¿A dónde se van los grandes hombres?
Por Fernando Reyes
¿A dónde se van los grandes hombres? ¿Quién sustituirá a Carlos o a José? Cuántos Carlos y cuántos Josés hay en el mundo? ¿Cuántos hacen lo que el de ayer y el de antier? ¿Quién será la voz de los enmascarados? Chiapas está de luto nuevamente. La ciudad de México se ha quedado huérfana de palabras. Esto es de verdad una apocalipstick. A ustedes les consta la coherencia irreverente del de pelo cano, despeinado de prejuicios y su chamarrita de mezclilla. Mezclilla de Lutero y Súper Barrio, mezclilla de McClughan y Octagón, mezcla de Roland Barhes y Origel. Sin pelos al estilo de Isela Vega y con esteticismo calemburetruécano, Monsi supo decir y no decir, denotar y connotar, sobre el alcoholismo, sobre el indigenismo, el partidismo, el solipsismo. A diferencia de Novo supo disfrazar su actitud de diva. Crónica de la crónica, aportaciones a la filosofía del mexicano tan vilipendiada, fenomenología de la televisión comercial, antropólogo de la cultura popular, defensor de género y diversidad, crítico acérrimo de la hegemonía y estupidez del Estado y sus teofalocracias; Carlos Monsiváis supo que –además de los medio impresos- la televisión, el cine, la radio y las calles eran excelentes foros para despertar y mata al dinosaurio que todos llevamos dentro.
Desde hoy se escribe un nuevo catecismo para los indios y vendedores ambulantes del ethos y del pathos. Son días de guardar. Pedro Infante hoy le aclarará todas sus dudas Saramago se lo llevó entre las patas intermitentes de una Europa anciana. Monsi le aplicó la eutanasia al viejo continente y extrajo sus órganos para revitalizarlos en el nuevo mundo, cada vez más viejo, cada vez más triste y solitario como una especie de Macondo en el que a los hombres ya no les nace una cola de cerdo sino una american express. Crónica de una globalización anunciada en la caverna. Cuídense, Gabo y, Fuentes, y José Emilio, que esta decena trágica viene con todo. ¿A dónde se van los grandes hombres? Mándenme un mail de ultratumba para seguir leyéndolos.
Mientras, Carlos, te seguiré viendo en las marchas, en programas anodinos y en los mejores de la televisión cultural. Cabrón pionero que escribiste sobre lo que nadie se atrevía y ahora todos cobran bien por emularte. Te seguiré encontrando en todas partes pues ya todos conocemos tu ubicuidad incluso post mortem. Por eso tu nombre y apellido están enunciados en plural. Tus clones y tus dobles se darán hoy a conocer. Te veré en películas mexicanas como extra y cagándote de la risa y de borracho vestido de santaclós en Los Caifanes. No queda más que releerte y recordarte. Aprender y desaprender. Te imagino con el índice en la boca al leer estas palabras viscerales. Miro una foto, recuerdo tu saludo, tus palabras ricas de ironía, y una extraña furia se contiene desde dentro.
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