sábado, mayo 30, 2009

Al lado del camino



por Fito Páez

Me gusta estar a un lado del camino
fumando el humo mientras todo pasa
me gusta abrir los ojos y estar vivo
tener que vérmelas con la resaca
entonces navegar se hace preciso
en barcos que se estrellen en la nada
vivir atormentado de sentido
creo que ésta, sí, es la parte mas pesada.

En tiempos donde nadie escucha a nadie
en tiempos donde todos contra todos
en tiempos egoístas y mezquinos
en tiempos donde siempre estamos solos
habrá que declararse incompetente
en todas las materias de mercado
habrá que declararse un inocente
o habrá que ser abyecto y desalmado.

Yo ya no pertenezco a ningún ismo
me considero vivo y enterrado
yo puse las canciones en tu walkman
el tiempo a mi me puso en otro lado
tendré que hacer lo que es y no debido
tendré que hacer el bien y hacer el daño
no olvides que el perdón es lo divino
y errar a veces suele ser humano.

No es bueno hacerse de enemigos
que no estén a la altura del conflicto
que piensan que hacen una guerra
y se hacen pis encima como chicos
que rondan por siniestros ministerios
haciendo la parodia del artista
que todo lo que brilla en este mundo
tan sólo les da caspa y les da envidia.

Yo era un pibe triste y encantado
de Beatles, caña legui y maravillas
los libros, las canciones y los pianos
el cine, las traiciones, los enigmas
mi padre, la cerveza, las pastillas los misterios el whisky malo
los óleos, el amor, los escenarios
el hambre, el frío, el crimen, el dinero y mis 10 tías
me hicieron este hombre enreverado.

Si alguna vez me cruzas por la calle
regálame tu beso y no te aflijas
si ves que estoy pensando en otra cosa
no es nada malo, es que pasó una brisa
la brisa de la muerte enamorada
que ronda como un ángel asesino
mas no te asustes siempre se me pasa
es solo la intuición de mi destino.

Me gusta estar a un lado del camino
fumando el humo mientras todo pasa
me gusta regresarme del olvido
para acordarme en sueños de mi casa
del chico que jugaba a la pelota
del 49585.

Nadie nos prometió un jardín de rosas
hablamos del peligro de estar vivo
no vine a divertir a tu familia
mientras el mundo se cae a pedazos
me gusta estar al lado del camino
me gusta sentirte a mi lado
me gusta estar al lado del camino
dormirte cada noche entre mis brazos
al lado del camino
al lado del camino
al lado del camino
es mas entretenido y mas barato
al lado del camino
al lado del camino.

viernes, mayo 22, 2009

Cursos y talleres en Donceles 66

Photobucket

lunes, mayo 18, 2009

Taller de Escritura Creativa en Donceles 66

Photobucket

miércoles, mayo 06, 2009

Doce días que cambiaron a México

por José Narro Robles *

Tomado de Milenio Diario: http://impreso.milenio.com/node/8571140

Como en muchos otros momentos de la historia, nuevamente la enfermedad se ha ensañado con nuestra sociedad. Con la epidemia, la salud de muchos mexicanos se ha visto afectada. Decenas de ellos han perdido la vida y es imposible ignorar el grado de riesgo que estamos sufriendo. Somos millones los que en estos días hemos compartido una enorme preocupación por la magnitud y la potencialidad negativa de esta amenaza.

Sin embargo, los daños de la epidemia, los directos y los intangibles, al igual que ella misma, apenas se empiezan a notar. Los casos de enfermedad, los de muerte y el pánico de la gente, han sido la expresión inicial de esta patología. A ella se deben sumar muchas otras consecuencias. La economía, la vida política, la imagen de México en el extranjero y el propio comportamiento colectivo, han sido trastocados.

Durante los últimos 12 días, la mayor parte de nuestra población ha valorado de manera directa la importancia de la salud. La emergencia sanitaria originada por la epidemia de influenza, nos ha obligado a reflexionar y a actuar. Ha hecho que cambiemos súbitamente nuestra forma de vida. Ha interrumpido hábitos y obligado a tomar patrones que nos resultaban distintos. Hoy nos damos cuenta que, sin salud, poco importan muchas cosas materiales. Hoy estamos seguros que la salud va primero.

Cuando llegue el momento de hacer el balance, encontraremos que muchas cosas han cambiado, pero que otras persisten. Tendremos nueva evidencia de que la injusticia se ensaña con el pobre y el ignorante. Contaremos con un ejemplo adicional de que si bien es cierto que la enfermedad afecta a todos, sus consecuencias no son iguales. Acumularemos pruebas de que las secuelas más negativas las habrán padecido los que tienen menos y más necesitan.

