores
Mexicanos como periodista,
poeta y narrador,
con cinco libros de poesía, dos de ensayo y un libro de cuentos. La publicación refiere que el escritor, de 47 años de edad, aborda en sus escritos crónicas urbanas, temas literarios, políticos, musicales y ciencia ficción. Ha leído a profundidad a escritores norteamericanos como Henry Miller, Truman Capote, Norman Mailer, Raymond Carver, Bret Easton Ellis, Douglas Couplan,
A.M. Homes, Paul Auster, Charles Bukowski y James Douglas Morrison; de dichos autores ha impartido cursos y publicado traducciones de poemas
de los dos últimos.
Alguna vez me dijo que si no es divertido, escribir no tiene sentido. En su obra destacan estructuras, ambientes y personajes paradójicos: sus matices son al mismo tiempo, lúdicos y trágicos, móviles y estáticos, cotidianos y permanentes.
Entre sorbos de capuchino, en un café al costado de la parroquia de San Juan Bautista, en el corazón
de Coyoacán, me explicó su vocación por las letras.
-¿Recuerdas haber padecido una euforia o un shock literario que te haya motivado o marcado?
-Uno que recuerdo muy vivamente fue cuando acabé de leer Pedro Páramo de Juan Rulfo. Era un domingo en que el sol poniente entraba por la ventana. Estaba sentado en mi cama. Terminé el libro, lo cerré y suspiré: “Todos están muertos”. Esa fue una revelación tan grande que aún la recuerdo.
-¿Qué querías ser
de grande, antes de siquiera sospechar que serías escritor?
-De muy niño me gustaba mucho dibujar, primero pensé en ser arquitecto, pero luego ya no porque me enteré que los arquitectos batallaban mucho para conseguir trabajo. En la secundaria pensé en estudiar
biología porque me gustaba mucho la maestra de ciencias
naturales.
-Cuenta de tus primeras
publicaciones, ¿cuándo fueron y en qué medio?
-La primera vez fue en el periódico
del grupo de tercero
de secundaria, que dirigía mi amiga Verónica
Lomelí. Fue una crítica
satírica, por riguroso
orden de lista, de cada uno de los compañeros del salón. Alguno se enojó tanto que nos fue a acusar
con la tutora. Ella simplemente me dijo que ya no lo hiciera.
Ahí fue cuando decidí que me gustaba escribir: para provocar alguna
reacción en los demás.
-¿A quién dabas a leer tus primeros textos?
-A mi amiga Verónica,
que era la directora del periódico.
-¿Se los dabas a tus papás?
-No. De hecho al principio tenía miedo de lo que fueran a pensar acerca de lo que escribía, hasta que me publicaron un cuento en un periódico, se lo enseñé a mi mamá y le pregunté qué le parecía. Lo único que me dijo fue: “Ay, hijo, las cosas que se te ocurren”. Mi papá nunca me dijo nada.
-¿Escribir es un acto de liberación?
-Sí, y también una condena a la que
nadie te obliga sino tú mismo.
-¿Cómo es
tu proceso
de escritura:
a qué hora, diario, cuántas horas?
-En realidad uno siempre está escribiendo, en la mente. Pero el acto de sentarme y darle al teclado lo prefiero
en la mañana, antes de amanecer. El resto del día es para escribir
cosas periodísticas o del trabajo.
-William Faulkner decía
que la mejor fórmula posible para escribir era “noventa y nueve por ciento
de talento, noventa
y nueve por ciento de disciplina y noventa y nueve por ciento de trabajo. Nunca estar satisfecho con lo que se hace, nunca es tan bueno como podría serlo…”
¿tú eres
así de despiadado con tu escritura?
-La verdad es que no. No soy un obsesionado con la forma. Quizá se deba a mi formación
periodística. No me solazo quitando
comas y volviéndolas a poner. Me gusta que las cosas
salgan a la primera,
por eso las pienso
mucho antes de siquiera atreverme a sentarme
a escribirlas.
