Los demonios de Vargas Llosa
(A propósito del Premio Nobel que merecidamente le han otorgado, desempolvo esta breve nota sobre Mario Vargas Llosa escrita hace unos años).
por Guillermo Vega Zaragoza
Desde siempre, Mario Vargas Llosa (Arequipa, 1936) ha vivido atormentado por dos demonios: la literatura y la política. En los cincuentas siguió muy de cerca la polémica acerca del papel del intelectual en la sociedad, protagonizada por Jean Paul Sartre y Albert Camus. Luego, padeció el entusiasmo y el final desencanto por Fidel Castro y la Revolución Cubana, hasta convertirse en uno de sus acérrimos críticos. Y, finalmente, llegaría su postulación como candidato a la Presidencia del Perú, aventura en la que fracasó en manos de Alberto Fujimori en junio de 1990.
En tanto su obra siempre ha estado surcada por preocupaciones sociales, más que políticas, sólo en Conversación en La Catedral, de 1971, se había aventurado a hacer, desde la novela, una crítica abierta a la situación política de su país. Desde entonces, lo político sólo era material para artículos periodísticos y entrevistas.
Diez años después de su gran descalabro político, Vargas Llosa aborda de nuevo la política desde la mirada de la novela. En La Fiesta del Chivo aborda los días finales de Leónidas Trujillo, el dictador dominicano que fue asesinado en 1961, a los 70 años, por un grupo de militares de su confianza ayudados por la CIA.
El autor no quiso escribir un libro fiel a la historia, pues argumenta que esa no es la función de la novela, sino “mentir con conocimiento de causa, para poder elaborar y fantasear a partir de una realidad”. ¿Cuántas posibles inferencias a la actualidad, sobre todo de la realidad peruana, se podrían hacer a partir de la lectura de la nueva novela de Vargas Llosa? No es posible saberlo por ahora.
En El pez en el agua, su libro de memorias de 1993, Varguitas (como le gusta llamarse en esa obra) no cesa de preguntarse: “¿Por qué el fracaso?” La respuesta podría ser una triste paradoja: el escritor, el creador de nuevos mundos imaginarios, el eterno inconforme de la realidad, no supo transmitir a sus compatriotas una visión de futuro provista de lo que sobra en sus novelas: imaginación, fantasía, esperanza. En su lugar, propuso un futuro totalmente racional, estricto y hasta autoritario.
Afortunadamente, Vargas Llosa ha escarmentado y, aunque sigue interesado en la política militante, que es su lado más antipático, siempre defendiendo las posturas de la derecha y el liberalismo económico, ha aprendido a convivir en paz con sus obsesiones. En una reciente charla por Internet, un cibernauta le confiesa que no soporta su visión del mundo ni sus opiniones políticas, por lo que le pide que le dedique una sola frase para quedarse sólo con la imagen de escritor. Lacónicamente, Vargas Llosa responde desde el teclado: “Sólo se me ocurre la siguiente: Lea mis novelas y evite mis artículos, ensayos, conferencias y entrevistas”. Gracias Mario, seguiremos tu consejo.
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