Una vez más nos encontraremos con la dureza de la falta de solidaridad internacional y la hipocresía de algunos que un día aportan bienes materiales y al siguiente discriminan, vejan y excluyen y que, además, lo hacen sin sustento científico. Al final, nos sobrarán ejemplos de que el problema en la sociedad contemporánea reside en el resquebrajamiento del sistema de valores.

Muchas cosas traducen el comportamiento de la epidemia. Por una parte, la necesidad de revisar a fondo nuestro sistema de salud. Requerimos de mayor eficiencia, de respuestas más oportunas, de una articulación más contundente.

México necesita contar con un verdadero sistema nacional de salud. Con un sistema público, de cobertura universal, con capacidad de respuesta en los servicios personales y también en los colectivos, descentralizado pero coordinado, con sistemas de vigilancia epidemiológica pertinentes, incluida una red de laboratorios de salud pública de alta calidad.

Por la otra, entender que la verdadera inversión del país se tiene que dar en la educación superior; en la investigación científica; en los proyectos que apuntalen la soberanía nacional; en aquellos que atenúen, hasta desaparecer, nuestra dependencia del exterior.

No podemos regresar al mismo estado de cosas cuando se someta esta epidemia. Son muchos los países para los que antes éramos referente y a los que ahora les vemos la espalda. Son muchas las sociedades que optaron por un rumbo distinto y que ahora, dos o tres décadas más tarde, se han vuelto el ejemplo a seguir.

Al hacer el recuento objetivo será muy clara la importancia que para nuestra sociedad tienen las instituciones públicas. A aquellos a quienes su dogma les permite imaginar que la salud y la educación son el siguiente caso de privatización, les resultará imposible plantear una respuesta organizada y oportuna a partir de su fantasía. No estaríamos aquí en ese supuesto, seguiríamos contando los casos y las defunciones; estaríamos preocupados por canalizar la rabia colectiva; estaríamos denunciando a quienes se aprovechan de la situación, a quienes han encontrado un nuevo nicho de mercado: el del dolor y la desvergüenza.

El país y su capital han sido golpeados. Nadie puede negar la dureza de la epidemia, la extensión de sus estragos. También es cierto que no es éste el primer problema de esta magnitud que nuestra ciudad enfrenta. Como en otras ocasiones: saldremos adelante. No tengo duda. Lo haremos con trabajo y determinación; con ideas y unidad; con el fortalecimiento de nuestras instituciones y una nueva visión de futuro; con el cambio de paradigmas y nuevas apuestas en favor de la ciencia y la tecnología, de la autonomía que da el saber y que garantiza el hacer; con la apuesta por el futuro, por la innovación y el desarrollo humano; con el compromiso de los sectores y la guía de la cultura y el humanismo.

Tenemos que aprender con prontitud y responder con rapidez. Ni la amenaza ha cedido, ni lo peor ha quedado atrás. En virtud de las circunstancias, sólo hemos recibido un aviso, un grave anticipo. No es ésta la que algunos anunciaban como la epidemia inminente. Ni la infectividad ni la letalidad de este tipo de casos, son lo peor que nos puede ocurrir. Por ello, tenemos que transformar los modelos de operación y fortalecer sus capacidades de respuesta. Es urgente hacerlo, es indispensable mejorar nuestra capacidad instalada y ponerla en la ruta debida.

Como siempre, las mejores muestras, las de solidaridad y compromiso, las de comprensión y colaboración, las dieron los integrantes de la sociedad y los profesionales. Ahí están médicos y enfermeras, trabajadores de la salud y científicos, pero también las familias de los mexicanos que dependen del ingreso diario, los que viven literalmente al día y de lo que obtienen en su jornada.

Tenemos que ver hacia adelante, con optimismo y convicción, con la certeza de que si trabajamos juntos y con intensidad, podremos mejorar nuestras condiciones, tener un porvenir más digno.

Ante la adversidad, hay que reconocer las hazañas de la gente de nuestro país. En esa tarea, la ciudad y México pueden estar seguros de que cuentan con la UNAM, con su Universidad Nacional.

* Texto del rector de la UNAM leído por Ramiro de Jesús Sandoval, director de Servicios a la Comunidad de la UNAM, durante la instalación del Consejo para la Recuperación Sanitaria y Económica de la Ciudad de México. Narro es, además, epidemiólogo