-¿Escribes algo que
sea “bajo pedido” o siempre es lo que
te va saliendo?
-Es curioso, pero sobre todo en cuento, casi todo lo he escrito “sobre pedido”: para una tarea,
para revistas o un encargo
específico. En poesía es diferente. Ahí sale cuando
tiene que salir, no hay horario ni fecha.
-¿Qué salió primero de tu pluma: poesía,
cuento o periodismo?
-Periodismo, poesía y cuento,
en ese orden.
-¿Para quién escribiste
tus primeros poemas?
-Como todos: para una novia. Escribía sonetos,
llené un cuaderno.
Eran atroces. Al final le regalé el cuaderno
y le dije que lo conservara porque algún día iba a ser famoso y esa iba a ser
mi herencia para ella cuando
me muriera. Espero que no me haya hecho caso.
-¿El barrio de tu infancia influyó en
algo con tu deseo de escribir?
-Sí, claro. Tengo muchas historias acerca de mis amigos con los que jugaba cuando niños, con los que crecí y luego ya cada quien
tomó diferentes caminos, algunos
de
ellos trágicos. Todo te influye,
para bien y para mal. Rulfo no hubiera escrito lo mismo si no nace en los Altos
de Jalisco durante la Guerra Cristera.
-¿Consideras que tu principal
temática al escribir gira sobre mujeres y sexo?
-¿Qué hay otra cosa sobre la cual valga la pena escribir?
-¿La vida sexual de un escritor
influye en la calidad, la temática
o los enfoques con los que escribe?
-Claro que sí. Ejemplo: Henry Miller.
-¿Has escrito
bajo el efecto de algún psicotrópico?
-Sí, pero nada que valiera la pena. Para escribir algo que valga la pena tienes que estar con todos
los sentidos alertas.
-¿Tiene algo que
ver tu poesía con la forma en que te
enamoras y desenamoras?
- Cada vez que me enamoraba
y desenamoraba escribía un libro
de
poemas, hasta que me di cuenta de que siempre hablaba de lo mismo, pero sobre diferentes mujeres. Así que escogí los mejores y tiré los demás.
-¿Escribes para descubrirte
más, para encontrar la espina que te molesta o para qué?
-Escribo porque no entiendo. Escribo para
entenderme y entender
el mundo.
¿Qué hace feliz a un poeta?
-No sé a los demás, pero a mí me hace feliz hacer lo que me gusta, que es leer, escribir, ver películas, escuchar música,
comer, beber y amar a las mujeres.
Hay cosas que me hacen sentir más satisfecho que otras, no necesariamente feliz. Son las cosas en las que siento que toqué
“algo” profundo, que nadie o casi
nadie había tocado antes así como
yo.
-¿Qué sensaciones fluyen en el escritor
después de darse cuenta que terminó, digamos un cuento,
o un poema?
-A mí me divierte
mucho escribir, pero el acto físico
mismo de hacerlo me agota.
Siento que escribo
con todo el cuerpo,
me duele la espalda, los brazos, las piernas, como si me hubieran apaleado, pero al mismo tiempo me excita y me pone de buenas, conforme
voy escribiendo, sobre todo si siento
que van saliendo las cosas
bien.
-¿Qué es aquello
del mundo, o del ser, que te mueve a teclear?
-La necesidad de trascender, de dejar huella en este mundo, aunque sean unos pocos años después
de haber muerto.
-Salvador Dalí, antes de morir
dijo: “los genios no tenemos
derecho a morir, porque somos necesarios para el desarrollo de la humanidad”, ¿qué dices de eso? Siguiendo
sus palabras, ¿qué escritores
no habrían tenido derecho
a morir?
-Bueno, Dalí era un megalomaníaco. Yo creo que nadie es indispensable, todos nos vamos a morir algún día, y luego vendrán otros detrás de nosotros
y así. Nadie es tan importante. Pero, metafóricamente, los grandes genios nunca mueren porque les sobrevive la obra.
-Una forma de comenzar
a escribir es leyendo
e imitando a los consagrados. Si fue tu caso ¿a quién imitaste?
