domingo, octubre 13, 2013
Por Helen Blejerman y Guillermo Vega Zaragoza
Árboles verdes con troncos rotos.
La luz se filtra entre las hojas
como recuerdos.
Tú no estás.
Te espero.
Nada permanece,
todo se eleva sobre el aire.
La banca, el parque, la puerta, el beso.
El cielo se abre,
como esperando suceder.
Se desabraza, se desdice, se desprende.
El alma no sabe de perdones,
sólo de asombros.
Paredes de lo mismo
y lo mismo
y lo mismo.
Sin puertas,
sólo ventanas que miran a lo lejos.
Camino, veo y te encuentro.
No sé bien quién eres.
Sólo tu mirada me da indicios
del abismo que te embarga.
Ahí me miro y me pierdo.
Nada contiene.
Nada.
Sólo los cuerpos, la noche,
el océano que nos separa.
Sin techo, ni cama.
Desaparecemos.
Hundidos en nuestra desesperanza,
permanecemos.
Sólo ahí sabemos que existimos sin existir.
Sólo alientos, miradas, deseos.
La mañana de siempre,
tus prisas, tu falda.
El asombro inaudito de las cosas cotidianas.
El encuentro sin palabras, l
a cocina, la recámara.
Me hablas, me dices.
No sé bien si te escucho,
pero te veo,
queriendo regresar
porque allá no hay nada.
Todo está por fin aquí.
(Cadáver exquisito escrito el 12 de octubre de 2013 frente al Parque México de la colonia Condesa de México D.F.)
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