Amigos y enemigos
No sé por qué, pero siempre me causa una sorprendida extrañeza cuando alguien me cuenta sobre lo que los demás dicen o piensan de mí. En especial cuando hablan mal, porque me cuesta trabajo reconocerme en cualquier comentario negativo, como si se refiriera a otra persona que no soy yo. Además, me sorprende aún más que alguien pudiera dedicar algunos momentos de su vida a pensar o hablar algo acerca de mí. Nunca me he sentido merecedor de tanta atención.
Así, el otro día, mientras comía con una amiga que hacía mucho que no veía, me dijo:
-Algunos dicen que tú no tienes amigos: que sólo te gusta tener admiradores.
Desde luego, me reí algo nerviosamente.
-¿Quién dice?
-Alguien -dijo ella, discreta.
-Ándale, dime quién -necié yo.
-No, no te lo voy a decir, porque luego van a saber que fui yo quien te lo dijo -y seguimos platicando de otras cosas.
Sin duda, ese alguien me conoce muy bien, por lo que no podría ser más que otro buen amigo mío. O bueno, alguien a quien yo consideraba buen amigo, pero veo que él a mí no. Me quedé pensando en el por qué pude haberle provocado una impresión semejante.
Es cierto que siempre he dicho que todos mis amigos son mejores amigos míos que yo de ellos, ya que ejerzo muy mal eso del oficio de la amistad, porque nunca les hablo por teléfono, ni los importuno con nimiedades a deshoras de la noche, ni les pido dinero o cosas prestadas, ni nada. Pero cada que los veo me siento muy feliz de verlos y creo que ellos también a mí, precisamente, creo, por lo mismo.
Otra amiga, con quien platicaba precisamente de eso, me decía que la amistad también está hecha de esas nimiedades cotidianas, no sólo de grandes momentos de convivencia, pero a mí me sigue pareciendo una falta de respeto inconcebible pensar siquiera en atreverme a importunar a un verdadero amigo hablándole por celular para preguntarle, por ejemplo, sobre qué tipo de alfombra quedaría mejor en la sala o algo por el estilo.
Hace unos meses desempolvé una cita de Elías Canetti sobre los dos tipos de amigos. Y es lo que sigo pensando sobre el asunto, pero al otro día de la comida con mi amiga me encontré lo siguiente en el nuevo libro de Enrique Vila-Matas, Dietario voluble, donde habla sobre los enemigos, que al igual que los amigos, uno también los escoge.
Dice Vila-Matas:
"Tengo una táctica ante cualquier enemigo que pueda surgirme: cuando ataca, no me doy por enterado, practico la indiferencia, y pueden pasar años; no complazco al adversario respondiéndole y haciéndole propaganda, dejo que siga roído por la envidia, que siga en su ciénaga aspirando a ocupar mi lugar, ese estrado inalcanzable".
"Cuando el enemigo se retira, le persigo. Cuando está fatigado o veo que el imbécil olvidó ya sus pullas, ataco. Despiadadamente".
Creo que así le haré, de ahora en adelante.
3 Comments:
Órale con la estrategia.
jeje yo aplico una, pocos son mis amigos, si están en el bando de enemigos, pues que le echen ganas todavía les falta un buen trecho para estar cerca de mí.
Saludos
Memiux,
Recuerda que, como decía Jaurés, el político francés, de quien hasta hace apenas unos minutos me preguntaba ¿y éste quién chingados es? (Aplausos) Como diría ese otro gran filósofo popular llamado Memo Ríos:
"La violencia es un signo de debilidad pasajera".
Haz lo tuyo y deja que los perros ladren...
Eso se llama rencor Memo. Hágalo quien lo haga.
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