-Claro, a nadie se le ocurre que podría escribir si no ha leído antes aunque sea un poco. Al principio
quería ser como Borges, luego como Cortázar, luego como José Agustín, luego como Carlos Fuentes, luego como Vargas Llosa, luego como Henry Miller,
luego como Bukowski.
Ahora nada más quiero ser yo.
-Hay autores que debieron
proponerte algo,
ya sea en temas, en estructura, en personajes…
-Más que proponerme, me revelaron
cosas. Por ejemplo, Sabines y José Agustín me revelaron que se podían
escribir cosas entendibles y cercanas
a lo que yo mismo vivía y sentía en el momento en que los
leí por primera vez.
--Tuviste una carrera
en el periodismo en temas políticos y hasta incursionaste en temas empresariales, tenías buen futuro en eso, ¿qué pasó para que dejaras ese camino?
-Porque lo mío es la literatura. Siempre lo ha sido.
Incursioné en ello por cuestiones, digamos, “alimenticias”. Pero no lo
vuelvo a hacer, lo juro.
-¿Puedes vivir
holgadamente como escritor?
-¿Qué es vivir “holgadamente”? Gano lo suficiente para vivir y tener
lo que necesito. Si necesitara una casa con alberca,
trabajaría para tenerla.
Pero como no la necesito,
pues no me mato trabajando
para conseguirla.
-¿Relees tus publicaciones?
-De vez en cuando. Y cada vez que me releo pienso diferente. A veces digo “Antes escribía
mejor”, otras: “Qué pendejo era entonces”,
dependiendo de que humor ande.
-¿El poeta
debe hablar de política?
-Sí, pero es muy difícil
escribir buenos poemas de
tema político.
-¿El político
debería leer poesía?
-Debería leer.
Punto.
-¿Un poeta sabría cómo gobernar a este país?
-Desde luego
que
sería
mucho
mejor
que
todos
los
impresentables que nos han desgobernado recientemente, pero no
lo puedo asegurar.
-¿Ser maestro de
escritores te sirve para escribir
mejor?
-Sí, porque al preparar
las clases sigo aprendiendo y cuestionándome sobre lo que hago.
-¿Usarías negros?
-No. Aunque yo
lo he sido y lo sigo siendo.
-¿A qué
escritor nunca se le debe
leer?
-Si digo que a Carlos Cuauhtémoc Sánchez suena ya muy trillado
y si digo que nadie tiene el derecho de decir qué se debe o no leer suena muy hipócrita. Así que nunca lean a Jordi Rosado.
-¿Murakami merece el nóbel de literatura?
-No. Hay por lo menos 50
que lo merecen antes que él.
-¿Tu último acto
antes de morir sería leer
o escribir?
-Pues yo creo que sería
respirar, pero en todo caso,
me gustaría morir amando.
***
Guillermo Vega Zaragoza nació en México DF, en mayo de 1967. Estudió la licenciatura en Periodismo y Comunicación Colectiva en la ENEP Aragón de la UNAM. Es jefe de redacción en Revista
de la Universidad
de México. Ha colaborado en los suplementos culturales La Jornada
Semanal, del diario La Jornada, y en Arena, del diario
Excélsior; en las revistas etcétera, La Risa de la Hiena,
Fahrenheit y Ficticia. Ha sido profesor
de la UNAM, de la Universidad Anáhuac, de la Universidad Iberoamericana, de la Universidad del Valle de México y de la SOGEM, entre otras instituciones. Ha obtenido Mención Honorífica en el Premio Nacional de Poesía
Marco Antonio Montes
de Oca 2001 por Espejo infinito; en el Premio
Nacional de Literatura Efraín Huerta 2001 por Antología de lo indecible y en la categoría
de crónica en el
concurso 33 de la revista Punto de Partida de la UNAM
(Publicada en Revista Encuentros UNAM de la FES Aragón: http://www.revistaencuentros.com/academia/entrevista-a-guillermo-vega-zaragoza-2/)
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